Dos
veces estuve en la puerta de la Dirección General de Seguridad DGS, hoy sede de
la Comunidad de Madrid, esperando que soltaran a amigos tras ser detenidos por
la policía franquista, sin más motivo que tener pinta de rojos. Dos veces
agobiado por la angustia de tener amigos en los calabozos de la Puerta del Sol,
y nos saber absolutamente nada de su situación ni de su estado físico; una de
las torturas psicológicas a familiares y amigos de los detenidos durante el
franquismo era la ausencia deliberada de información de quienes tenían
encerrados en el sótano de ese aciago edificio, que producía temor cuando
pasabas delante de él. No saber qué les podía estar sucediendo provocaba que el
miedo se fuera apoderando de uno. Y cuando el miedo se instala en tus pensamientos
y estado de ánimo, te convierte en un ser vulnerable, que es uno de los
objetivos de cualquier dictadura. Tener miedo y ser vulnerables, nos hace
dóciles y manipulables, y si es en una sociedad en donde la mentira es la seña
de identidad del poder, nada les va a impedir campar a sus anchas.
Miedo
era lo que transmitía a los ciudadanos de Madrid el edificio de la Dirección
General de Seguridad, convertido en símbolo de la represión franquista, no
gratuitamente, sino porque en su interior la violencia contra los detenidos, el
despojo de la dignidad, las palizas, la humillación y la tortura, eran lo único
que te esperaba si tenías la mala suerte de ser detenido acusado de rojo
subversivo. Todo el mundo sabía lo que se cocía en aquel edificio, en donde la
peor calaña de la especie humana habitaba sin control de sus actos. Todo el
mundo lo sabía, porque incluso la gente bien pensante del régimen, a pesar de
mirar para otro lado, no sabemos si por vergüenza o por miedo, tenía
conocimiento de alguien que en algún momento había tenido la mala suerte de
caer en las garras de aquellos torturadores del régimen de Franco, que
anidaban, como alimañas crueles en aquel triste edificio.
Recordar
no es sólo un acto de memoria, de mantener viva una de las épocas más aciagas
de la historia contemporánea de España. Es también reconocer y homenajear a
quienes sufrieron en sus carnes y sus psique las torturas que se les
infligieron en la DGS. Por eso es un síntoma de salud democrática que la actual
sede del gobierno de la Comunidad de Madrid, sea declarada como edificio de la
memoria histórica, y dejarse de embarrar, como la hace la señora Díaz Ayuso,
defensora de una libertad de opereta, con una polémica que no debería
producirse en un país democrático. Salvo que en su huida hacia adelante, hacia
el fascismo con el que parece sentirse cómoda, la señora Díaz Ayuso trate de
negar el pasado, lo que le hace cómplice de las torturas que allí se practicaron,
o esté tan abducida por su antisanchismo, que no es otra cosa que tratar de
ocultar lo que realmente representa ella y su gobierno madrileño, que no le
importe hacer el ridículo, esta vez, tristemente, sobre el dolor de las
víctimas que fueron torturadas en el edificio que ella preside.
No hay comentarios:
Publicar un comentario