Imagen: Autor desconocido
El 8 de Marzo,
se está convirtiendo en el día de la Marmota. Todos los años se hacen las mismas
declaraciones, los mismos programas en los medios y los mismos comentarios.
Parece como si la igualdad de género hubiera entrado en un bucle de difícil
salida, que se retroalimenta de su propia impotencia. Es más, en los últimos tiempos
podemos decir sin rubor que las cosas han ido a peor, a mucho peor, y que los
comportamientos del poder y la sociedad en su conjunto son mucho más
machistas. Hay un fracaso clamoroso en
la educación del que no es ajena la supresión de la asignatura Educación para
la Ciudadanía, un intento loable para ir educando en valores como la igualdad,
la tolerancia, la libertad y el respeto a los demás. Temas, que a la derecha
meapilas del país, les parece escandalosos, de ahí esa campaña que organizaron
para acabar con la asignatura, pues no pueden soportar que las mujeres abandonen
el papel que les ha asignado la Biblia de parteras sumisas al cuidado y
vigilancia de sus maridos. Lo dicen constantemente obispos o alcaldes de la
derecha ultramontana del país, y no pasa nada. Aquí entras en una herriko
taberna y puedes ir a la cárcel, pero si
prácticas ese otro terrorismo que existe hoy en España de dar alas al machismo
intolerante que alimenta la violencia de género, no hay porque preocuparse, a
fin de cuentas, estamos hablando de mujeres, esas lloronas calladas, según el ayuntamiento
de Bigastro.
Ningún
poder hace nada. Ni siquiera que se cumpla la Ley. El 74% de las empresas
españolas, incluida las administraciones públicas, incumplen la Ley de
Igualdad. Y no se trata sólo de si las mujeres están en los Consejos de
Administración, o en los equipos de dirección. Eso está bien reivindicarlo, pero
que no sea una cortina de humo para ver ocultar otras realidades muy diferentes,
como que el paro femenino ya ha superado el 50%, o que los salarios sean un 20%
inferiores a los de los hombres –decía un estudio publicado hace unas días, que
las mujeres trabajan gratis desde el mes de septiembre, comparando sus sueldos
con el de sus compañeros masculinos-. Pero también se extiende la feminización
de la precariedad laboral, los contratos a tiempo parcial, que afectan sobre
todo a las mujeres, con jornadas a tiempo total, y la condena a realizar los
trabajos menos valorados socialmente.
Todas
estas actitudes, que reducen a la mujer al papel del comparsa en una sociedad
masculinizada, se están acrecentando en los últimos tiempos, y transmitiendo
valores de desigualdad y posesión, o de pertenencia, que han provocado el aumento
de los micromachismos, o el machismo, sin más, que los jóvenes están ejerciendo
sobre sus compañeras, traducido en un control excesivo a través de las redes
sociales, que muchas veces acaba en violencia de género. Algo de lo que todo el
mundo se escandaliza, pero que nadie hace nada por remediarlo. A veces me
pregunto ¿Si la ETA hubiese matado en esta legislatura a 213 personas, como
mujeres asesinadas hay por violencia de género, qué habría sucedido? ¿Por qué
las víctimas de la violencia de género no tienen la misma consideración que las
víctimas de ETA? ¿Por qué no tienen tratamiento de víctimas, con todas las de
la Ley, las mujeres que sufren esta violencia? ¿Están el gobierno y la clase
política en general, satisfechos con los resultados de sus políticas sobre la
violencia y la desigualdad de género? Si no es así, ¿por qué no las cambian?
No
hay motivo este 8 de Marzo para celebrar nada, pues hemos retrocedido en un problema
de los más graves que tiene la sociedad española, y todos: gobierno nacional,
gobiernos autonómicos, parlamentos, partidos, medios de comunicación, sistema
educativo, sistema judicial, Iglesias distintas, empresas, sindicatos, trabajadores,
etc…, en definitiva, hombre y mujeres, tenemos la culpa. Ya va siendo hora de
acabar con esta lacra, que nos debería avergonzar como sociedad, pero que parece
ser no es así.
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