domingo, 13 de septiembre de 2015

Refugiados en Europa




Fotos: Autores desconocidos


                                                                                                              
Publicado en Levante de Castellón el 11 de Septiembre de 2015
A principios de Febrero de 1939 la frontera de Francia con España, recibió una avalancha de refugiados españoles que huían, en este caso más que de la guerra, de la derrota. El miedo a las represalias del nuevo fascismo español, encarnado por Franco y sus seguidores; y la esperanza de poder seguir viviendo en libertad, aunque fuese fuera de su país, pero lejos de la moral ultracatólica y fascista que representaba la España de Franco, provocó que cientos de miles de republicanos se agolparan ante las fronteras de Portbou, Le Perthus, etc., tras la caída de Barcelona en manos del ejército franquista y por efecto dominó el resto de Cataluña.
                Pero la ola españoles que buscaba asilo en Francia no fue bien recibida por el gobierno de aquel país, presidido entonces por la radical Édouard Daladier, que fiel a su comportamiento de no intervención en la Guerra Civil española, que dejó a la República sola frente a los países fascistas europeos que sí intervinieron y mucho, tuvo un proceder rastrero y muy mezquino con los republicanos que buscaban refugio y exilio. Primero con el cierre de las fronteras hasta que el 28 de Enero, el ministro de la República Álvarez del Vayo consiguiera que las abrieran, aunque las autoridades francesas sólo lo hicieron para la población civil. Posteriormente, el 5 de Febrero consintieron abrirlas para los combatientes, debido a las decenas de miles de estos que se agolpaban ante los puestos fronterizos y por el miedo a que empezaran a colarse en el país vecino cruzando los Pirineos, montaña a través, lo que les convertiría en refugiados no controlados.
                El gobierno francés convirtió el éxodo de republicanos españoles hacia su país en un calvario, no solo por el trato vejatorio, violento y agresivo del que hicieron gala los gendarmes en la frontera, sino porque después de separar a las familias, los confinó en campos de retención, que bien podrían denominarse en algunos casos de exterminio, dadas las condiciones de abandono e insalubridad que presentaban. Entre ellos habría que destacar el campo de Argelès-sur-mer, donde hacinaron a más de 100.000 republicanos en una playa sin más servicios que la arena, el mar y el frío. Hubo otra media docena de campos en donde se internó a miles de españoles, que penaron de esta manera la desgracia de haber perdido en una guerra en el país que muchos tenían como inspiración de la libertad.
                Esto es a grosso modo lo que sucedió en aquella gran oleada de exiliados que Europa no supo gestionar, quizá porque vivía años de enorme convulsión política, militar y diplomática. Tanta que ni siquiera fue capaz de frenar una guerra que la destruyó con la saña que solamente los hermanos suelen golpear. Pero es el retrato de lo que está sucediendo hoy, en la segunda década del siglo XXI, con la oleada de refugiados que están intentando conseguir en Europa una vida, ya no más digan que la que disfrutaban en su país, sino más segura. Personas que huyen de la guerra y la barbarie a la que les han conducido unas clases dirigentes, ya sean políticas o religiosas, que sólo piensan en cómo proteger sus intereses de casta, frente a todo o que se ponga por delante.
                Vienen casi con lo puesto, familias que en sus países llevaban una vida normalizada, con los problemas cotidianos que usted y yo podemos tener, anhelando volver a tenerlos, aunque sea fuera de su país. Hombres, mujeres y niños que se han tenido que embarcar en una travesía, al igual que lo tuvieron que hacer los republicanos españoles, de incertidumbre y desestructuración personal, tanto física como psicológica.  En donde la muerte es una compañera diaria, que han podido tocar, percibir su aliento cada vez que se ponían en camino hacia una Europa que está en deuda con ellos.
                Digo bien en deuda. Porque todos los conflictos que están provocando este éxodo masivo de refugiados hacia el continente y que ya han ocupado por  millones las zonas geográficas limítrofes a sus países, han sido provocados directa o indirectamente por los gobernantes europeos, atizando el fuego del enfrentamiento contra tiranos locales que ya habían dejado de servirles, para luego, cuando sus intereses se han visto comprometidos, abandonar el conflicto a su suerte. Europa se ha comportado de una manera irresponsable, farisaica, tirando la piedra y escondiendo la mano, con los ciudadanos de aquellos países que aquí se denominaron de “primaveras árabes”, que gracias a la cobardía europea se han convertido en fríos inviernos de sangre. Porque al capitalismo europeo no le interesan democracias libres y prósperas en su entorno, sino más bien países dóciles a los que puedan seguir explotando y tiranos agradecidos, enriquecidos a costa de sus pueblos. Esa es la realidad que está en el origen de los conflictos en Siria, Libia, Egipto, Yemen, Ucrania, etc. y la irrupción de grupos islamistas radicalizados que pretenden destruir occidente. Una realidad que nos ha propinado una bofetada inesperada, pero inevitable, con la oleada de refugiados que quieren acceder a territorio de la UE.
                Sin embargo el comportamiento de las autoridades europeas sigue siendo el mismo que el de las francesas en 1939. Lavarse las manos, mirar para otro lado, considerar a los refugiados como delincuentes que generan un problema de orden público, o como en el caso de Mariano Rajoy, como un problema de mafias, a las que se entregan incautamente miles de personas. Nunca me dejará de asombrar la hipocresía de este hombre y la estupidez de sus declaraciones.
                El caso es que la UE se ha convertido en un mercado de compra venta de refugiados. Yo te compro tantos si a cambio tú me das tanto. No nos ha de extrañar en una institución que han convertido simplemente en eso, un mercado donde todo se compra y se vende. Donde la solidaridad y la hospitalidad institucional hacia el que la necesita se mide por una fotografía que nos muestra a un niño muerto en una playa y la presión que los ciudadanos europeos, desgraciadamente no todos, estén ejerciendo sobre sus respectivos gobiernos. Una solidaridad gubernamental tan asimétrica, como lo es la política de egoísmos que se dirime dentro de la Unión Europea.

                No se trata de números a repartir. Hablamos de personas víctimas del delirio de las élites mundiales. Y Europa debe asumir su papel de responsable en todo este problema y dar exilio a quienes lo soliciten. Porque quienes empiezan a sobrar no son los que viene, sino quienes nos gobiernan con el engaño, la austeridad y la desigualdad por bandera.

2 comentarios:

  1. Análisis completo, opiniones compartidas.
    Todo queda por hacer aunque ya se manifiesta la voluntad de la ciudadanía por hacerlo.
    Serán capaces de tardar un minuto más?

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