
Ayer
me di un atracón con la gala de los Premios Goya, y tengo que decir que nunca
me defrauda por lo que tiene de significante para el cine y la cultura española
e hispanohablante. No voy a entrar en consideraciones acerca de si la gala fue
larga o corta, o si estuvo entretenida o no, porque, entre otras cosas, no me
interesa, sabiendo que se trata, única y exclusivamente, de la gran fiesta del
cine español y no un programa televisivo de variedades. Tampoco voy a entrar en
si esta película se mereció más o se mereció menos, porque eso son valoraciones
muy subjetivas, que pueden hacer desviar la calidad que tienen las premiadas,
las candidatas y otras que no lo han sido; ni todas pueden estar ni todas pueden
ganar. Posiblemente cada uno de ustedes, que están leyendo este escrito, tenga
sus preferencias sobre si los ganadores/as se lo han merecido o no. A fin de cuentas,
no todo el mundo puede ganar y unas veces les toca a unos y otras a otros. Este
es el juego de cualquier premio y en este, como en todos, influyen muchos
factores, que al espectador corriente como yo se nos escapan, y no por eso, las
premiadas y las que se quedan con la miel en los labios dejan de ser grandes
películas, grandes actores, grandes actrices o grandes cineastas en el sentido amplio
de la palabra: productores, directores, técnicos, guionistas, etc., etc. etc.
Además, creo que Los Goya son unos premios con un sistema de votación bastante
fiable y democrático, en la medida de que son los propios académicos, es decir,
el mundo del cine, en voto secreto y sin reuniones de jurado, los que deciden
quienes van a alcanzar la gloria de ser candidatos o se van a elevar hacia el
Olimpo cinematográfico, sosteniendo el busto de Goya que, por cierto, podrían
buscar un busto que tuviera menos cara de enfadado.
Lo
importante es que candidatos y premiados son, ineludiblemente, la mejor representación
del cine español en este momento, y eso es una certeza que no deberíamos
cuestionar, al margen de nuestros gustos, cayendo en ese relativismo negativo
que impregna la sociedad, hasta el punto de cuestionar las cosas más evidentes.
En un momento de nuestra historia en el que negacionistas de todo tipo, antivacunas,
antisistema, terraplanistas, populistas de esto lo arreglo yo en dos patadas, mentirosos,
propagadores de noticias falsas y redes sociales abonadas al disparate y el
odio, tener certezas es muy importante, uno de los mensajes que nos dejan los
Premios Goya es que el cine español está más vivo y vigoroso que nunca, con
unos niveles de calidad excelentes; que necesita nuestro apoyo como
espectadores/as; que si no hay una política comprometida de ayudas públicas no es
posible hacer buen cine; que el cine es un bien de interés cultural que no se puede
dejar al margen de la planificación cultural de un país; que los cineastas viven,
en muchos casos, en la precariedad, frente a los mensajes de odio que los
criminaliza como unos estómagos agradecidos al poder; y, por último, que sigue
representando la voz que nos sitúa frente a los grandes problemas que tiene la
sociedad y la humanidad, a pesar de los intentos de silenciarla desde determinados
estamentos de poder, a los que no les gusta que se sepa lo que hacen y/o piensan
hacer.
Los
Premios Goya, además, nos muestran la fortaleza que tiene el cine en todas las
lenguas oficiales de España, algo de lo que deberíamos sentirnos orgullosos,
porque esto sí es un signo de la diversidad cultural y lingüística que tenemos.
También nos dice que es en esa diversidad cultural en donde se encuentra la verdadera
unidad de España como proyecto de país. Pero también nos hace ver que es en la inclusión
del diferente, en la aceptación de lo que cada uno o cada una es, por
nacimiento o por socialización; en la fortaleza de la igualdad, como una seña
de identidad que nos pone a todos en su sitio, sin desprecio por razones de género,
sexo, raza, procedencia, capacidades o gustos culinarios, donde podemos
construir una sociedad en la que quepamos todos. No me quiero olvidar del “Se
acabó”, como denuncia de una situación de violencia, miedo y abuso de poder
contra las mujeres y colectivos LGTBI, que se vive en el cine y en toda la
sociedad, cada vez más impregnada de mensajes machistas.
Todo
esto es la nobleza del cine, que cada año se expresa y se agranda en la celebración
de los Premios Goya, más allá de las disquisiciones de si la gala pudiera haber
sido mejor o peor. Enhorabuena a los premiados, a los no premiados, a la
Academia del Cine Español, a los espectadores, a quienes desde lo público o lo
privado apoyan y apuestan por el cine y a todos los espectadores/as que regularmente
van a las salas de cine o pagan una plataforma para verlo en la TV. Porque, a
fin de cuentas, el cine, como la literatura, como el teatro, son expresiones artísticas
de la vida misma, y ahí es donde reside su grandeza.