Fotos: Autores desconocidos
Publicado en Levante de Castellón el 11 de Septiembre de 2015
A principios de Febrero de 1939
la frontera de Francia con España, recibió una avalancha de refugiados
españoles que huían, en este caso más que de la guerra, de la derrota. El miedo
a las represalias del nuevo fascismo español, encarnado por Franco y sus
seguidores; y la esperanza de poder seguir viviendo en libertad, aunque fuese
fuera de su país, pero lejos de la moral ultracatólica y fascista que
representaba la España de Franco, provocó que cientos de miles de republicanos
se agolparan ante las fronteras de Portbou, Le Perthus, etc., tras la caída de
Barcelona en manos del ejército franquista y por efecto dominó el resto de
Cataluña.
Pero
la ola españoles que buscaba asilo en Francia no fue bien recibida por el gobierno
de aquel país, presidido entonces por la radical Édouard Daladier, que fiel a
su comportamiento de no intervención en la Guerra Civil española, que dejó a la
República sola frente a los países fascistas europeos que sí intervinieron y
mucho, tuvo un proceder rastrero y muy mezquino con los republicanos que
buscaban refugio y exilio. Primero con el cierre de las fronteras hasta que el
28 de Enero, el ministro de la República Álvarez del Vayo consiguiera que las
abrieran, aunque las autoridades francesas sólo lo hicieron para la población
civil. Posteriormente, el 5 de Febrero consintieron abrirlas para los
combatientes, debido a las decenas de miles de estos que se agolpaban ante los
puestos fronterizos y por el miedo a que empezaran a colarse en el país vecino
cruzando los Pirineos, montaña a través, lo que les convertiría en refugiados
no controlados.
El
gobierno francés convirtió el éxodo de republicanos españoles hacia su país en
un calvario, no solo por el trato vejatorio, violento y agresivo del que
hicieron gala los gendarmes en la frontera, sino porque después de separar a
las familias, los confinó en campos de retención, que bien podrían denominarse
en algunos casos de exterminio, dadas las condiciones de abandono e
insalubridad que presentaban. Entre ellos habría que destacar el campo de Argelès-sur-mer,
donde hacinaron a más de 100.000 republicanos en una playa sin más servicios
que la arena, el mar y el frío. Hubo otra media docena de campos en donde se
internó a miles de españoles, que penaron de esta manera la desgracia de haber
perdido en una guerra en el país que muchos tenían como inspiración de la
libertad.
Esto
es a grosso modo lo que sucedió en aquella gran oleada de exiliados que Europa no
supo gestionar, quizá porque vivía años de enorme convulsión política, militar
y diplomática. Tanta que ni siquiera fue capaz de frenar una guerra que la
destruyó con la saña que solamente los hermanos suelen golpear. Pero es el
retrato de lo que está sucediendo hoy, en la segunda década del siglo XXI, con
la oleada de refugiados que están intentando conseguir en Europa una vida, ya
no más digan que la que disfrutaban en su país, sino más segura. Personas que
huyen de la guerra y la barbarie a la que les han conducido unas clases
dirigentes, ya sean políticas o religiosas, que sólo piensan en cómo proteger
sus intereses de casta, frente a todo o que se ponga por delante.
Vienen
casi con lo puesto, familias que en sus países llevaban una vida normalizada,
con los problemas cotidianos que usted y yo podemos tener, anhelando volver a
tenerlos, aunque sea fuera de su país. Hombres, mujeres y niños que se han
tenido que embarcar en una travesía, al igual que lo tuvieron que hacer los
republicanos españoles, de incertidumbre y desestructuración personal, tanto
física como psicológica. En donde la
muerte es una compañera diaria, que han podido tocar, percibir su aliento cada
vez que se ponían en camino hacia una Europa que está en deuda con ellos.
Digo
bien en deuda. Porque todos los conflictos que están provocando este éxodo
masivo de refugiados hacia el continente y que ya han ocupado por millones las zonas geográficas limítrofes a
sus países, han sido provocados directa o indirectamente por los gobernantes
europeos, atizando el fuego del enfrentamiento contra tiranos locales que ya
habían dejado de servirles, para luego, cuando sus intereses se han visto
comprometidos, abandonar el conflicto a su suerte. Europa se ha comportado de
una manera irresponsable, farisaica, tirando la piedra y escondiendo la mano,
con los ciudadanos de aquellos países que aquí se denominaron de “primaveras
árabes”, que gracias a la cobardía europea se han convertido en fríos inviernos
de sangre. Porque al capitalismo europeo no le interesan democracias libres y
prósperas en su entorno, sino más bien países dóciles a los que puedan seguir
explotando y tiranos agradecidos, enriquecidos a costa de sus pueblos. Esa es
la realidad que está en el origen de los conflictos en Siria, Libia, Egipto,
Yemen, Ucrania, etc. y la irrupción de grupos islamistas radicalizados que
pretenden destruir occidente. Una realidad que nos ha propinado una bofetada
inesperada, pero inevitable, con la oleada de refugiados que quieren acceder a
territorio de la UE.
Sin
embargo el comportamiento de las autoridades europeas sigue siendo el mismo que
el de las francesas en 1939. Lavarse las manos, mirar para otro lado,
considerar a los refugiados como delincuentes que generan un problema de orden
público, o como en el caso de Mariano Rajoy, como un problema de mafias, a las
que se entregan incautamente miles de personas. Nunca me dejará de asombrar la
hipocresía de este hombre y la estupidez de sus declaraciones.
El
caso es que la UE se ha convertido en un mercado de compra venta de refugiados.
Yo te compro tantos si a cambio tú me das tanto. No nos ha de extrañar en una
institución que han convertido simplemente en eso, un mercado donde todo se
compra y se vende. Donde la solidaridad y la hospitalidad institucional hacia
el que la necesita se mide por una fotografía que nos muestra a un niño muerto
en una playa y la presión que los ciudadanos europeos, desgraciadamente no
todos, estén ejerciendo sobre sus respectivos gobiernos. Una solidaridad
gubernamental tan asimétrica, como lo es la política de egoísmos que se dirime
dentro de la Unión Europea.
No
se trata de números a repartir. Hablamos de personas víctimas del delirio de
las élites mundiales. Y Europa debe asumir su papel de responsable en todo este
problema y dar exilio a quienes lo soliciten. Porque quienes empiezan a sobrar
no son los que viene, sino quienes nos gobiernan con el engaño, la austeridad y
la desigualdad por bandera.
Análisis completo, opiniones compartidas.
ResponderEliminarTodo queda por hacer aunque ya se manifiesta la voluntad de la ciudadanía por hacerlo.
Serán capaces de tardar un minuto más?
Son capaces de eso y más.
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