Publicado en Levante de Castellón el 14 de septiembre de 2018
¿Podría haber sido Carmen Montón
una buena ministra de Sanidad? Posiblemente. Yo no lo voy a poner en duda, a
tenor de su trayectoria en la Consellería de Sanidad de la Comunidad Valenciana
y sus cien días en el Gobierno de España. Pero no es eso lo que ha provocado su
dimisión, sino las dudas acerca del máster que realizó en la Universidad Rey Juan
Carlos (URJC), que no han sido satisfactoriamente despejadas, y ya saben
cualquiera que se encontré en la élite gobernante del país, no sólo debe ser
honesto, también tiene que parecerlo. Aunque, en los tiempos que corren de
jaurías mediáticas al acecho, esto se hace bastante complicado.
Por eso ha hecho bien en dimitir,
colocando el listón de la honorabilidad de los políticos muy alto. Y yo, en
contra de lo que ahora tertulianos y medios viene diciendo, quiero felicitarla.
Porque tomar una decisión así, no es fácil, menos cuando la afectada, como es
este caso, piensa que no ha obrado mal. La honra y espero que en el futuro,
cuando todo este asunto se aclare, pueda ser resarcida por un comportamiento
que no es habitual en la política española.
O por lo menos, no le era. Porque
ahora, la derecha y la izquierda de arrobamientos místicos, dicen que son
muchas las dimisiones que ha tenido que afrontar el presidente del gobierno en
tres meses. ¿Muchas? Parece que seguir una línea de firmeza contra la
deshonestidad en el poder se quiere interpretar como debilidad. Claro, como en
los gobiernos del PP nadie dimitía y cuando lo hacía era porque las columnas
del Olimpo monclovita empezaban a desquebrajarse, esto parece raro. ¿Nos hemos
preguntado cuántos ministros y altos cargos del PP en los seis últimos años que
han gobernado deberían haber dimitido, por cosas mucho peores que el máster de
Carmen Motón? Sin embargo, para la caverna eso no debía ser objeto de atención,
a tenor del silencio que mantuvieron en todo momento.
Hay una cosa que me ha llamado
mucho la atención y que demuestra el grado de cinismo que existe en este país.
Resulta que, según los medios, lo que precipita la dimisión de la exministra es
que ha hecho un corta pega en su trabajo de fin de máster. A parte de la poca
capacidad intelectual que demuestra esta práctica, me gustaría saber cuántos de
los que la acusan y se mofan de ella por eso, han hecho corta pega en sus
trabajo universitarios, una práctica, por otro lado, extendidísima en la
universidad española, más acentuada desde que existe internet, pero tan vieja
como la de Salamanca. Incluso el secretario general del PP, se permite el lujo
de decir que Pablo Casado no ha plagiado. ¡Hombre! Como va a plagiar si no ha
hecho el trabajo de fin de máster ni nada que se le parezca.
Por cierto, seguimos esperando la
dimisión de Pablo Casado, que hay que recordar no está imputado porque es
aforado. Por supuesto que el caso del señor Casado no es el mismo que el de la
señora Montón, es mucho peor y con un comportamiento más indecente aferrándose
al cargo, a ver si escampa. O el del tesorero de Ciudadanos, ese Partido
regenerador de España, que es el gran mantenedor de Partido de la corrupción,
que todavía sigue en su puesto y Albert Rivera poniéndose de perfil.
Dos últimas consideraciones. La
primera, si el diario.com tiene, como dice, muchos nombres de personalidades
beneficiadas por la URJC, debería hacer un ejercicio de afirmación democrática
y sacarlos a la luz. No dosificarlos en función de los intereses empresariales
del periódico. Eso sí sería colaborar a regenerar el país. Segundo, el
desprestigio y malas prácticas de la URJC debería ser objeto de una intervención
por parte del gobierno, y la apertura de una investigación a fondo sobre quién
ha estado detrás de tantos desafueros, por qué se han hecho, quién los ha
consentido y a quién ha beneficiado y perjudicad. Es decir, limpiar,
abrillantar y dar esplendor.
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