Es complicado descubrir que uno de los referentes de la lucha contra la
violencia de género es un impostor, no sé muy bien si de la persona o del personaje;
que quien durante diez años ha ocupado un lugar central en la defensa de los
derechos de las mujeres, las ha tratado como objetos sin ningún tipo de
empatía. Es duro constatar que los Partidos en los que ha militado, desde hace
diez años, el hombre a quien muchas madres quisieron tener como yerno, han hecho
la vista gorda en nombre de la lógica partidista, dejando crecer en su seno el
mal del que ahora tratan de distanciarse desesperadamente. Triste sospechar que,
posiblemente, este no sea el único caso que se ha producido o se está
produciendo en las esferas de poder, ya sea político, económico, cultural o social,
sin que nada ni nadie le preste la atención que se merece. El poder, sobre todo
en Madrid o las grandes capitales donde se cuece, es una burbuja en la que se
sabe todo y que se retroalimenta así mismo, incluso tapando las vergüenzas más
escandalosas.
Ahora todo el mundo gesticula, y como vivimos en un país
de cazadores, la cacería ha comenzado, no para aniquilar al culpable, que en
eso todo el mundo parece que está de acuerdo, no vaya a ser que alguien quede
en evidencia. No. La cacería de los carroñeros se ha puesto en marcha, para ver
de donde se puede rascar; para conseguir, como un trofeo pagano, la cabeza del
adversario político. Porque, desgraciadamente, el asunto que nos ha dejado
descolocados a muchos y muchas, no es lo importante, sino ver de qué manera se
puede desgastar al de la otra familia política. De eso va este juego y no de
los aspavientos que a derecha e izquierda se hacen. Incluso en algún territorio
que tiene gobierno gracias al apoyo de un condenado por violencia de género, apoyo
al que no hicieron asco, ahora se colocan en el lado acusador. Favor que se
pagó con un premio de igualdad al susodicho maltratador.
Va a ser difícil afrontar este asunto con serenidad, con el feminismo en
shock, una parte de la izquierda rota, otra afilando cuchillos y la otra tan
desconcertada que no sabe por dónde le van a venir las tortas; y con una derecha
echada al monte, dispuesta con todos los medios a su alcance a conseguir el
poder, a quien quizá la palabra reflexión les suene a latín, que como todos
ustedes saben es una lengua muerta.
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