Me
resulta muy difícil escribir sobre una catástrofe de dimensiones tan grandes
como la DANA que ha azotado la provincia de Valencia estos días. De tal
magnitud, que los 200 lm2 que han caído hoy en algunas zonas de Castellón, se
han quedado en la irrelevancia. Es difícil porque, más allá de la cercanía del
territorio, que siempre le hace a uno empatizar más, hablar sin perder la
mesura en busca de culpables, se torna en un ejercicio de contención, por esa
cultura punitiva que tenemos gran parte de los humanos, que nos obliga a
buscar, siempre, a quién cargar con el pecado.
Es
evidente que se han cometido errores por parte de algunos dirigentes, pero si
tienen que dar cuenta de ellos, ya llegará el momento. Cada cosa tiene su
tiempo y ahora lo que toca es trabajar para aliviar la pesadumbre de tantas
víctimas, enterrar a los muertos y reconstruir la destrucción material que ha
provocado la DANA. No es momento de lanzar dardos por el retraso en el aviso,
ni por qué se disolvió la Unidad Valenciana de Emergencias. La vida tiene estas
ironías, lo que ayer era una ocurrencia (esto mismo dijeron algunos cuando se
creo la UME), hoy habría sido más necesaria que nunca. Tiempo habrá para la
crítica y las justificaciones. Pero lo que sí me gustaría que alguien explicara
es a qué ha venido a Valencia Núñez Feijoo, porque la sensación que ha dado, no
es que haya venido a interesarse por las víctimas, sino más bien para hacerse
una foto, dar un mitin contra el gobierno de España (está enfadado porque nadie
le avisa) y darse un abrazo, palmadas en la espalda incluidos, con el
presidente de la Generalitat, que parecía un abrazo de esos que se dan de
compromiso cuando te encuentras un conocido en la calle y no te ha dado tiempo
a cruzar a la otra acera. Tanto es así, que se ha visto más empático al
presidente Mazón con el Presidente del Gobierno que con el de su Partido.
Una
catástrofe con las dimensiones de esta DANA, que nos puede dar una idea de cómo
debió ser el diluvio universal, si es que lo hubo, debería hacernos recapacitar
sobre lo insignificantes que somos ante la naturaleza. Pensamos que podemos
domeñarla, que podemos doblegarla según nos interesa, y de vez en cuando nos
recuerda que somos una especie insignificante para ella. Quizá deberíamos
empezar a tomarnos en serio el cambio climático y no tratarlo como a un cuñado
molesto, que toda la familia critica. Y cuando digo deberíamos me estoy
refiriendo a todos y todas: a los gobiernos, que hablan mucho y dicen poco, y
siguen plegados a la industria de los combustibles fósiles; a las instituciones
internacionales, que actúan como convidados de piedra en el concierto
internacional; a los grupos ecologistas que muchas veces pierden el foco de lo
urgente en beneficio de lo importante; a los negacionistas, por ser los grandes
imbéciles de la Historia; a los partidos políticos, por estar más pendientes de
cómo puede afectarles el cambio climático en las encuestas, que ocupando el
papel de verdadero motor que revierta la situación; a los agentes sociales, que
en no pocas ocasiones supeditan la lucha contra el cambio climático por razones
laborales; y a nosotros mismos, que hacemos tanto caso al cambio climático,
como a la posibilidad de vida extraterrestre, es decir, como si no fuera con
nosotros.
Las
catástrofes naturales lo son por su capacidad de destrucción en bienes y vidas
humanas. Si los 600 lm2 que han caído sobre la provincia de Valencia, un
territorio muy urbanizado, hubieran caído en medio del océano Atlántico, no
habrían tenido ninguna relevancia destructiva. Igual que un terremoto de escala
Ritcher 8, en zonas urbanizadas es una desgracia, si se produce en medio del
desierto no llegaría, difícilmente, a superar el cero. Es por eso, que la
prevención en lo que se refiere a las catástrofes naturales es tan importante.
Porque puede salvar muchas vidas y pérdida de bienes materiales,
infraestructuras, etc. Creo que con la DANA de Valencia deberíamos empezar a
ser conscientes de que el cambio climático es una realidad, que si no la
remediamos, va a cambiar nuestra forma de vida radicalmente, en un corto
espacio de tiempo, y no sé si estamos preparados para ello, como sociedad y
como individuos. Por eso deberíamos exigir a los dirigentes políticos, que se
lo tomaran más en serio, no sólo con medidas de gran calado, que son urgentes,
sino, también, en un terreno más próximo a nuestra vida.
Con
la DANA se está haciendo un esfuerzo enorme por parte de todas las
instituciones, pero si ese esfuerzo se hiciera en prevención, poniendo en valor
la vida y los bienes de las personas, por encima de los miedos e intereses
políticos o económicos, se habría evitado que el diluvio universal caído sobre
Valencia y otras zonas de España, se convirtiera en un drama humano
difícilmente asimilable.