«Tres eran tres las hijas de Elena. Tres eran tres y
ninguna era buena». Tres eran tres los presidentes del Partido Popular en la
Comunidad Valenciana que acabaron sentados en el banquillo: Zaplana, Camps y Olivas,
cada uno por diferentes motivos, pero todos con un denominador común: la corrupción.
Y aunque todos se han beneficiado de una judicatura demasiado benévola con los
dirigentes de la derecha, su paso por los tribunales no deja en muy buena
situación al Partido Popular valenciano. De cinco presidentes de la Generalitat
sólo se ha salvado uno de sentarse en el banquillo, Alberto Fabra, y el último,
Carlos Mazón, es sólo cuestión de tiempo que tenga que rendir cuentas ante la
justicia. Oscuro bagaje del PP valenciano, que siempre está dispuesto a dar
lecciones de moralidad y ética política. 
                Ahora, como el despropósito de
Carlos Mazón; la sinvergonzonería de un presidente repudiado por una gran parte
de los valencianos y quizá, desde la distancia, de los españoles; la caradura
de quien dice marcharse después de un año de haber protagonizado el mayor
fraude político que un presidente puede desempeñar, no ha habido ninguno. Un
año de reírse de las víctimas de la DANA y los valencianos, sin asumir ninguna responsabilidad,
ni siquiera cuando forzado por las circunstancias dimite, culpabilizando a todo
el mundo, sin ningún tipo de empatía hacia nada ni nadie. Tampoco, haciendo
gala de esa cobardía que lo ha llevado a tardar un año en dimitir, deja su
escaño en las Cortes Valencianas, amparándose en la inmunidad que le otorga su
condición de parlamentario, de la que no piensa dimitir, a ver si con un poco
de suerte pasan los meses y se agota la instrucción sin que el haya sido imputado
o, por una de esas cosas que pasan en España cuando el Partido Popular
gobierna, tiene la fortuna de que a la jueza de Catarroja la sustituya cualquier
juez Peinado o Hurtado de turno, como ya lo intentó la consejera de emergencias
Salomé Pradas ante el Consejo General del Poder Judicial. 
                Un año de componendas estratégicas
de Núñez Feijoo y su séquito de Génova. De apoyos miserables, poniéndolo como
ejemplo de honestidad y buen hacer. Un año de tratar de utilizar la DANA, para
culpabilizar al gobierno central, a costa del dolor de las víctimas y de la
dignidad de los valencianos. Un año de palmaditas en la espalda a Carlos Mazón,
y de ovaciones, como el gran aplauso que le fue dispensado en el Congreso del
PP en Valencia, con abrazos de los dirigentes nacionales. Un año en el que hemos
tenido que escuchar: “Quiero darle las gracias (a Mazón) por el trabajo que
está desarrollando”, Miguel Tellado el 12 de septiembre en Benidorm. Un año, y
cuando llega el anuncio de la dimisión, Núñez Feijoo denuncia que Carlos Mazón
ha sido objeto de una cacería, tratando de convertirle en víctima de la pérfida
izquierda y las manipuladas víctimas. «Ignorar el mal es convertirse en
cómplice de él», dijo Martin Luther King, sin conocer ni a Feijoo ni a Mazón.
                Carlos Mazón se marcha presionado
por la sociedad valenciana, no por su partido, que lo ha sostenido durante todo
este tiempo, cuando Núñez Feijoo se da cuenta de que la sociedad empieza a
considerarle cómplice de Mazón, y esto puede afectar sus aspiraciones de verse
en la Moncloa. Porque si no hubiera habido esta presión popular, hoy Carlos
Mazón no habría dimitido, forzado por el miedo de Génova, y seguiría siendo el
presidente más indigno de la historia de la Comunidad Valenciana. 
                Sin embargo, lo más triste es
que pase lo que pase a partir de ahora el mango de la sartén lo tiene VOX, al
que ya están implorando desde Génova y Valencia. Porque el PSPV está desaparecido,
desde que decidió tener un perfil bajo en todo este asunto, quizá por la falta
de liderazgo de su candidata a presidenta o porque no le venía ni le viene muy
bien abanderar la exigencia de unas elecciones, sabiendo que salen con un
caballo perdedor. Parece que el PSPV ha apostado por prepararse para pasar, lo
mejor posible, una larga travesía por el desierto que se habita cuando no se
gobierna, en vez de asumir su deber de afrontar con decisión un roll de
liderazgo, aunque esto pase por cambiar a la candidata a la Generalitat y presentar
a los valencianos alguien capaz de dar la vuelta a la situación actual. Porque
si no es así, Carlos Mazón habrá sido el mejor escudero de Santiago Abascal en
la Comunidad Valenciana.          

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