martes, 21 de octubre de 2025

Muy españoles y mucho españoles


¿Realmente creemos que el camarero que nos sirve todas la mañanas el café, la vecina con la que nos cruzamos en el ascensor, el niño que comporte clase con nuestros hijos, la cuidadora de nuestros padre o abuela, el conductor del autobús, la médico que nos atende en al centro de salud, la limpiadora que nos pule y abrillanta la casa, el mensajero que nos trae un paquete, la compañera de trabajo con la que compartimos espacio a diario…, en definitiva todas aquellas personas con las que convivimos, con más o menos intensidad, que por la única razón de no haber nacido en España, son delincuentes peligrosos, a los que hay que expulsar porque atentan contra la unidad y espíritu nacional católico romano enquistado en la mente de algunos?

¿Realmente creemos eso? Porque si los españoles, con más de nueve millones de migrantes en el suelo patrio, pensamos que los migrantes son un peligro, debemos estar sufriendo un calvario, atenazados en por miedo que nos produce estar rodeados de peligrosos delincuentes. Claro que de esta cifra habría que restar todos los que son blancos, cristianos, millonarios o, simplemente, con un buen sueldo o pensión. Lo que nos conduce a una verdad mucho más humillante que la que nos quieren hacer ver: más que xenófobos somos aporófobos, y lo que no toleramos es la pobreza, incluso aquellos que siendo españoles, son tan desfavorecidos como los migrantes pobres.

Hemos pasado de hacer la ola a los migrantes con dinero, a aquellos a los que se les regalaba la residencia por comprarse un vivienda de lujo, sin necesidad de exámenes de españolismo, a querer echar a los que viene a trabajar, bien sin contemplaciones, al estilo Trump, como defiende la extrema derecha y Díaz Ayuso, o buscando el subterfugio del carnet de españolidad, según defiende el Partido Popular de Núñez Feijoo. Como diría M. Rajoy, los migrantes deben “muy españoles y mucho españoles”.

Produce cierta tristeza ver como la derecha de Feijoo entra en el juego discriminatorio y xenófobo de la extrema derecha de Vox y sus periferias. Como aquel que no es presidente del gobierno porque no quería, por serlo, debe ser que ahora quiere, ha perdido el norte de la decencia política, suscribiendo los postulados fascistas de Abascal y compañía.

Pero lo más triste es que la extrema derecha ha conseguido meter en la agenda política un asunto que nunca ha sido un problema en España, más allá de los microrracismos históricos hacia colectivos diferentes. Que una parte de la población esté tragándose las mentiras y bulos que lanzan a diario Vox, y el Partido Popular, creyendo que perjudican a Sánchez, los amplifique, sin ser conscientes del daño que están haciendo a la España que tanto dicen querer, y a ellos mismos dándose un tiro en el pie, como Froilán.

España es un país de acogida y así debe serlo, por nuestro carácter abierto, por nuestra historia ahíta de inmigraciones y porque nos lo debemos a nosotros mismos, por justicia planetaria y reconocimiento a todos y todas aquellos que tuvieron que abandonar su casa, su familia, su pueblo y su mundo de afectividades, en busca de una oportunidad mejor de vida. Varios millones desde el siglo XIX hasta la actualidad.

Es por ello, sea usted de izquierdas o de derechas, debemos mirar a quienes conviven con nosotros como personas que tiene nuestros mismos problemas, pero lejos de su familia y no como nos quieren hacer ver, delincuentes que han venido a robarnos.    

             

    

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