Autor de la Imagen: Quino
Publicado en Levante de Castellón el 8 de diciembre de 2017
Un año más se conmemora la
Constitución, ya el 39 aniversario, con desinterés de los ciudadanos y
celebraciones de bajo nivel en la clase política. Algo se debió hacer mal
cuando se aprobó, para que durante estos casi cuarenta años los políticos hayan
pasado de puntillas en su cumpleaños, como querido alejar a la ciudadanía de
ella. No hay celebraciones populares ni grandes fastos ni desfiles cívicos en
los pueblos ni nada de nada. Por no haber ni desfile militar, que sería lo
propio, como muestra de respeto del ejército a la Carta Magna, y no el que se
hace actualmente, que se asemeja más a un acto castrense de nostalgias
postfranquistas, por la fecha elegida: 12 de octubre “Día de la Hispanidad.
Parece
que la Constitución no es tan importante
como el recuerdo casposo de un imperio que colapsó hace cuatrocientos años. Muy
al modo de esa España soñada por Franco
de grandes gestas históricas, para guardar las vergüenzas de su dictadura.
Igual que se utiliza hoy el nacionalismo emergente para esconder el mal gobierno
al que estamos sometidos por parte del Estado y de algunas Comunidades
Autónomas.
Sin
embargo, la Constitución, que no tiene una celebración popular ni política a la
altura de un país orgulloso de sí mismo, como puede ocurrir en Francia, está en
boca de todos. Es ese trapo de usar y tirar cuando a los dirigentes les interesa sacarla a pasear, invocándola
como un espantajo contra los adversarios políticos, eso cuando no se usa como
látigo justiciero contra los enemigos del orden biempensante nacional.
En
nombre de la Constitución se encarcela, se frenan iniciativas de progreso, se
aplican medidas represivas y se deja que el país quede en un limbo que le
impide avanzar por la rémora del pasado. Que nada cambie, para que todo siga
igual; ni siquiera tienen la sutileza de Tancredi Falconeri en la novela “El
Gatopardo”. Llegados a ese punto deberíamos preguntar a quién le interesa que
todo siga igual. Los mismos que hacen oídos sordos a muchos mandatos de la
Constitución, cuando estos tienen que ver con beneficiar a la ciudadanía. Voy a
poner sólo un ejemplo, para que ustedes calibren hasta qué punto los que dicen
defender la Constitución, sólo lo hacen cuando les beneficia. Artículo 35: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el
derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a
través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus
necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse
discriminación por razón de sexo”. Digan ustedes si algo de esto se está
cumpliendo. Sin embargo, quienes son responsables de ello no son acusados por
no respetar la Constitución ni llevados al juez por la fiscalía como desleales
a ella.
El
año que viene se celebrará el 40 aniversario de la Carta Magna y dicen que se
preparan grandes fastos. Pero los denominados “constitucinalistas” ya están
tratando de apuntarse solo ellos el tanto. Su imposibilidad para el consenso
constitucional no es capaz de incluir entre los organizadores a aquellos que
piden cambiarla, como ha sucedido con la creación del Consejo Asesor que va a
preparar esos fastos, al solo admitir los asesores propuestos por ellos. Como
Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como. Luego se extrañaran que una parte
importante de la sociedad cada vez esté más alejada de la Constitución, porque
ésta ya no les representa al ser incapaz de solucionar los problemas viejos que
no contemplaron cuando se aprobó en 1978 y están surgiendo ahora, y los
problemas nuevos de una sociedad que en nada tiene que ver con aquella de la
Transición, si tenemos en cuenta que más del 60% de los españoles nacieron
después de 1978.
La
única celebración que a los españoles nos interesa es que se pongan a modificar
el texto constitucional en todo aquello que se hizo mal e introduzcan nuevas normas
acorde a la sociedad de hoy. Ese sería el verdadero fasto conmemorativo, si se
llegaran a aprobar dentro de un año los cambios necesarios. Pero mucho hay que temerse
que la clase dirigente actual sólo está por el barniz y los globos de colores.
No es de extrañar, a ellos les va bien.
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