Ares del Maestrat
Publicado en Levante de Castellón el 12 de octubre de 2018
Parece que la
gran política se ha dado cuenta ahora del grave problema de despoblación que
están sufriendo la mayoría de los territorios en toda la península, por lo
menos en su parte española. Un problema que no es desconocido, porque se viene
produciendo desde que el nuevo capitalismo, de la mano de la Revolución
Industrial, irrumpe en la sociedad española cambiando todas las formas de vida,
y relacione sociales y económicas anteriores.
Es decir, el despoblamiento de las zonas
rurales empieza en el siglo XIX, acentuándose En España, sobre todo, en la
segunda mitad del siglo pasado. La
necesidad de mano de obra en la industria, provoca un movimiento migratorio del campo a la ciudad
imparable, que luego, cuando se han producido las sucesivas crisis del
capitalismo, arrojando a miles de personas al desempleo y la exclusión social
urbana, no se ha revertido en un
movimiento de vuelta los pueblos rurales.
Los
que ya tenemos suficiente edad para hacer memoria de cómo era la España de los
años cincuenta y sesenta, todavía nos acordamos de la intensa vida que había en
muchas localidades rurales, y cómo se fue apagando, por desidia de las
autoridades políticas, produciéndose un fenómeno que mientras vaciaba los
pueblos en el campo o la montaña (los pueblos de la costa, o muchos de ellos,
se salvaron por el turismo) otras localidades, cercanas a las ciudades,
experimentaron una explosión demográfica sin parangón en nuestra historia, con
no pocos problemas de saturación que, en este caso, sí fueron solucionados por
los poderes políticos, porque tenían un
claro interés económico en ello. Por poner dos ejemplos: en el lado del híper
aumento demográfico podríamos situar a la localidad de Móstoles en Madrid, que
en 1960 tenía 2.500 habitantes y en 2017 206.000; en cambio, en el lado de la
despoblación, bien nos puede servir la localidad castellonense de Ares del
Maestrat, que si en 1960 tenía 1.000 habitantes, en la actualidad, no llega a
los 200 (197 en 2017).
La
despoblación de las zonas rurales puede tener muchas lecturas, cuando nos
ponemos a buscar las causas, pero hay dos que son fundamentales: los servicios
y las comunicaciones. Nadie quiere vivir hoy en lugares donde no hay médico ni
escuela ni internet ni una buena red de comunicaciones por carretera o
ferrocarril, incluyendo aquí el transporte público. Pero además, hay otro
factor que tiene mucho que ver con la despoblación: nos referimos a la
facilidad que tiene el poder para controlarnos en las ciudades, siendo mucho más
efectivo cuando estamos todos agrupados, que si vivimos dispersos.
La
despoblación rural no es un problema mayor que la superpoblación urbana a la
que nos quieren avocar. Sólo hace falta voluntad política con medidas que sean
sugerentes para que la gente no se tenga que ir de sus pueblos por obligación.
¿Cuántos de quienes viven en las ciudades regresarían al campo si hubiese unas
condiciones similares a las urbanas? En vez de lamentarse, los políticos
deberían ponerse a trabajar en medidas como la mejora de los servicios
públicos, las inversiones en infraestructuras, planes de sostenibilidad
económica y fomento de la cultura rural, como un elemento de identidad que
vertebre la sociedad no urbana. Medidas que revertirían la actual despoblación.
Pero para todo ello, hace falta que los
políticos dejen de hablar tanto de sí mismos y pelear por aumentar sus parcelas
de poder. Es necesario que las
instituciones asuman que el ámbito rural también es competencia suya, y aquí
deberían cumplir un importante papel las Diputaciones, como entidades
vertebradoras del territorio, si tuvieran las competencias para poner en marcha
una política de desarrollo rural, capaz de aumentar la población en los pueblos.
Volver
a recuperar el mundo rural no se trata de obligar a la gente a que vuelva a su
pueblo, sino facilitar que quien quiera hacerlo, sepa que sus derechos como
ciudadano no se van a ver disminuidos por la despreocupación del poder.
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