La
izquierda progresista vive en una cierta zozobra por la incapacidad de
transmitir los logros sociales, políticos y económicos, que se están
produciendo en España. Es una paradoja, que el gobierno que más medidas está
tomando en beneficio de la ciudadanía, no consiga obtener un apoyo firme entre
un electorado, que se deja llevar más por los cantos de sirenas de la derecha,
que al igual que las nereidas en el poema La Odisea de Homero, siempre
acaban ahogando a quienes los escuchan.
El
debate está servido en la izquierda y empieza a tomar cuerpo. Sin embargo, los
caminos por donde transita la discusión sobre cómo conjurar ese maleficio no
son siempre los más acertados, quizá, porque también la izquierda, se deja
llevar por tiempos de sublimación de lo mediático, como instrumento para hacer
valer sus ideas. Posiblemente ahí resida el quid de la cuestión. Si la
izquierda todo lo fía a cómo propaguen los medios de comunicación sus logros, a
mi juicio, se está equivocando.
No
quiero decir que los medios sean prescindibles para la acción política, y en
democracia menos que nunca, porque si son serios y profesionales, tienen la
misión de combinar la información con la opinión y ejercer de contrapeso a las
otras instituciones del Estado. A los medios hay que tratarlos con cariño
recíproco. Lo que sucede, es que en la actualidad es muy complicado para la
izquierda, con la mayoría de los medios ejerciendo de altavoces de la derecha y
la extrema derecha, militantes de una ideología muy conservadora y de dudosa
calidad democrática; con pseudomedios abonados al bulo y la mentira, como
instrumentos de acción política y judicial contra el gobierno y la izquierda en
general, por otro lado bien controlados y regados de dinero por las
instituciones que gobierna la derecha; y porque el dinero, cuando se pone al
servicio de una ideología política, normalmente de la derecha ultraliberal y
conservadora, es quien alimenta económicamente a muchos medios de comunicación,
que no dudan en servir a quien los paga.
Es
por ello que la izquierda se equivoca al fiar su suerte a los medios, y
quejarse, como infantes enfadados, de que no les hacen caso, o de que el
gobierno actual no hace lo suficiente para que lo escuchen. Jugar a eso, es
jugar en campo contrario, siempre, con las normas que establece el equipo
titular del campo. Para ser más explícito, es jugar al mus con las cartas
marcadas por la pareja contraria y, claro, así siempre ganan. Mucho más si el
terreno de competición son la redes sociales, que gracias a los algoritmos
controlados por el nuevo tecnocapital al servicio de la derecha más
ultraliberal, limita, como ellos quieren, el alcance de lo que tenga que decir
la izquierda, cuando no dan paso a una legión de odiadores, conspiranóicos y
negacionistas, que ¡oh!, siempre simpatizan con la extrema derecha, para
demoler, virtualmente, todo lo que no guste a los dueños de las redes.
Sin
embargo, no está todo perdido. La izquierda, sin abandonar los medios de
comunicación, debe tener claro que su campo de juego principal no es ese, por
los motivos expuestos más arriba. Quizá debería replantearse volver a sus
métodos tradicionales, aquellos en los que sabe moverse y siempre le han dado
buenos resultados. Me estoy refiriendo, aunque parezca viejuno lo que voy a
decir, volver a estar presente en la sociedad civil. A ocupar el espacio que
nunca debería haber perdido, abducida por la sencillez de una nota de prensa o
tener muchos contactos, a los que hay que devolver el favor. Me refiero a que
el trabajo de propaganda, concienciación e información tiene que volver a las
asociaciones: de vecinos, amas de casa, de jóvenes, deportivas, culturales,
sociales, educativas, de mayores, etc., etc., etc. Es ahí donde la izquierda
tiene todo su potencial, donde se puede conseguir que los ciudadanos y
ciudadanas alcancen a ver quién gobierna en su favor, con leyes y medidas que
benefician a la inmensa mayoría de la población, y quién lo hace para esa
minoría que detenta el poder económico a costa del resto. Es volviendo a tener
presencia en la sociedad civil cuando la izquierda recuperará el espacio que
debe tener en una sociedad democrática.
Este
no es un camino fácil, porque exige la movilización de los partidos, para
retomar presencia en la calle y en la conciencia de la ciudadanía. Pero no hay
otro. Siempre, claro está, que no sea excluyente de todos los demás. Quiero
decir, que es en el uso combinado de los medios y la presencia en la sociedad
civil y laboral, junto a un intenso plan de propaganda intelectual a través de
escritos, charlas, conferencias, cultura, etc., donde se puede rellenar ese
vació que deja el no ser capaces de transmitir a la sociedad todo lo que se
hace y lo que se piensa. Esta es mi humilde opinión, que posiblemente, esté
equivocada en parte o en todo.
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