Castellón
vuelve a entrar en escena literaria, otra vez de la mano del inspector Monfort,
que vuelve a recorrer las calles de la ciudad y los parajes de la provincia,
con su peculiar estilo de policía a la antigua usanza en plena crisis de
identidad profesional, al chocar sus métodos expeditivos, cuando estos son
necesarios y de viejo sabueso, que prefiere olfatear el escenario del crimen y
perseguir sospechosos, con la excesiva fe en la ciencia criminológica de sus
colegas más jóvenes y los miedos a salirse del protocolo de sus jefes.
En
esta tercera entrega de las saga que Julio Cesar Cano acaba de publicar bajo el
título de “Ojalá estuvieras aquí”, Monfort se encuentra también en una crisis
de identidad personal, con el medio siglo ya superado, lo que le hace afrontar
el futuro desde una perspectiva diferente, como si el tiempo empezara una
cuenta atrás que no tiene retorno. Se enfrenta a una realidad metafísica que
podríamos resumir en un pregunta: ¿Cuánto tiempo me queda, para hacer qué?, que
lo humaniza, mostrando su lado más culto, amante de la buena vida, preocupado
por sus seres queridos y sumergido en un mar de dudas. Decía Miguel de Unamuno
que la vida es duda, y la fe sin la duda es sólo muerte.
En
“Ojalá estuvieras aquí” se nos revela que el inspector Monfort es un hombre de
fe, porque él cree firmemente en su capacidad para desentrañar los misterios
que envuelven el crimen, los crímenes en esta novela; una fe en sus maneras de
policía intuituvo que le impelen a cargarse de dudas, siendo estas las que le incitan
a superarse, y creer más en sí mismo. El acierto de Julio César Cano, es que
este proceso que podría dar lugar a un personaje literario petulante e
insoportable, ejerce sobre el lector un efecto contrario, incluso a veces de
empática compasión, al mostrarse perdido en un mundo que ya está empezando a
dejar de ser el suyo.
El
resto de personajes policiales, incluso el de Silvia Redó, su abnegada y joven
compañera, sigue orbitando alrededor de él, epicentro de toda la investigación
que se monta tras aparecer degollado en un rincón del Mercado Central de
Castellón un empresario de doble vida. Todos no, hay un personaje de nueva
aparición, que rompe todos los esquemas, incluso se los rompe al propio
Monfort: la juez Elvira Figueroa, una mujer fascinante, que atrapa por su fuerte y bien trazada personalidad, que
esperemos no sea trasladada de su plaza de Castellón y siga apareciendo en
próximas entregas.
El
buen hacer de Julio Cesar Cano en esta novela tiene otra perla: una historia paralela
de abnegación, pasión por el boxeo, sexo, deseo, alcohol y ambición, que
construye la novela tanto como la investigación del inspector Monfort, dándole
una potencia admirable.
En
definitiva, “Ojalá estuvieras aquí”, es
una buena novela, quizá la mejor de la saga hasta la fecha; con ingredientes
novedosos y enmarcada en un atrezzo cada vez más literario, como es Castellón, desarrolla una trama muy bien elaborada, con
un personaje en pleno proceso de convertirse en referente de la novela
negra/policial en España, lo que le ha
valido el Galardón Letrás del Mediterráneo de este año 2017.
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