Publicado en Levante de Castellón, con el título "Un mundo literario" el 15 de febrero de 2019
Cuando uno viaja a la comarca de
Els Ports de Castellón desde la costa tiene la sensación de haber hecho una
travesía en el tiempo y en el espacio. Parece mentira que en unas decenas de
kilómetros, dos territorios puedan ser tan diferentes, y sin embargo, estar tan
cerca. Porque Els Ports, capitaneado por esa maravillosa localidad llamada
Morella, que al igual que la Morella mística de Edgar Allan Poe, ha sabido
inmortalizar su alma para deleitar nuestros sentidos con la preservación de un
mundo, que aceleradamente se trata de olvidar en otros territorios. Pero hay
más, porque en contra de la Morella de Poe, que vio como su cuerpo se
deterioraba con el tiempo, la Morella villa, es un faro sobre su elevada
atalaya de civilización, en un territorio de altos penachos, profundos
barrancos, espesos bosques e inviernos tiritados por el frío y la nieve, que ha
sabido conservar su belleza urbana de arquitecturas en diálogo con la
naturaleza que la rodea, desde un tiempo en el que fue esplendorosa, desde que
Jaume I dijera, para consternación de Blasco de Aragón: Morella no es lugar para ningún hombre de mundo, sino para un rey,
porque valía tanto como un condado con sus posesiones. Y quedó para siempre
como villa de realengo, convirtiéndose en la tercera ciudad medieval del reino
de Valencia, tras Xátiva y la misma Valencia. Importancia que duró hasta casi
el siglo XX, como se puede ver en sus magníficos edificios, tanto civiles como religiosos.
Esa
historia, ese territorio compartido con Vilafranca del Cid, Cinctorres, Forcall,
Sorita y muchas otras localidades, que forman una geografía de montaña vivida
por ese espíritu de supervivencia que tienen los habitantes de las sierras y
los valles apretados, ha encontrado en un pequeño fruto que se esconde bajo la
tierra una de sus señas de identidad: la trufa negra, uno de los manjares más
preciados que nos ofrece la naturaleza, por su gran valor culinario y sus
propiedades medicinales.
Todos
los años, desde hace dieciséis, entre enero y marzo, la trufa negra se convierte en el centro de
las miradas de Morella y su comarca. Como unos de los grandes productores del
mundo han sabido crear una identidad desde sus fogones, que bascula entorno a
la trufa negra y la sabia reinvención de un
sinfín de platos, que están haciendo de la gastronomía de la comarca un
paraíso para los amantes del buen gusto culinario y el apetito cultural. Una
buena combinación: cultura y pitanza, como diría Sancho, acompañada de un
entorno geográfico envidiable.
Dentro
de la magia culinaria de estas semanas, en Morella, haciendo honor a ese
espíritu de hermanamiento entre cultura y gastronomía, se celebran las jornadas
gastroliterarias Morella Negra con la Trufa. Un fin de semana en el que la
literatura va a ser protagonista a mesa y mantel con la trufa negra. Un fin de
semana en el que la novela negra va a acompañar a la trufa negra, en un
aventura cultural digna de un a mención en el Olimpo de las Letras. Escritores,
lectores, hombres y mujeres de la cultura y el buen vivir, se dan cita entorno
a un género literario más vivo que nunca: el género negro, que con el aroma de
la trufa negra, son capaces de crear un ambiente único, que se va a vivir entre
el 22 y 24 de febrero en Morella.
Además,
las jornadas son el colofón de un premio literario digno de mención, por los
pocos premios que existen en España en esa categoría. Se premia una novela ya
publicada, de un escritor o escritora
novel. No creo que existan muchos premios en España que se concedan a obra
primeriza publicada. Chapó por la iniciativa del Ayuntamiento de Morella.
Porque la vida sin literatura es demasiado gris y fútil. Y porque quien fomenta
la creación literaria, está apostando por un futuro vacunado contra la
banalidad. Y si está acompañada de un manjar puesto por los dioses bajo la
tierra para nuestro deleite: miel sobre
hojuelas.
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