Publicado en Levante de Castellón el 27 de octubre de 2017
A colación del conflicto en
Cataluña se están aireando palabras gruesas, en la mayoría de los casos sin
sentido, que se utilizan como bala de plata contra el adversario político desde
todos los frentes. Términos como: franquismo, golpe de Estado, adoctrinamiento,
presos políticos, democracia, dictadura, Estado de derecho, etc., son el
argumento más usado entre la clase política y mediática, con el único fin de
cargarse de razones para descalificar las razones del otro, sin ser conscientes
que este uso torcido de las palabras acaba descafeinándolas, quitándolas el
valor lingüístico y social que tienen, lo que nos puede conducir a una
devaluación de la historia, si tenemos en cuenta que en el lenguaje se
construyen el edificio de nuestras ideas.
Analicemos algunas de ellas.
Franquismo: Esta palabra está en
el centro del fuego de todos aquellos que son incapaces de argumentar políticamente
sus posiciones. Es cierto que la democracia en España no ha sabido deshacerse
de los cuarenta años de dictadura, y sigue teniendo muchos tics de aquel
régimen. Sin embargo, estamos muy lejos de lo que fue el franquismo. El
problema es que en España hemos perdido la memoria de tantas cosas, en unos
casos deliberadamente y en otros por el silencio que desde el poder se ha impuesto
como una losa, que ya no nos acordamos de lo que supuso el franquismo y el
férreo control que se ejercía sobre nuestras vidas, apoyado en una represión
brutal, que no nos permitía respirar en libertad.
Golpe de Estado: Todos los bandos
hacen uso de esta expresión para acusar al contrario de sus actos. ¿Pero
realmente saben lo que es y significa un golpe de Estado? Vulnerar la legalidad
para amoldarla a los interés de quien comete este acto, no es un golpe de
Estado (tendríamos un golpe de Estado casi semanal), porque éste,
inevitablemente, necesita del uso de la fuerza ilegítima para llevarse a cabo. Si se utiliza la
expresión golpe de Estado con tanta ligereza, llegará un momento en que la
sociedad no sabrá discernir el peligro que uno de verdad supone para la
legalidad democrática y nuestras vidas.
Adoctrinamiento: En todos los
sistemas políticos del mundo se adoctrina en la escuela. Es una manera sencilla y efectiva de asegurarse el futuro. No hay escuela libre de
doctrinas. Pero hay que saber diferenciar entre unos y otros. Los que hemos
vivido la escuela franquista sabemos muy bien de esto; de como desde el minuto
uno de nuestra escolarización se nos empezaba a adoctrinar con El Parvulito,
para seguir con la Formación del Espíritu Nacional. Es cierto que una
democracia debería limitar el adoctrinamiento y sobre todo no retorcer la
Historia a gusto de los gobernantes. En España, incluida Cataluña, no estamos
libres de pecado de este mal, porque aquí es donde se está jugando que las
élites sigan en la cúspide de la pirámide.
Presos políticos: Este es un tema
caliente. Sólo voy a decir una cosa: un preso político está en la cárcel cuando
se le juzga por sus ideas sin garantías procesales. Yo creo que en España ni se
ha dado esta circunstancia ni se da. Otra cosa es que el sistema tenga recursos
para encarcelar a quienes pueden ser molestos por asuntos distintos a sus
intereses, y últimamente se hace con bastante ligereza. No los fueron los
proetarras, ni los tuiteros encarcelados, ni los titiriteros. Por supuesto, no
estoy de acuerdo con encarcelaciones que más bien parecen un montaje del
sistema político tan conservador que hay en España, que está tirando por tierra
la independencia de la justicia.
Democracia: Hay una vulneración
fragante del concepto de democracia en España. Pero eso no significa que no
estemos en una democracia, con sus limitaciones y fallos. Sin embargo todos los
bandos en liza la utilizan para hacer ver que el otro no es demócrata. Y lo
cierto es que visto lo visto, no parece que los nacionalismos de las dos
orillas del Ebro estén dando una lección de democracia, a tenor de sus
reiterados comportamientos, que poco tiene que ver con una actitud democrática
y tolerante. Sólo una observación: en democracia el diálogo y el entendimiento
son la espina dorsal de su razón de ser, y aquí de esto hay muy poco.
Utilizar estas
palabras, y otras tantas, fuera de su contexto nos hace ver la pobreza
argumental que existe ahora mismo en la política española en todos los bandos
en liza que están tratando de imponer sus ideas al resto, no de una manera
democrática (no hay democracia sin riqueza argumental), sino como una
apisonadora que trata de laminar las ideas de los otros. Y ese es uno de los
graves problemas que tiene la sociedad española.
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