Imagen: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 30 de junio de 2017
Le tomo prestado a Pilar Urbano
el título de su libro “La gran desmemoria” (Planeta 2017), no para escribir
sobre las cañerías de la Transición, desde los personajes de Adolfo Suárez y
Juan Carlos I, que ella ya reconstruye de manera magistral, sino para sacar a
la luz el gran problema de amnesia que tienen algunos dirigentes políticos
españoles, sobre todo aquellos que están afectados, por activa y por pasiva, en
casos de corrupción. Una plaga de alzhéimer que se manifiesta en cuanto los
susodichos se sientan en el banquillo de los varios juzgados que están tratando
de resolver ese rompecabezas en que se está convirtiendo la corrupción. Se lo
han llevado crudo, pero nadie se acuerda de nada.
Hemos
pasado de la imagen de esposa boba, que nunca ha sabido por qué vivía como una maharaní
–eso era cosa de su marido-, a la del político abnegado en su amor por España,
que nunca ha recibo sobres ni maletines ni fajos de billetes escondidos en
botellas de Moët & Chandon, y si así ha sido no lo recuerda, enfermo de una
desmemoria que esconde una sonrisa sardónica que dice mucho de la consideración
que nos tienen al resto de los mortales.
La última viene por el desfile de altos argos
del PP por la Audiencia Nacional en la época gloriosa de Aznar, como testigos
ciegos y sordos de los años en que la corrupción era una manera más de gobernar
las instituciones. Qué la cúpula dirigente de un Partido esté pasando por el
tribunal, aunque sea como testigos, dice mucho de que calaña de personajes han
estado dirigiendo el país en sus diferentes niveles territoriales, pero que se
hagan el orejas, apareciendo como lerdos que no se enteraban de nada de lo que
ocurría a su alrededor, nos hace pensar que hemos estado gobernados por unos getas
abonados al sobre que nadie sabe por dónde llegaba, o que el grado de
imbecilidad era supino entre determinados dirigentes políticos.
A
PAC nunca le llamaron en relación con
adjudicaciones; a lo mejor el que llamaba era él. A JA, no le cabe en la cabeza
que el PP tenga dinero en Suiza; no sabemos si le cabrá en el bolsillo los
supuestos sobres que supuestamente recibió. AC nunca recibió sobresueldos de
los papeles de Bárcenas; si hubiera sido así los habría declarado. A RR las
anotaciones de los “Papeles de Bárcenas” no son cantidades que él haya
recibido; claro, ya las recibía por otros lados. A JMO no le consta que le
hayan pagado 93.000 € bajo cuerda. Y de Oca a Oca y tiro porque me toca.
Nadie
sabe nada. Nadie es consciente. Que en los Papeles de Bárcenas aparecen siglas
que corresponden con nombres de importantes dirigentes del Partido Popular,
debe de ser una casualidad o que el portero, el chofer, o el de la tienda de
embutidos tienen nombres parecidos; que les pregunten a ellos. No deben andar desencaminados
después de enterarnos que el millón de euros aparecido en el maletero del
armario de los suegros de Granados eran del repartidor de IKEA. Así es la vida,
llena de extrañas coincidencias y de grandes desmemorias que le hacen a uno
olvidarse hasta de su nombre.
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