Están los jueces enfadados por la reforma que pretende hacer el gobierno, para regular el acceso a la carrera judicial. No pueden soportar que los privilegios que les han permitido perpetuar y defender los intereses de clase en la judicatura, se tambaleen por un gobierno que no les representa. Es hasta ahí donde llega la reiterada independencia judicial, que sólo tiene valor, como están demostrando últimamente, cuando las infracciones de la Ley no ponen en peligro su estatus social y político, o cuando se trata de exonerar delitos cometidos por afines ideológicos o políticos, cargando la mano, sin contemplaciones, contra sus enemigos de clase, englobando aquí todo tipo de enemigos, que no están en su manera de entender el mundo o en su orbe ideológico.
Los
jueces están enfadados, no todos afortunadamente, y la derecha de toda la vida
también. La que se apoya en una judicatura afín a sus intereses de clase. No es
nuevo esto. Viene siendo así desde tiempos inmemoriales, porque a lo largo de
la historia, las leyes han estado al servicio de los que sienten que el poder
es un don divino, otorgado sólo a ellos y cuando las leyes no les gustan, para
eso están los jueces, para que acogiéndose a su privilegio de interpretación,
ajustarlas a sus intereses, cuando no a saltárselas, directamente, como viene
siendo habitual en demasiados casos, en los últimos años.
Por
eso están tan enfadados, unos y otros, y dispuestos a poner al país a los pies
de los caballos, si con esto acaban enderezando la anomalía librepensadora que
les impide ser los amos y señores del país y sus habitantes. Algo que se les
complicaría, si la reforma propuesta por el gobierno abre la puerta a jueces y
juezas con una visión del mundo y la justicia diferente a la suya.
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