Publicado en Levante de Castellón 13 de Noviembre de 2015
No sé si a ustedes les sucede
igual que a mí, pero el llamado “Proces” en Cataluña, empieza a ser un tostón,
por la saturación a la que estamos siendo sometidos por los medios de
comunicación, anulando cualquier otra noticia que suceda más acá del Ebro (digo
esto como expresión metafórica). A veces me pregunto qué pasaría si todo este
embrollo entre élites políticas inconscientes tuviera en los informativos los
veinte segundos de rigor que se dedican a otras noticias.
El Proces (lésase
prusses), me recuerda al libro “El proceso” de KafKa, aquel en que el ciudadano
Josef K., de repente se encuentra inmerso en un proceso ante la justicia sin
saber el motivo que se le imputa, y por más que apela y recurre, siempre choca contra el muro de la
burocracia. Algo así como lo que está ocurriendo en Cataluña, que si
sustituimos burocracia por intereses nacionalistas, cualquier ciudadano con
sentido común que apele a la cordura entre el nacionalismo español y el
nacionalismo catalán se estampa contra le muro de la intolerancia y los hechos
consumados.
Y es que el
nacionalismo es un buldócer que todo lo que se interpone en su camino lo
arrasa. Cuando la Caja de Pandora nacionalista se abre todo lo demás deja de
existir. Si no, fijémonos en la agilidad de Mariano Rajoy, impasible el ademán
ante cualquier problema, con la que actúa contra lo que está sucediendo en
Cataluña, con una actitud que recuerda al
bombero pirómano, que primero cabrea a los catalanes hasta la ira
enrojecida de estos y luego quiere aparecer como el hombre llamado a salvar
España, en una unidad de destino en lo universal. Y para contrarrestar el
despliegue de reuniones y declaraciones como si se le fuera la vida en ello, la
presidenta del Parlament Catalán, Carme Forcadell, prietas las filas recias marciales, hace saber que llegará donde
sea para hacer cumplir el mandato del 27-S (empieza a dar miedo esa señora.
¿Qué significa llegaré donde sea?). Y suma y sigue en esta carrera de autos
locos sin faros, en una noche cerrada al borde de un acantilado.
Pero en el
fondo, lo que hay es mucho teatro, demasiado postureo de cara a la galería. Así
la presidenta del gobierno, actuando de bruja mala, dice con enojo, arrugando el
entrecejo, que el gobierno al minuto después de aprobar el Parlamento de
Cataluña la resolución de independencia, recurrirán al Tribunal Constitucional,
tan dramáticamente enfadada, que sólo la faltaba golpear con el dedo índice la
mesa, para hacernos ver que van a aplastar a esos mequetrefes independentistas.
Lo malo del
teatro es que la compañía sea mediocre y la función sólo levante los bostezos
del público, al ver a unos actores que no se creen el papel que están
interpretando. Terminada la función, claro, sin aplausos, ellos se quedan en
sus camerinos para no escuchar los abucheos de un público enfadado y aburrido.
Algo así como la escenificación a bombo y platillo, nuestras
escuadras van, de los líderes catalanes de los tres partidos apuntados al
nacionalismo español más rancio, posando y sonriendo antes de registrar un
recurso en el Tribunal Constitucional, contra la celebración del pleno del
Parlament. Un recurso muy escenificado, pero que cuando es tirado para atrás
por el TC, vuelven a quedarse en el camerino sin dar más explicaciones, ni
asumir su error. (Por cierto me gustaría que alguien explicara qué pintaba el
líder del PSC, posando con un protofascista como es líder del PP catalán).
Después en el Pleno cada uno por su lado, que en breve hay elecciones.
Aunque para
teatro, tenemos al gran maestro de la escena que es Artur Más, el hombre capaz
de actuar desde la sombra, tras los bastidores del escenario, mis camaradas fueron a luchar… la vida a
España (Cataluña en este caso) dieron al morir. Ese hombre que sólo sale a
escena en los grandes momentos, cuando su compañía le rodea y colma de aplausos,
es capaz, en nombre de la causa, al igual que Napoleón, de sacrificar a sus
generales, la tropa está claro que sólo sirve para ser carne de cañón, en aras
de la victoria final, ya las banderas
cantan victoria al paso de la paz.
Pero la
sospecha de que todo esto no sea más que una burda representación, un sainete
fácil encontrado entre los libretos del teatro, para no representar la
verdadera obra para la que se les contrató, por la dificultad interpretativa
que esta contiene, no puede quitársela uno de encima. Lo decía muy bien Iñaki
Gabilondo el otro día: “En virtud del proceso soberanista catalán, hemos logrado que millones de
españoles hayan visto desaparecer de sus ojos todos los temas que afectan a la
realidad de su vida”. Sospechoso es que la paro, la desigualdad, la corrupción,
los recortes, el empleo precario y empobrecedor de millones de españoles… todo,
como un encanto de magia, se haya escurrido por la chistera del
nacionalismo. A mes y medio de las
elecciones, solo hay un tema que preocupa a una gran parte de la clase política
española y catalana: la ruptura de España. Los que les ha permitido esconderse
tras las pliegues del nacionalismo para no tener que comparecer ante la
ciudadanía como unos gobernantes nefastos y de parte, en este caso de los
élites del poder político y económico, ya
han florecido rojas y frescas, las rosas en mi haz.
Mientras, el debate que debería estar habiendo
en pleno proceso electoral, se hurta, se escamotea, se ningunea (resulta curioso ver como a las
formaciones que están planteando otras alternativas que no pasan por las
nacionalistas, están siendo invisivilizadas en los medios), en favor de unas
miras más altas, cara la mañana que nos promete Patria, Justicia y Pan, que sólo les
interesa a ellos, a los que se les llena la boca de España y Cataluña y se olvidan,
si es que alguna vez nos han tenido en consideración, de los españoles y los
catalanes. Esos sujetos a los que hay que cegar con banderas y cánticos
patrióticos, para que no se les ocurra interesarse por los problemas que les
afectan. Y sobre todo para que no piensen y lleguen a la conclusión de que a
los españoles y los catalanes no les va a modificar su vida que Cataluña y
España estén juntas o separadas, pero sí que gobierne la derecha o la
izquierda.
Otra cosa es que a muchos nos
resultaría triste que la cerrazón del nacionalismo, de ambos lados, acabara
separando a los españoles de los catalanes. Es decir, que no nos gusta la
independencia, pero que abogamos por que sea la democracia la que decida y se
pueda hacer un referéndum en condiciones favorables, para que haya un debate
constructivo entre catalanes, sobre qué tipo de relación quieren con el resto
de los españoles. Pero eso parece que ahora ya no le interesa a nadie.
Muy bien expresado. La verdad es que los políticos en esta circunstancia específica, como en otras en que tienen están en plena pugna por el poder son como una caterva de pollos sin cabeza jugando a ese juego de las sillas, en el que uno se va a quedar sin asiento. Las personas no tenemos cabida, seamos españoles, catalanes o mediopensionistas. :)
ResponderEliminarEl nacionalismo es un pelea entre élites territoriales de poder, que ne poco o nada benefician a la población. Pero es muy fácil agitarla apelando a los sentimientos de superioridad que todos creemos tener sobre los demás.
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