Foto: Autor desconocido
Publicado en Levante de Castellón el 3 de octubre de 2015
Uno de los recursos más usados
por el gobierno de Rajoy para justificar las políticas de desigualdad que
durante todos los años de su gobierno han laminado el estado de bienestar en
España, es el de la herencia recibida. Incluso hoy, todavía, a escasos meses de
las elecciones generales, sale algún
miembro de su Partido o del gobierno echando mano del mantra: la culpa es de Zapatero, como si ellos no
hubieran tenido cuatro años para enmendar errores de aquel, que al lado de las
tropelías cometidas por estos, dan ganas de gritar: virgencita, virgencita, que
me hubiera quedado como estaba.
Lo
de la herencia recibida es un tema que me parece grosero y de mal gobernante
que trata de ocultar su incapacidad para solucionar los problemas que tiene la
sociedad. Es más, un Partido, y sobre todo si hablamos de los grandes Partidos
que ya han gobernado o tienen claras opciones de hacerlo, lo mínimo que debe
saber es en qué situación se encuentra el país, o la comunidad autónoma, o el
ayuntamiento, pues si no conoce la realidad a la que se va a enfrentar,
difícilmente puede saber cómo la van a encarar. Lo que nos llevaría pensar que
estamos ante unos malos gobernantes antes de serlo. Por ello, las herencias
recibidas en política no son escusa de nada, y muchos menos para gobernar en
contra de la mayoría de la sociedad, como viene haciendo en los últimos cuatro
años el gobierno de Rajoy.
Estas
escusas de mal gobierno conducen a no saber qué hacer cuando uno está en la
oposición, teniendo que volver a tirar del mantra de la herencia recibida, que
ya saben ustedes, para al Partido Popular es la herencia de Zapatero, todavía
hoy. Así, en la Comunidad Valenciana, ya en la oposición, siguen desempolvando la
culpabilidad del expresidente socialista para taponar la sangría de despropósitos
gubernativos y despilfarros que han cometido en los años de gobiernos
ppopulares. Resulta bochornoso escuchar como cada vez que conocemos un
despilfarro o un gasto desmedido por efectos de la corrupción que ha imperado
durante décadas, el desparpajo de los portavoces del PP valenciano vuelve a
echar la culpa a Zapatero, como si hubiera sido este el que ha gobernado
durante décadas la Comunidad.
Porque
para herencia envenenada la que han dejado ellos en la Comunidad Valenciana, y
no me refiero al déficit de financiación, que nunca han reclamado ante el
gobierno central, para no incomodar a la dirección de su Partido en Madrid; ni
a la corrupción que ha arruinado las arcas de la Generalitat, de la que se han
enriquecido no pocos miembros del PP y afines (¿recuerdan aquello de hemos
venido a forrarnos?, que ahora inundan los banquillos de acusados y los
tribunales de presuntos inocentes. Tampoco me refiero a los despilfarros, que
inevitablemente asociados a la corrupción, han dilapidado miles de millones de
euros en obras difícilmente justificables, de costes desmesurados como el
Aeropuerto de Castellón, Terra Mítica o la Ciudad de las Artes y las Ciencias,
por poner algún ejemplo; y eventos que sólo tenían como objetivo encumbrar la
imagen de sus dirigentes (recuerden la foto de Camps y Barberá montados en un
deportivo de súper lujo dando la vuelta al circuito de Fórmula-1 en Valencia,
conducido por Fernando Alonso). A nadie, ni al actual gobierno valenciano, le
sorprende la fractura de desigualdad que los gobiernos del PP han abierto en la
Comunidad, ni la soberbia encubridora de responsabilidades, utilizada con los
familiares del accidente del Metro en Valencia. Todo eso se sabe y el gobierno
de Ximo Puig lo sabía antes de presentarse a las elecciones, con el compromiso,
precisamente, de aplicar políticas que pongan fin a todos estos años de malos
gobiernos y peores gobernantes infectados de corrupción.
Sin
embargo hay otra herencia que empieza a aflorar poco apoco y que va a minar la
gestión del gobierno actual durante algún tiempo. Se trata de todos los casos
que vamos conociendo de ocultación de gastos, deudas y multas que están
llegando a la Comunidad por la mala gestión de los gobiernos del PP y el
delirio de sus gobernantes. Una suave lluvia fina que empezó con La Ciudad de
Luz en Alicante y quién sabe si va acabar, con el Aeropuerto de Castellón.
Trescientos millones de euros, de momento, que va a tener que afrontar la
Generalitat, sólo en multas y devoluciones de ayudas impuestas por la Comisión
Europea. ¿Cómo se ha podido gobernar tan mal? ¿Y ahora tienen el cuajo de
exigir que el nuevo gobierno afronte los problemas que ellos han provocado? Se
atreven a criticar que en cien días no han arreglado lo que ellos han destruido
en 20 años y un día. La presidenta del PP Valenciano en algún momento ha dicho:
“La izquierda de trabajar, poco… de
gestionar, nada de nada”. Para la gestión que la derecha ha hecho mejor que se
hubiera quedado en casa viendo Juego de Tronos. Incluso ella, que siendo
consellera de Infraestructuras se ha gastado la friolera de 85 millones de
euros en un trolebús en Castellón; un gasto desmesurado por los excesos de la
obra, la dilatación en el tiempo y quién sabe si también inflado por razones
injustificables, pero sospechadas. Un
gasto que la gentileza de su gestión le ha dejado al gobierno municipal actual
de Castellón una trampa financiera de 14 millones de euros en intereses por
aplazamiento de deuda.
Esto
es lo que ha estado haciendo el PP durante tantos años de gobierno en la
Comunidad. Ellos solitos, sin echarle la culpa nadie: aplazamientos de pago,
esconder facturas en los cajones, destinar ayudas Comunitarias a quién sabe qué
y esconder la mierda, la que ellos han ido acumulando, debajo de las alfombras.
En definitiva, asfixiar la economía valenciana hasta el mareo por falta de
aire. Para que luego llegue Montoro amenazando con cortar el hilo que sostiene
débilmente las arcas públicas de la Comunidad, y así apretar hasta el rigor
mortis.
Por
eso el gobierno valenciano no debe cejar en su intento de acabar con la
infrafinanciación y la bravuconería política de una oposición envalentonada por
la chulería de un ministro que no gobierna para los españoles, sino para su
Partido y sus amiguetes defraudadores fiscales. El gobierno y la sociedad
valenciana, que ha de mostrarle su apoyo y manifestar su rechazo a la política
de ahogo y endeudamiento del gobierno central. Y qué mejor, que una vez nos
desintoxiquemos de tanto nacionalismo embrutecido por el virus de la endogamia
y la soberbia de creerse los mejores frente al mundo, lo que debemos hacer es
prepararnos para las elecciones generales y votar, para botar a la derecha del
poder del Estado, que han reducido a un coto parecido al que Miguel Delibes
describe en “Los Santos inocentes”.
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