Foto: autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 8 de Mayo de 2015
Sergio Urrutia lleva varios meses
en Alemania. La falta de trabajo en España y la campaña de propaganda efectuada
por el gobierno y sus medios de comunicación afines, le animaron a irse a ese
país tan frío y distinto al suyo. Pero no es oro todo lo que reluce y Sergio
enseguida se dio cuenta de que había sido víctima de un gran engaño que sólo
tenía por objeto aliviar las cifras de paro juvenil, para que el gobierno
pudiera pregonar que su Reforma Laboral está funcionando y el desempleo se
reduce. Movilidad exterior, ha calificado la ministra de Trabajo el exilio de
miles de jóvenes a tierras en las que puedan encontrar una oportunidad que su
país les niega. Y en la mejor retórica franquista, sostiene que los jóvenes que
se marchan al extranjero son un modelo de tesón en busca de un futuro que hay
que apoyar, hasta que algún día, sus reformas sin descanso, las mismas que les
han mandado al exilio, posibiliten su vuelta a España. Una España que será
entonces un paraíso de trabajadores empobrecidos, gracias a las buenas
prácticas del gobierno que preside Mariano Rajoy (esto no lo dice ella).
El
problema es que Sergio no es ingeniero, ni tiene una carrera de postín. Ni
siquiera tiene carrera universitaria. Su situación de desempleo y los planes de
formación para desempleados que, en muchos casos, sólo pretenden mano de obra
casi a coste cero, con el cuento de las prácticas, le forzaron a hacer la
maleta y marcharse a Alemania a buscar trabajo. No tenía por qué irle mal.
Otros lo habían hecho y vivían felices en países lejanos, como todas las
semanas le mostraba la televisión en el programa “Españoles por el Mundo”. Así
que cogió un autobús y se presentó en unas horas en Munich con su maleta, una
mano delante y otra detrás, y el futuro por venir. Ahora gracias a la movilidad
exterior de la ministra tiene tres empleos mal remunerados, que le obligan a
trabajar muchas horas al día, para tener un sueldo que le permita vivir. Pero
no piensa volver a España. Se ha puesto a estudiar intensamente alemán, y aquí
se quedará, porque el futuro en su país es todavía peor que allí.
Parece
como si la historia tuviera empeño en repetirse cada vez que la olvidamos. A
finales de los años sesenta, el “milagro económico español” hizo emigrar a más
de dos millones de trabajadores, preferiblemente a Centroeuropa, impulsados por
la política llevada a cabo por el franquismo de quitarse de en medio a los
miles de trabajadores que podían ensuciar su propaganda de crecimiento
económico, que estaba cambiando la realidad del país. De alguna manera, tenían
que solucionar el problema de la falta de puestos de trabajo que la
industrialización no fue capaz de absorber, en parte por unas leyes laborales
que perseguían como fin no declarado, enriquecer a los empresarios afines al
régimen, a costa de la explotación de millones de trabajadores. Esa fue una
realidad que todavía hoy, en la España democrática del postfranquismo, los
españoles seguimos sufriendo, con una izquierda a la que le cuesta superar
ciertos tics de aquella época, y una derecha que respira por sus cuatro costados
el espíritu del liberalismo opusdeisiano. Con unas tasas de paro estructural
elevadísimas, si las comparamos con los países de nuestro ámbito político
(según el Servicio de Estudios del BBVA el paro estructural en España es del
18%, tres veces superior al de Alemania). Es decir, en los treinta y cinco años
de democracia los gobernantes no han sido capaces de igualar el desempleo de
España con los de la EU, y esto tiene que ver con un mercado y unas leyes
laborales fuertemente estigmatizadas por el franquismo. Lo que nos lleva en
épocas de crisis a unas cotas de paro insostenibles y generadoras de una brecha
social insoportable para una sociedad moderna.
Sergio
se pregunta por qué en España, un país rico, o eso nos dicen, no hay más
trabajo que pueda absorber la demanda. Muchos nos lo preguntamos, y las
diferentes respuestas que podemos encontrar no son nada halagüeñas para la
clase trabajadora. En un país donde la competitividad se centra en la reducción
de costes salariales, y una clase empresarial más preocupada en la obtención de
beneficios rápidos y en grandes cantidades, más que en la inversión y el
conocimiento; con un Estado parco en inversión pública y menguado en el número
de funcionarios por habitante (en España hay un empleado público por cada 36
habitantes, mientras que en Francia la relación es de 1 por cada 27 habitantes
y en Alemania 1 por cada 29 habitantes); una burocracia tan excesiva para poner
en marcha empresas, que en muchos casos tira para atrás a los emprendedores; una
leyes laborales, que han tenido su guinda en la Reforma Laboral del gobierno de
Rajoy, que han estado más pendientes de cómo flexibilizar el empleo y reducir
los costes de los despidos, que en buscar fórmulas de adecuar las necesidades
de los trabajadores a las necesidades de las empresas, sin pasar por la
precarización del mercado laboral; y una corrupción estructural que ha
esquilmado en comisiones, pago de favores, financiación de Partidos y
sobresueldos a determinada clase política las arcas de la hacienda pública, es
difícil generar empleo digno y de calidad.
Ahora
estamos en un periodo electoral que va a durar varios meses. Se está hablando
mucho de desempleo, pero tengo la sensación que se está haciendo una vez más
como reclamo electoral, obviando la
búsqueda de soluciones permanentes que acaben con el drama del mundo del
trabajo en España. Por supuesto, a la derecha, rendida a los intereses
empresariales y del IBEX 35, le parece que la situación está bien como está; no
podemos esperar que propongan nada que cambie la situación. Pero es en la
izquierda donde se echan en falta propuestas valientes que den una vuelta a la
nefasta situación que vivimos en España desde hace años (los años de festín
económico fueron eso, una fiesta en la que no nos quisimos dar cuenta como se
precarizaba el empleo conforme la burbuja de la economía española se inflaba).
Qué papel pueden jugar los ayuntamientos en la creación de empresas y puestos
de trabajo. Tras derogar la Reforma Laboral, qué nuevas leyes se proponen para
cambiar de arriba abajo las relaciones laborales en España. Qué medidas se van
a tomar para el fomento de empresas y la puesta en valor de los nuevos
yacimientos de empleo. Qué papel tiene que jugar los agentes sociales en un
nueva situación laboral que impulse el crecimiento sostenible, el empleo, la
obtención de beneficios y la inversión, sobre todo en I+D+i.
En
definitiva, es necesario saber qué medidas se van a proponer a la ciudadanía
para que Sergio pueda volver a España, porque las condiciones laborales y
económicas hayan cambiado tanto que ya no le merezca la pena seguir trabajando
en Alemania. Acabar con el paro estructural y el exilio económico (el exilio,
en sus diferentes modalidades, parece ser un estigma de los españoles a lo
largo de su historia) es un reto que debe afrontarse con urgencia, y ahora la
política tiene una oportunidad de demostrar que puede tomar las riendas de la
solución.
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