Me importa que Cataluña se independice,
porque me produciría una gran tristeza. Quizá porque pertenezco a una
generación que recitó muchas veces el poema "Vientos de Pueblo" de
Miguel Hernández, y su dibujo de un pueblo español bravo y diverso, en donde
todos tenemos nuestro sitio. Por eso me importa que Cataluña siga perteneciendo
a ese pueblo que dibujó el poeta.
Sin embargo, en este país, heredero de
los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, seguimos entendiendo el asunto
territorial, como una “unidad de destino en lo universal”, que tanto le gustaba
al franquismo proclamar. Un clase gobernante que fundamenta su poder en la
cantidad de territorio que gobierna, que no ha superado mentalmente la época
colonial, cuando los estados versus monarquías europeas se pensaban grandes
cuanto más territorio tuvieran.
Es el nacionalismo el que heredó ese
espíritu de grandeza territorial, pero ahora definida por los intereses
económicos de las élites de cada nación. El nacionalismo, tan perniciosos para
los pueblos, responsable de las brutales guerras habidas desde finales del
siglo XIX.
Ese mismo nacionalismo que ahora se
enfrenta en España: el catalán y el español, como una guerra de gallos que
trata de ocupar su espacio en el corral, es el que nos está conduciendo a esta
situación de disparate político e institucional, de final imprevisible. Pero a
la vez, tan socorrido para tapar las vergüenzas políticas de muchos, que como
una cortina de humo trata de ocultar la verdadera realidad de desigualdad y
empobrecimiento de las clases medias y trabajadoras, que vive el país en su
conjunto.
Volviendo al principio. Me gustaría que
el problema de Cataluña se resolviera por otras vías, con más sentido común, y
menos intereses creados por ambas partes. Pero, si la cerrilidad de las élites
gobernantes en Cataluña y en España no da para más, no veo por qué se pone
tanto énfasis en impedir que decidan los propios catalanes en las urnas, que es
como se hace en democracia; o se haga del referéndum el Santo Grial que va a
convertir Cataluña en la nueva Shangri-La del planeta. A fin de cuentas, independiente
o no, sospecho, que van a seguir gobernando los mismos que han conducido a
Cataluña a este caos social, económico y político que viven, por lo que lo
problemas de los catalanes seguirán siendo los mismos
Quizá no se trate de nada de eso, y sólo
se pretende seguir mareando la perdiz el independentismo, para que ni
catalanes ni ningún español de cualquier otro territorio, nos demos cuenta de
la incapacidad de los gobernantes, tan patriotas ellos, de gobernar para el
pueblo y sus necesidades.
En definitiva, que voten los catalanes
con nuestro respeto y los brazos abiertos, decidan lo que decidan. Aún a riesgo
de que a quienes nos gustaría que siguieran siendo también, españoles, nos
entristezcamos.
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