Publicado en Levante de Castellón el 19 de enero de 2018
Debería ser un acontecimiento. La
conexión de una ciudad por AVE es un deseo soñado por no pocas localidades.
Sobre todo cuando nos han vendido que el tren de alta velocidad es como un maná
caído del cielo, que trae los vagones repletos de riquezas, felicidad y
prosperidad. No digo yo que no sea así, pues desconozco cómo ha influido en la
vida de las personas la llegada del AVE a las ciudades donde residen. Si tengo
la sospecha, que esa disputa entre políticos locales de distinto lugares de
España, que sacan pecho para que su ciudad sea agraciada con la fortuna ferroviaria,
tiene más que ver con sus réditos políticos a futuro, que con el bienestar de
la población. Digo réditos políticos, por no hablar de pelotazos urbanísticos
que huelen a podrido, de los que algunas de sus ilustrísimas o sus familiares,
se han beneficiado.
Pero
todo eso no ha pasado en Castellón, por lo menos que se sepa, y, por fin, la
ciudad y su área metropolitana van a tener un AVE a las puertas de casa. Sin
embargo, no se ve alborozo por ello, ni se esperan grandes masas ciudadanas
para el día de la inauguración, con presidente del gobierno incluido, a chupar
cámara, por una obra en la que su gobierno, lo único que ha hecho ha sido
retrasar la llegada del tren veloz, al igual que los gobiernos anteriores.
Muy
mal deben ver las cosas los de su Partido en la Comunidad Valenciana, para que
tengamos el honor de recibir la visita, anunciada, de un presidente de gobierno
(otra cosa es que al final sus altas obligaciones le permitan venir), a una
ciudad insignificante para aquellos que piensan a lo grande en política, cuando
con un ministro habría sido suficiente; eso sí que sería insólito. Claro, como
a uno también, a veces, se le tuercen los pensamientos, me viene a la cabeza que
es mucha casualidad. Justo cuando su Partido valenciano está siendo juzgado por
financiación irregular, con una buena representación de castellonense sentados
en el banquillo, otrora prohombres de la política provincial. Vamos que su
presencia huele a acto de Partido, a lavado de cara, a ver si nos olvidamos de la
Espada de Damocles que pende encima de ellos en la Audiencia Nacional. En
cualquier caso, que el presidente sea bienvenido a Castellón y nos traiga un
poquito de maná, que no sea sólo el del rumboso AVE.
Pero,
volvamos al principio. No entusiasma la llegada del AVE a Castellón. No levanta
pasiones. Y es que la sucesión de retrasos encadenados uno tras otro, durante
once años. De anuncios que se quedaban en eso: pura propaganda de gobierno o
Partido, normalmente coincidiendo con periodos electorales, ha acabado por
aburrir al personal y desinteresarse por la obra. Ya sabes ustedes lo del
cuento de Pedro y el lobo, cuando una mentira, aunque sea piadosa, se sucede en
el tiempo, hace que en el momento de decir la verdad nadie se la crea, y, en
este caso del AVE, no es que no nos lo creamos, es que ya hemos pasado página.
Sobre
todo, cuando tanta espera, tanta obra molesta, tanto anuncio y tanto
presupuesto, es para ahorrarnos media hora de trayecto entre Castellón y
Madrid, pues el ahorro en tiempo importante ya se tuvo hace años, cuando se
puso en marcha el AVE Madrid-Valencia. Además, en la letra pequeña se consigna
que en el trayecto que ahora se inaugura, la alta velocidad va a brillar por su
ausencia, no más de 160 Km/h, y va a suponer un cuello de botella, que,
previsiblemente, va a pagar el cercanías, este sí un tren popular y necesario.
Y no vamos a hablar de la desaparición de otras líneas ferroviarias, de precio
más asequibles para el común de los
mortales, pues la alta velocidad se ha convertido en un medio de
transporte de lujo, sólo accesible para empresas y familias de elevado poder
adquisitivo.
Qué
Castellón tenga un AVE está bien, pues coloca a la ciudad entre las elegidas
del país por sus infraestructuras de comunicación. Qué va a haber
castellonenses que se van a beneficiar por tener media hora menos de viaje a
Madrid, también. Qué el AVE supone una inyección de progreso económico, es un
maná que está por caer, y ver, además, como se distribuye esa riqueza potencial
entre la ciudadanía. Lo único que se vislumbra en el horizonte, son demasiados
interrogantes sobre qué beneficios va a tener sobre el común de los mortales
que residimos en Castellón y cómo va a afectar a otras comunicaciones
ferroviarias. Eso, y la visita del presidente del gobierno, si es que, al
final, viene a Castellón, por su puesto, en AVE.
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