David Jiménez, en su libro “El
Director”, hace un ejercicio de malabarismo para mostrarnos el sombrío mundo de
las relaciones del poder y los medios de comunicación, sin que parezca que se
trata de una vendetta contra el diario en el que trabajó muchos años y acabó
dirigiendo hasta su defenestración.
Ignoro cuánto hay de verdad y de
venganza en sus páginas, pero más allá de sus opiniones acerca de algunos de
sus antiguos compañeros y directivos del periódico, lo que hace David Jiménez
es poner negro sobre blanco, en papel y para la eternidad, lo que es un secreto
a voces en esta España de fobias y filias, de corruptos y moralistas, de un
poder que tiene entre sus objetivos primordiales controlar todo con sus sucios
tentáculos, para no salir nunca
perjudicado.
Por otro lado, narra con suma pulcritud
la descomposición de un medio que durante años ocupó una de las primeras plazas
en influencia política e información. Malos gestores, redacciones convertidas
en telerrealidad, directores abonados a la teoría de la conspiración, pesebrismo
económico del gobierno de turno, todo un despropósito que no solo ha sido la
hoja de ruta de ese medio, sino de todos los grandes medios de comunicación del
país.
Si siempre hemos tenido detrás de
la oreja que la prensa nos mentía en lo relacionado con el poder, o por lo
menos nos contaba solo una parte de la realidad, ahora esa sospecha se convierte
en certeza, para desgracia de una profesión donde los buenos periodistas abundan,
cada vez menos libres para ejercerla, constreñidos
por los intereses de los gestores de la mano de los poderosos o quienes
pretenden serlo.
reseña de
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