sábado, 9 de mayo de 2015

Españoles exiliados por el mundo

                                                                                                 Foto: autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 8 de Mayo de 2015
Sergio Urrutia lleva varios meses en Alemania. La falta de trabajo en España y la campaña de propaganda efectuada por el gobierno y sus medios de comunicación afines, le animaron a irse a ese país tan frío y distinto al suyo. Pero no es oro todo lo que reluce y Sergio enseguida se dio cuenta de que había sido víctima de un gran engaño que sólo tenía por objeto aliviar las cifras de paro juvenil, para que el gobierno pudiera pregonar que su Reforma Laboral está funcionando y el desempleo se reduce. Movilidad exterior, ha calificado la ministra de Trabajo el exilio de miles de jóvenes a tierras en las que puedan encontrar una oportunidad que su país les niega. Y en la mejor retórica franquista, sostiene que los jóvenes que se marchan al extranjero son un modelo de tesón en busca de un futuro que hay que apoyar, hasta que algún día, sus reformas sin descanso, las mismas que les han mandado al exilio, posibiliten su vuelta a España. Una España que será entonces un paraíso de trabajadores empobrecidos, gracias a las buenas prácticas del gobierno que preside Mariano Rajoy (esto no lo dice ella).
                El problema es que Sergio no es ingeniero, ni tiene una carrera de postín. Ni siquiera tiene carrera universitaria. Su situación de desempleo y los planes de formación para desempleados que, en muchos casos, sólo pretenden mano de obra casi a coste cero, con el cuento de las prácticas, le forzaron a hacer la maleta y marcharse a Alemania a buscar trabajo. No tenía por qué irle mal. Otros lo habían hecho y vivían felices en países lejanos, como todas las semanas le mostraba la televisión en el programa “Españoles por el Mundo”. Así que cogió un autobús y se presentó en unas horas en Munich con su maleta, una mano delante y otra detrás, y el futuro por venir. Ahora gracias a la movilidad exterior de la ministra tiene tres empleos mal remunerados, que le obligan a trabajar muchas horas al día, para tener un sueldo que le permita vivir. Pero no piensa volver a España. Se ha puesto a estudiar intensamente alemán, y aquí se quedará, porque el futuro en su país es todavía peor que allí.
                Parece como si la historia tuviera empeño en repetirse cada vez que la olvidamos. A finales de los años sesenta, el “milagro económico español” hizo emigrar a más de dos millones de trabajadores, preferiblemente a Centroeuropa, impulsados por la política llevada a cabo por el franquismo de quitarse de en medio a los miles de trabajadores que podían ensuciar su propaganda de crecimiento económico, que estaba cambiando la realidad del país. De alguna manera, tenían que solucionar el problema de la falta de puestos de trabajo que la industrialización no fue capaz de absorber, en parte por unas leyes laborales que perseguían como fin no declarado, enriquecer a los empresarios afines al régimen, a costa de la explotación de millones de trabajadores. Esa fue una realidad que todavía hoy, en la España democrática del postfranquismo, los españoles seguimos sufriendo, con una izquierda a la que le cuesta superar ciertos tics de aquella época, y una derecha que respira por sus cuatro costados el espíritu del liberalismo opusdeisiano. Con unas tasas de paro estructural elevadísimas, si las comparamos con los países de nuestro ámbito político (según el Servicio de Estudios del BBVA el paro estructural en España es del 18%, tres veces superior al de Alemania). Es decir, en los treinta y cinco años de democracia los gobernantes no han sido capaces de igualar el desempleo de España con los de la EU, y esto tiene que ver con un mercado y unas leyes laborales fuertemente estigmatizadas por el franquismo. Lo que nos lleva en épocas de crisis a unas cotas de paro insostenibles y generadoras de una brecha social insoportable para una sociedad moderna.
                Sergio se pregunta por qué en España, un país rico, o eso nos dicen, no hay más trabajo que pueda absorber la demanda. Muchos nos lo preguntamos, y las diferentes respuestas que podemos encontrar no son nada halagüeñas para la clase trabajadora. En un país donde la competitividad se centra en la reducción de costes salariales, y una clase empresarial más preocupada en la obtención de beneficios rápidos y en grandes cantidades, más que en la inversión y el conocimiento; con un Estado parco en inversión pública y menguado en el número de funcionarios por habitante (en España hay un empleado público por cada 36 habitantes, mientras que en Francia la relación es de 1 por cada 27 habitantes y en Alemania 1 por cada 29 habitantes); una burocracia tan excesiva para poner en marcha empresas, que en muchos casos tira para atrás a los emprendedores; una leyes laborales, que han tenido su guinda en la Reforma Laboral del gobierno de Rajoy, que han estado más pendientes de cómo flexibilizar el empleo y reducir los costes de los despidos, que en buscar fórmulas de adecuar las necesidades de los trabajadores a las necesidades de las empresas, sin pasar por la precarización del mercado laboral; y una corrupción estructural que ha esquilmado en comisiones, pago de favores, financiación de Partidos y sobresueldos a determinada clase política las arcas de la hacienda pública, es difícil generar empleo digno y de calidad.
                Ahora estamos en un periodo electoral que va a durar varios meses. Se está hablando mucho de desempleo, pero tengo la sensación que se está haciendo una vez más como reclamo electoral,  obviando la búsqueda de soluciones permanentes que acaben con el drama del mundo del trabajo en España. Por supuesto, a la derecha, rendida a los intereses empresariales y del IBEX 35, le parece que la situación está bien como está; no podemos esperar que propongan nada que cambie la situación. Pero es en la izquierda donde se echan en falta propuestas valientes que den una vuelta a la nefasta situación que vivimos en España desde hace años (los años de festín económico fueron eso, una fiesta en la que no nos quisimos dar cuenta como se precarizaba el empleo conforme la burbuja de la economía española se inflaba). Qué papel pueden jugar los ayuntamientos en la creación de empresas y puestos de trabajo. Tras derogar la Reforma Laboral, qué nuevas leyes se proponen para cambiar de arriba abajo las relaciones laborales en España. Qué medidas se van a tomar para el fomento de empresas y la puesta en valor de los nuevos yacimientos de empleo. Qué papel tiene que jugar los agentes sociales en un nueva situación laboral que impulse el crecimiento sostenible, el empleo, la obtención de beneficios y la inversión, sobre todo en I+D+i.

                En definitiva, es necesario saber qué medidas se van a proponer a la ciudadanía para que Sergio pueda volver a España, porque las condiciones laborales y económicas hayan cambiado tanto que ya no le merezca la pena seguir trabajando en Alemania. Acabar con el paro estructural y el exilio económico (el exilio, en sus diferentes modalidades, parece ser un estigma de los españoles a lo largo de su historia) es un reto que debe afrontarse con urgencia, y ahora la política tiene una oportunidad de demostrar que puede tomar las riendas de la solución.

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