viernes, 20 de octubre de 2017

Castellón, capital del microrrelato


Publicado en Levante de Castellón el 20 de octubre de 2017

La literatura está viviendo uno de los momentos más bajos de su historia. Las nuevas tecnologías nos han hecho cambiar la percepción de la cosas, convirtiendo nuestras vidas en un impulso de inmediatez, que ha  reducido la cultura a una brevedad insoportable, sometida al imperio de la imagen, sin soporte argumental que la sostenga, más allá de escuetos pies de página, tan ínfimos, que no interfieran en la contemplación visual.  
Vivimos una nueva época simbolista, como aquellos artistas del siglo XIX que, vehementemente, como se hacían las cosas en aquella centuria, defendían el arte por el arte, la literatura “como enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva”. Un arte, una literatura sin alma, que sólo pretendía el goce estético y mistérico de las cosas, como reacción al realismo y naturalismo predecesor del romanticismo. Algo parecido a lo que está sucediendo hoy, en una sociedad acrítica y benevolente con las injusticias y maldades que suceden a nuestro alrededor. No nos ha de extrañar, pues, que la literatura, que además de solazarnos con la belleza de las palabras, es fuente de conocimiento y alimento de los sentimientos, case mal en la sociedad de la imagen, como sublimación del acto cultural. 
Pero también la crisis de la literatura tiene que ver con la deficiente educación literaria que se da durante el proceso educativo. La enseñanza de las letras se reduce casi a un fenómeno anecdótico, muy encorsetado a clichés del pasado, sin provocar el más mínimo interés en los estudiantes por leer un libro. En muchos casos, las lecturas obligatorias que se mandan a los alumnos son tediosas, provocando en ellos el alejamiento de la lectura, un abismo que posiblemente se ensanche con el tiempo. Se trata que los chavales y chavalas lean los clásicos de la literatura y así llegar a lo más nuevo. Es como empezar un edificio por el tejado ¿No sería más gratificante que fuesen los propios alumnos quienes escogieran sus lecturas, para después, una vez que empieza a rondar el gusanillo de las letras y con la mano izquierda del docente ir conduciéndolos a los grandes clásicos?
Es desolador que todo esté encaminado a la vacuidad del conocimiento, sin dejar espacios para la reflexión y la crítica, o simplemente, para que nos detengamos frente a las páginas de un libro a pensar por un momento sobre lo que acabamos de leer. Queremos que todo nos lo den masticado, para así tener que hacer el mínimo esfuerzo intelectual.
Sin embargo, resulta gratificante ver cómo nuevas formas literarias se van abriendo camino en esta jungla vertiginosa de redes sociales, mensajes breves que son un torpedo contra la ortografía, imágenes, millones de imágenes que generamos a diario, sin más sentido que las vean otros. Porque la literatura no puede morir, y siempre encontrará un hueco por el que volver a salir a la superficie, como lo que está sucediendo con este nuevo subgénero de la narrativa, que está recuperando el goce de la lectura, acomodándose a los nuevos tiempos. Textos breves, intensos, que comprimen en un puñado de palabras un pensamiento, un sueño, una pasión o un deseo, con un derroche de imaginación capaz de alcanzar el centro de nuestros sentidos.
El microrrelato, esa narración breve que conecta con el vértigo que produce la velocidad de vivir que tenemos en la sociedad actual, es una píldora comprimida de literatura. Nos sumerge, en muy pocas frases, en ese mundo imaginario que nos brinda la arquitectura exacta de las palabras. Estamos ante un fenómeno literario de creación compleja, que conecta, sobre todo, con la juventud; que puede crear una nueva generación de lectores, abriéndoles la puerta de la novela, la poesía, el ensayo…. Porque un lector se hace leyendo y la literatura sólo tiene sentido si alguien acaba convirtiéndola en compañera de viaje.

Si el microrrelato está en auge como fenómeno literario, Castellón durante este otoño  se ha convertido en la capital literaria del país, gracias a una maravillosa exposición de microrrelatos, que la Asociación de Escritores de la Provincia de Castellón ha organizado, simultáneamente en el Museo de Bellas Artes y en el edificio del Menador del Ayuntamiento de Castellón.  Una exposición que muestra la obra de los mejores microrrelatistas del país, aquellos que se han denominado “Generación Blogger”, porque fue a través de sus blogs donde empezaron a crear este fenómeno de la literatura, que está devolviendo el gusto por leer a una sociedad que necesita reencontrarse a sí misma, y qué mejor que la literatura para ello.

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