viernes, 9 de febrero de 2024

Tractores en la carretera

 


Tengo que reconocer que las protestas de los agricultores me generan sentimientos contradictorios, al pensar que detrás de ellas no todo lo que se reivindica es para mejorar la vida y la profesión de aquellos que se dedican a la agroalimentación, sino la utilización del campo por otros intereses que distan mucho de sus demandas. Aquí se mezclan churras con merinas, y ya saben, a río revuelto ganancia de pescadores. Porque en estas marchas hay mucho señorito, mucho terrateniente, mucho dueño de grandes explotaciones, mucho negacionista y mucho fascista tratando de capitalizar el descontento de cara a las elecciones europeas. Esto también va de eso, de posicionarse con discursos fáciles y simplones a ver si en junio la extrema derecha controla el Parlamento de la UE. ¿Realmente creen que si la extrema derecha llega a gobernar en la UE, la PAC va a seguir regando de euros al campo en Europa? No se ven jornaleros ni trabajadores/as del campo ni inmigrantes, posiblemente explotados por algunos de los que van subidos a los tractores.

Así pues, los agricultores y ganaderos que trabajan medianas y pequeñas explotaciones, vuelven a ver sus demandas diluidas entre un totum revolutum de reivindicaciones, que acaban ocultando el verdadero motivo de las protestas. Porque sus demandas son justas, en la medida de que se está produciendo un agravio comparativo entre las exigencias de producción dentro de la Unión y la laxitud de estas exigencias para los productos que vienen de fuera. O por la indefensión que tienen frente a los grandes distribuidores y cadenas comerciales, que les obligan a vender a pérdidas o tirar la mitad de la cosecha, entre otras muchas imposiciones.

Tienen razón los agricultores y ganaderos de protestar, porque el campo lleva mucho tiempo siendo el patito feo de la economía, sometido a los vaivenes de los acuerdos estratégicos, comerciales y políticos, nacionales e internacionales, más proclives hoy a producir en donde los costes son más bajos, al igual que sucede en otros sectores, producto de las políticas de libre comercio.

Por eso, no deberían dejarse llevar por los intereses de sectores ajenos a sus problemas, que sólo buscan beneficios que poco o nada tienen que ver con la agroalimentación. Es esencial que centren el objetivo de sus propuestas y el foco hacia donde tienen que dirigirlas. Ni señoritos ni hijos de marquesas ni propietarios de grandes explotaciones ni fondos de inversión ni rentabilidades políticas de la extrema derecha van a solucionar sus problemas. ¿O acaso han pensado que cuando el terrateniente consiga aumentar sus beneficios vía subvenciones, sin producir apenas; o cuando el mercado agroalimentario se alinee con los intereses de las grandes empresas agrícolas; o cuando pasen las elecciones europeas y a la extrema derecha ya no le interese el campo, sus problemas se van a solucionar?

El campo es la despensa, no solo de las ciudades, también del ámbito rural, y ni se debe abandonar al albedrío del libre comercio ni se debe dejar manipular por intereses espurios, que nada tienen que ver con sus verdaderos problemas.        

 

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