Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 1 de juliode 2016
“Un pan con dos hostias”. Eso es
el resultado que ha conseguido la izquierda después de seis meses y dos
elecciones generales por medio. La sensación que le queda a uno es haber
asistido al juego de intereses electorales más imbécil desde que se instauró la
democracia. Pues haber tenido la posibilidad de formar un gobierno de
izquierdas y tirarla por la borda por la miopía de la que han hecho gala unos
dirigentes políticos que deberían dejar paso a otros con más capacidad de
entender que cuando un tren pasa por la estación, si no se coge, ya no volverá
nunca. Y, como Penélope, te puedes pasar la vida esperando a que llegue tú oportunidad
de montarte en él.
Ahora
vienen las lamentaciones, los golpes de pecho. Unidos Podemos ha sido un fiasco
incapaz de rentabilizar una coalición que despertó mucha expectación entre el
electorado de izquierda. Sin embargo, la salvaje campaña de desprestigio y
difamación llevada a cabo contra ellos y sus líderes por todos los Partidos y medios
de comunicación ha tenido su efecto. Aunque no ha sido este el único factor que
explica los malos resultados de la coalición: esas declaraciones de comunismo
trasnochado, que han partido de algunos sectores de Izquierda Unida; el
mesianismo de Podemos, que a veces parece que ha venido a salvar el planeta de
las fuerzas oscuras de la política; y el poco interés que han mostrado algunos
sectores de ambas organizaciones por la coalición electoral, han hecho que el
precio a pagar por haber tonteado tanto a la hora de sentarse a negociar un
acuerdo de izquierdas, que hubiese impedido estas nuevas elecciones, ha pesado
como una losa en los resultados de la coalición, hasta el punto de haber
perdido un millón de votos. Cifra nada
despreciable. Pero aún estos han reconocido su fracaso, a falta de una
autocrítica reflexiva y serena que explique porque hemos llegado a esta
situación. Aunque no puedo quitarme de encima una sospecha que tiene su
epicentro en las cavernas del Ministerio del Interior.
Lo
que no sé cómo calificar es lo del PSOE. Vuelve a salir Pedro Sánchez la noche
electoral feliz por el resultado, acompañado de una dirección que más parece
puesta por sus enemigos internos a ver si se le dan ya el golpe definitivo y el
sorpasso no viene de Podemos, sino del sur. Que habiendo perdido cinco
diputados, sin entrar en más detalles, nos
presenten el resultado del 26-J como un triunfo, dice mucho de la baja categoría
de sus líderes. Claro que si interpretamos que el PSOE jugaba en otra liga, que
no era la de ganar las elecciones, sino quedar por encima de Podemos, hay que
felicitarles. Misión cumplida, aun a costa de que volvamos a tener un gobierno
del PP. Siguen en caída libre y son incapaces de reconocer su fracaso elección
tras elección. Pero ellos han ganado, el enemigo a batir no era la derecha, con
parte de esta ya pactaron un gobierno, sino todo lo que se movía a su
izquierda. Porque lo que a Pedro Sánchez y a su equipo les preocupa es ser el
Partido hegemónico de la izquierda, así lo han declarado triunfantes. Que los
españoles salgamos del agujero en el que nos han metido las políticas
neoliberales, es secundario. Sánchez y su equipo han salvado el culo ante
quienes vienen cuestionándoles dentro de su Partido. Y eso es lo que vale.
Rajoy,
el hombre del laissez faire, laissez passer, se estará fumando un puro. La
apuesta del PSOE por Ciudadanos le ha brindado unas nuevas elecciones en las
que ha dado un golpe de muerte a un posible gobierno de izquierdas, y de paso
ha reducido al Partido de Rivera, a mera comparsa de sus intereses.
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