Imagen: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 27 de enero de 2017
Este año, concretamente el 15 de
junio, conmemoraremos el 40ª aniversario de las primeras elecciones
democráticas, después de la muerte de Franco y sus cuarenta años de dictadura
fascista, apostólica y romana. Es un motivo de celebración, a pesar de que hoy
se está haciendo una revisión crítica de la Transición, necesaria para la buena salud democrática del
país. Aquellos años fueron de una intensa actividad política, de la que la
sociedad no estuvo ausente, exigiendo más y mejor democracia. El resultado fue
un país más tolerante, con unas enormes ganas de libertad y un mayor reparto de
la riqueza, gracias a que el estado de bienestar empezó a desarrollarse,
acercándonos a los países de nuestro entorno europeo.
Una
de las luchas más intensas que se llevaron durante toda la Transición fue la de
la exigencia de libertad de expresión. No era una lucha baladí, teniendo en
cuenta que veníamos de una dictadura donde que la prensa
estaba sometida,
permanentemente, a la censura del Régimen, y sólo podían hablar con cierta
alegría los aduladores de Franco, ya fueran curas, falangistas, pelotas o
lameculos.
Por
eso fue de vital importancia, para que la democracia alcanzara las cotas
normales en otros países, que no censuraran a nadie por sus opiniones y mucho
menos lo encarcelaran, como sí era habitual durante la dictadura. Nadie, salvo
los más retorcidos personajes del fascismo patrio, se planteaba poner límites a
esa libertad, porque cuando se empiezan a trazar fronteras legales a la
libertad de expresión, se cercena la democracia y nuestra libertad individual.
Para los excesos estaban los tribunales, que dictaban sentencias sobre hechos
concretos y nunca normas coercitivas de ese derecho.
Sin
embargo, en los últimos años, estamos asistiendo a una involución impuesta por
la derecha más refractaria a la libertad de opinión pública o individual, que
nos está retrotrayendo a unos tiempos pasados, que creíamos ya lejanos. El
ascenso al poder por parte de sectores de neofascismo en el gobierno de los últimos
años, muy personalizado en nacional/católicos como Fernández Díaz, exministro
del Interior, nos ha conducido, con el beneplácito del gobierno, a leyes qué
sólo tienen como fin coartar la libertad de expresión, amordazando a cualquier
grupo o persona que representa una amenaza para las gentes de orden y, sobre
todo, para sus economías, de ahí el nombre popular de Ley Mordaza que le ha
dado al sabiduría ancestral de la sociedad española.
Es
inconcebible que en Estados Unidos, se pueda cagar uno (con perdón) en la bandera,
o soltar por la boca culebras contra su presidente u otros altos cargos
públicos, sin que nadie tema por ser enjuiciado, y en España, por hacer varios chistes sobre
Carrero Blanco, que en paz descase después de subir a los cielos, y publicarlos
en twitter, la fiscalía pida para su autora dos años y medio de cárcel. ¿Qué
está pasando, cuando se intenta encarcelar a sindicalistas, activistas sociales
o personas que expresan sus opiniones en las redes sociales, por el simple
hecho de protestar contra las instituciones y sus dirigentes? Algo no muy
deseable.
Estamos
ante un atentado en toda regla contra la libertad de expresión sin precedentes
en las últimas décadas. La manifestación de opiniones y actos públicos que hace
unos años eran considerados como normales y saludables democráticamente, ahora
se han convertido en delito, por la gracia de unas leyes hechas a la medida de
una derecha (no toda afortunadamente)
que añora demasiado el franquismo. Y eso nos debería preocupar y
hacernos exigir que Las Cortes y el gobierno deroguen de una vez por todas la
Ley Mordaza. No es de recibo que cantantes como César Strawberry, del grupo Def
con Dos, hayan sido condenados por el Supremo a un año de cárcel, por hacer
comentarios sobre víctimas del terrorismo etarra, por muy desafortunadas y
groseras que sean; aunque si hubiera sido sobre víctimas del 11-M, quizá hoy no
estaría condenado.
La
libertad de expresión es un derecho y respetarlo no significa defender o
participar de opiniones que no nos gustan, esa es la grandeza de la democracia
que hoy, en España, está siendo secuestrada, por aquellos que sólo tienen
interés en que nos pleguemos a sus dictados, es decir, acercarnos cada vez más
a una dictadura pintada de rosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario