Publicado en Levante de Castellón el 12 de enero de 2018
2018 debería ser uno año dedicado
a la democracia y al progreso, si fuéramos capaces de saber leer la historia
con un espíritu de humildad del que la humanidad, en general, carece, y sobre
todo, el mundo llamado occidental, que presume de vivir en una democracia
avanzada, pero que es incapaz de darse cuenta que este sistema milenario, ya
puesto en práctica por los atenienses y, ciertamente, muy perfeccionado desde
la Revolución Francesa y la irrupción de los movimientos obreros en el siglo
XIX y sufragistas del XX, que derivaron en feminismo a lo largo de la segunda
mitad de siglo pasado, hace aguas por todas sus tuberías, sometido a fuertes
presiones de las oligarquías económicas, que sueñan en convertir la democracia
en plutocracia, además de fuertemente minado por esa plaga de termitas que todo
lo pudren, que se llama corrupción. La democracia del Siglo XXI en occidente no
es para sentirse orgullosos, con una ciudadanía aborregada por el miedo, las
redes sociales y el éxito económico.
Sin
embargo este año 2018 es rico en efemérides que supusieron un soplo de lucidez
en el camino de la humanidad hacia un mundo más justo, democrático y libre. No
estaría de más que reflexionáramos sobre aquellos acontecimientos con el
espíritu crítico suficiente para darnos cuenta que nos hemos salido de la senda
y caminamos ciegos hacia la oscuridad que se combatió con tanto sacrificio,
sobre todo a lo largo del siglo pasado. Sacrificio de miles de personas, como
el ajusticiamiento de los jóvenes de la organización clandestina la Rosa
Blanca, que lucharon clandestinamente, de forma pacífica, contra los nazis y en febrero de este año
hará 75 años que fueron guillotinados por los responsables del delirio del
fascismo nacionalsocialista teutón.
Se
cumplirán 100 años del final de la Gran Guerra, cuando Alemania, que ya empieza
de sentirse llamada a gobernar el mundo, se ve obligada a firmar el armisticio
con las potencias aliadas, que marcara el principio del gran enfrentamiento que
dos décadas después tendrán el fascismo ya dominador de media Europa y la
democracia. Una tensión democracia/fascismo que parecía resuelta después de la
II Guerra Mundial, que hoy vuele a resurgir con fuerza por todo el continente,
con el ascenso de grupos xenófobos y fascistas. Parece que la historia se
olvida cuando han pasado un par de generaciones. Justo ese año 1918 nace el
hombre que se convertirá en el gran líder mundial contra el racismo y la
segregación racial, en un pequeño pueblo de Sudafrica: Nelson Mandela, que
representará algunos de los valores que en este año 2018 deberíamos recuperar,
porque parece que los hemos olvidado, de igualdad, tolerancia y convivencia.
1918
fue un año prolífico en nacimientos de personajes, que nunca deberían dejar de
ser faros de nuestras vidas. Viene al mundo Enrique Tierno Galván, el hombre
que representaba el socialismo amable y democrático; pensador, político,
escritor y mejor alcalde. Pero también vio la luz la primara obra del hombre
que revolucionó la poesía en España: “Impresiones y paisajes” de Federico
García Lorca. Hombres que son iconos de una época donde la utopía de la
libertad todavía estaba viva. Y mujeres, que lucharon por la igualdad, como
seña de identidad de la democracia. Se celebra este año el centenario de la
aprobación del voto para las mujeres mayores de 30 años en Gran Bretaña; un
primer y gran paso, que abrió la puerta a que mujeres de toda Europa
consiguieran en los años venideros el derecho al sufragio. En España se
consiguió con la llegada de la República en el año 1931, gracias al tesón de
parlamentarias como Clara Campoamor.
Hace
50 años, en 1968, se producen dos acontecimientos que suponen un punto de
inflexión en la democracia, que si no tuvo consecuencias inmediatas, si fueron el
germen de luchas posteriores por la libertad democrática. En la antigua
Checoslovaquia se produce lo que se denominó “La Primavera de Praga”, un
movimiento democrático en la periferia del poder
comunista/dictatorial/soviético, que reivindicaba la existencia de un
socialismo democrático y humanista, que si bien fue aplastada por los tanques de
la URSS (¿alguién se acuerda ya de estas siglas?), dejó sembrada la semilla que
brotó décadas después, en ese gran movimiento popular que acabó con el
comunismo en la Europa del este, en cuanto que la Unión Soviética empezó a
tambalearse carcomida por la corrupción y la incapacidad para resolver sus
propias contradicciones.
En
la misma línea de profundizar en la democracia, celebramos también este año el
cincuenta aniversario de aquella revolución urbana y anarquizante que fue el
“Mayo del 68” francés. Un torrente de aire fresco político que inundó el aire
del mundo occidental, incluso el que respirábamos en países marcado por feroces
dictaduras, como la franquista en España. Y aunque aparentemente fue vencida
por el sistema abotargado de la democracia personalista que representaba el
gaullismo francés, este sucumbió a la fuerza que infundieron las revueltas,
finiquitando a una generación de políticos incapaces de dar respuesta a los
cambios sociales y políticos que reclamaba la sociedad francesa y europea. Pero
lo más importante, es que las ideas y los valores que representó el mayo
francés del 68, han sido el motor de esa gran revuelta que en España se ha
llamado el “15-M”, que dio la vuelta al mundo, y de la que todavía no somos
capaces de aventurar cuáles han sido y serán sus consecuencias. Nos falta
perspectiva histórica.
Por
último, celebramos este año el gran acontecimiento de la sociedad española de
la segunda mitad del siglo pasado: la aprobación de la Constitución de 1978.
Hoy, que vivimos un momento de ansiedades que nos conducen al olvido inmediato
de lo que sucede, no alcanzamos a valorar la importancia de aquel
acontecimiento, quizá porque las nuevas generaciones no vivieron la intensidad
política de aquellos años, en los que sociedad española fue protagonista de la
transición de una dictadura a una democracia; quizá porque no hemos sabido, y
alguno querido, explicar cómo era la España de los estertores de la dictadura y
la importancia de alcanzar un acuerdo que arribara en un texto constitucional
democrático. La Constitución, de la que en 2018 celebramos su cuarenta
aniversario, fue el cierre soñado por todos aquellos que sufrieron la dictadura
y los que anhelaban vivir en un país con una democracia similar a la de los
países de nuestro entorno. Que se necesite una reforma en profundidad del testo
constitucional, no significa que haya que destruirla (los españoles somos
expertos en quemar constituciones y así nos ha ido en los últimos doscientos
años). Que sirva este aniversario para poner en valor todo lo que ha
significado la Constitución de 1978 y nadie trate de apropiarse de ella, para
utilizarla en contra de los intereses de la mayoría de los españoles.
Hasta
aquí este pequeño repaso de la importancia que van a tener las efemérides que
vamos a celebrar este año, para que consigamos dar un impulso a la democracia
tan castigada que hoy tenemos.
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