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lunes, 27 de abril de 2015
viernes, 24 de abril de 2015
La circunferencia de nuestra ignorancia
Publicado en Levante de Castellón el 24 de Abril de 2015
Hace muchos años tuve un profesor
de filosofía que nos explicaba que nuestro conocimiento está metido dentro de
un círculo, en donde se encuentra lo que sabemos que conocemos, es decir, la
consciencia de la nuestra sabiduría. En la circunferencia, es decir, el
perímetro de ese círculo, se halla lo que sabemos que no conocemos, es decir,
la consciencia de lo que ignoramos, y más allá de la circunferencia, hay un terreno
ignoto, en donde habita lo que ni siquiera sabemos que existe; es un
conocimiento ajeno a nuestra consciencia, y por tanto, que no afecta a nuestra
vida diaria ni intelectual. Según esta teoría, conforme ensanchamos el circulo
de nuestro conocimiento, la consciencia de nuestra ignorancia es mayor, pues la
circunferencia de lo que sabemos que desconocemos se hace más grande, lo que
puede provocar infelicidad en algunos casos, los menos, o la felicidad de saber
que todavía nos queda mucho por aprender, los más.
Este
galimatías filosófico viene muy bien para explicar dos cosas. Una es el interés
que tiene el poder en reducir el círculo de nuestro conocimiento, para que no
nos hagamos muchas preguntas que cuestionen el porqué de sus actuaciones, e
incluso la propia naturaleza de ese poder. Por eso tratan de ser ellos quienes
controlan el tamaño de la circunferencia de nuestra ignorancia –cuanto más
pequeña sea menos interrogantes nos plantearemos-, teniendo a la mayor parte de
la población en un nivel de sapiencia manejable a sus intereses. No nos ha de
extrañar, por tanto, que la educación pública no sea muy del beneplácito de las
oligarquías, porque en democracia puede convertirse en un hervidero sin control
de pensamientos que cuestionen muchas de sus actuaciones, en la medida que es a
través de ella por donde gran parte de
la sociedad puede ensanchar su círculo de conocimiento y, por tanto,
consciencia de su ignorancia. Es decir, que pueda empezar a hacerse preguntas.
Para lo cual, niegan la mayor de metodologías pedagógicas que defienden otros
tipos de enseñanza menos instructivas y lineales, y más humanas y adaptadas a
las necesidades de cada persona. En definitiva, lo que quieren son ciudadanos
con un nivel cultural y educativo justito, fáciles de engañar, y con una
instrucción, que no educación, orientada a las necesidades del mercado de
trabajo; que se hagan pocas preguntas sobre si es posible hacer las cosas de
manera diferente, y no cuestionen nunca la verdadera naturaleza del poder de la
oligarquía y de su miembros. Por eso, vivimos en España un proceso de deterioro
de la escuela pública, que en una democracia es más difícil de controlar si se
la dota de recursos y autonomía educativa, a la par que hay una apuesta por la
educación privada en todos sus niveles, teniendo en cuenta que esta, en su
mayoría, es propiedad de grupos pertenecientes a la oligarquía.
El
otro asunto que puede explicar el círculo de conocimiento es el de la
corrupción que habita como una termita en la democracia española. La oligarquía
del país ha vivido con gran comodidad, tejiendo clientelismos, amiguismos y
corrupciones, durante muchos años, en los que nuestro conocimiento de los
delitos de corrupción eran mínimos, y por tanto, la sospecha de lo que estaba
sucediendo en esa frontera entre lo sabido y lo desconocido, era escasa.
Mientras la circunferencia de lo que no sabíamos, pero sospechábamos, fuese
pequeña, todo estaba bajo control. El problema viene cuando nuestro
conocimiento de más casos de corrupción empieza a agrandar el círculo, y nos
empezamos a hacer preguntas, en un ambiente de sospecha creciente. Si la
corrupción a gran escala tenía unos territorios muy limitados: Marbella,
Valencia (caso Naseiro), Castellón y
alguna que otra localidad, el aumento cualitativo y cuantitativo de casos, hace
que el interés de la población sea creciente, y los medios de comunicación,
entendiendo que aquí se abre un filón de ventas, se lanzan a denunciar casos.
Aunque todo hay que decirlo, fue la creación de la fiscalía anticorrupción en
1995, durante el último gobierno de Felipe González, con el fiscal Jiménez
Villarejo a la cabeza, la que empieza a mover casos en el ámbito judicial,
aunque posteriormente, durante los gobiernos de Aznar, esta fue vaciándose de
contenido y de recursos, hasta el punto de que en el año 2003 Jiménez Villarejo
presentó su dimisión. Pero es a partir de 2004, con la llegada al gobierno de
Rodríguez Zapatero, y el nombramiento del fiscal general del Estado Conde
Pumpido, cuando se vuelve a impulsar,
dotándola de nuevas competencias y abriendo delegaciones en los puntos más
calientes del mapa de la corrupción.
Todo
ello nos conduce a la apertura de decenas de casos de corrupción que salpican
la geografía española, que con la implicación de los medios de comunicación, apuntan,
cada vez más directamente, a la oligarquía del país. Y lo que es más
importante, en la valentía de ciudadanos, políticos o no, que han arriesgado
mucho personalmente denunciando corrupciones que han crecido como una bola de
nieve, como es el caso Gürtel.
El
aumento de la circunferencia de la corrupción que sospechamos existe, pero no
conocemos, fruto del ensanchamiento del círculo de la que vamos conociendo, ha
provocado el terremoto que la oligarquía quería evitar: el interés y la
preocupación de la sociedad por la corrupción, que afecta de lleno a las
expectativas electorales de los grandes Partidos. Lo que nos conduce, por
demanda ciudadana, a seguir agrandando el círculo hasta niveles insospechados
hace pocos años, viendo como “dirigentes ejemplares” del sistema actual han
acabado en la cárcel, están a la espera de juicio o han sido imputados. Hasta
el punto, que la propia Casa Real se encuentra implicada en uno de los casos
más vergonzosos de corrupción habidos en este país. Incluso, la presión de la
opinión pública, aunque todavía no sea suficiente, ha llegado a señalar a los
intocables, a los que un cerco de protección oligarca, no democrática, les
envolvía convirtiéndoles en inmunes a cualquier acto contra ellos. Es el caso
del milagro económico español, Rodrigo Rato; o de Jordi Puyol y su familia; o
de la infanta Cristina o su marido, todos ellos tan incrustados en la
oligarquía intocable del país que han hecho que nuestro círculo de conocimiento
de la corrupción sea tan grande, que empieza a socavar los cimientos de una
clase política que ha consentido que esto sucediera, y lo que es más grave para
ellos, que el círculo de lo que sospechamos que no sabemos sea tan grande, que
ya ninguno se escapa a nuestra desconfianza, provocando que una nueva clase
política empiece a emerger en el país.
domingo, 19 de abril de 2015
Aniversario de la República
REFLEXIONES URBANAS
Foto: Museo Naval
Publicado en Levante de Castellón el 17 de Abril de 2015
Desapercibida. Es lo más amable
que se puede decir de la conmemoración del 84 aniversario de la II República,
que se ha celebrado, discretamente, todo hay que decirlo, el martes pasado, 14
de Abril. En año de vientos electorales es un tema espinoso que conviene
atravesar con pies de plomo para no pincharse, no vaya a ser que un exceso de
republicanismo, en nuestra agitada clase política, reste votos en tiempos de
reinado recién estrenado y pleno trabajo de chapa y pintura que mejore la
imagen de la monarquía.
Dicen
que España es un país de espíritu republicano. Será de hecho, porque de derecho
no, máxime cuando la Constitución blindó la monarquía, con una imposición del
tardofranquismo, que se apuntó a la reforma democrática para evitar males
mayores, lo que les ha permitido seguir campando a sus anchas por el amplio
solar patrio, sin que hayan tenido que rendir cuentas ni a la historia ni a los
españoles. Una imposición innegociable que doblegó a la oposición
antifranquista, hasta tal punto que se nos hurtó la posibilidad de decidir lo
que queríamos mediante una consulta.
No
voy a decir yo aquí que la monarquía española es ilegítima, porque la votamos
en el referéndum de la Constitución, pero sí me gustaría hacer dos
puntualizaciones que han marcado nuestra historia reciente. La primera tiene
que ver con el trapaceo al que fuimos sometidos los ciudadanos al colarnos la
democracia y la monarquía en un todo constitucional. Quiere decirse, que aunque
estuviéramos en contra de la monarquía, si votábamos que no en el referéndum de
la Constitución, también lo hacíamos a la vuelta a la normalidad democrática
que cuarenta años antes el golpe de estado de Franco había usurpado a los
españoles de la época. Una trampa saducea que cortaba de raíz todas las
aspiraciones republicanas de la sociedad, que en 1978 eran muchas.
La
segunda puntualización tiene que ver con el orden dinástico de la monarquía.
Esto, aparentemente, para un republicano no debería ser objeto de interés,
pero, en este caso, lo tiene y mucho. La proclamación de la República en el año
1931 acabó con la dinastía borbónica en España, si bien Alfonso XIII no
renunció a ninguno de sus derechos, porque según expone en su escrito de
abdicación del 14 de Abril de 1931 “más
que míos son depósitos acumulados por la Historia de cuya custodia me ha de
pedir un día cuenta rigorosa”, es
decir no renuncia a sus derechos como rey para que no le busque las cosquillas la
Historia o no se sabe muy bien qué ente abstracto o divino. Pero sí reconoce
que abdica porque “Las elecciones
celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo el amor de mi pueblo”.
No iba desencaminado y hay que reconocerle que intentó evitar un baño de
sangre, al que no tuvo reparo de apuntarse su hijo Juan de Borbón, sobre todo
después de unas elecciones en las que los partidos republicanos barrieron a los
monárquicos en la todas las capitales de provincia salvo en 7 de ellas, por poner
un ejemplo. Pero sobre todo por el entusiasmo que provocaron en gran parte de
la población esos resultados, que llevaron, como muy bien relata Josep Pla en
su libro “Madrid. El advenimiento de la República”, a una agitación sin paragón,
cuando a las tres y media de la tarde del día 14 de Abril apareció la bandera
republicana izada en el Palacio de Comunicaciones, mientras riadas de gente se
dirigían a la Puerta del Sol a concentrarse frente al Palacio de la Gobernación
a la espera de acontecimientos, esperanzados por las noticias que iban llegando
de Eibar, Valencia, Barcelona y multitud de ayuntamientos que van proclamado la
República en sus consistorios. Una
multitud que estalló de júbilo cuando Miguel Maura y Manuel Azaña bajan de un taxi
que para a las puertas del Ministerio y entran en él haciéndoles honores el
pelotón de la Guardia Civil, para romper en delirio cuando unas horas más tarde
Maura termina de telefonear a todos los gobernadores civiles, presentándose
como ministro de la Gobernación del Gobierno Provisional de la República, exigiéndoles
que entregaran el mando al Presidente de la Audiencia en el acto, y a las seis
y media queda proclamada oficialmente en toda España la República.
Como Franco no
dio el golpe de estado para restaurar la monarquía, esta quedaba
definitivamente finiquitada en España, hasta que en 1947 se aprueba la Ley de
Sucesiones de la Jefatura del Estado por la cual el Caudillo se arroga el
derecho a ser él quien designe a su
sucesor. Lo sorprendente es el cambio de don Juan de Borbón, heredero de
la corona, que pasa de denunciar la Ley como ilegal a aceptar la sucesión al
trono de su hijo Juan Carlos, tras la reunión que él y Franco mantuvieron en el
yate Azor el 25 de Agosto de 1948. Por tanto el rey Juan Carlos es el monarca
que designó Franco como heredero de la “España
del Movimiento Nacional, católica, anticomunista y antiliberal” (sic
palabras de Carrero Blanco), confiando su educación a personas fieles al
régimen franquista. No es de extrañar, que a principios de la Transición se le
denominara como el rey de la dinastía del 18 de Julio, fecha en la que quedó
aprobada, definitivamente, la Ley de Sucesiones de la Jefatura del Estado.
Incluso su padre puso muchas resistencias a reconocer el trono de su hijo, no
haciéndolo hasta el 14 de mayo de 1977, tras fuertes presiones del
postfranquismo que necesitaba legitimar la dinastía. No es una barbaridad
apuntar que Juan Carlos, si bien es un rey de derecho otorgado por la
Constitución, nunca ha tenido legitimidad
democrática, pues nunca los españoles hemos podido refrendar la monarquía en
las urnas. Es más, a lo largo de su reinado se ha impedido juzgar al
franquismo, reconocer la memoria de todos aquellos que murieron bajo la
represión de Franco contra los republicanos, y las grandes familias del régimen
franquista siguen copando puestos de élite en la economía del país
Felipe
VI es el heredero de todo esto. Un rey que sigue la dinastía del 18 de Julio,
que nunca estará legitimado democráticamente ante la sociedad. Que tiene no
pocos privilegios vitalicios por el único mérito de la cuna de nacimiento.
Quizá sea hora de que esta situación termine, y los nuevos vientos políticos
que corren por España faciliten que los ciudadanos podamos decidir si queremos
legitimar la monarquía o dar paso a una república. La nueva etapa democrática
española exige liberarse de todas las ataduras franquistas que esta sociedad
todavía tiene, y la monarquía actual no es un a menor.
miércoles, 15 de abril de 2015
Entrevista en Levante de Castellón el 12 de Abril de 2015
GONZÁLEZ DE LA CUESTA
El autor aparca la novela para adentrarse con "La Brecha" en un ensayo que refleja el drama social que vive actualmente nuestro país, y para lo que ha contando con material gráfico exclusivo por parte del afamado fotoperiodista José Luis Cuesta, en un libro provocador.
"La desigualdad entre ricos y pobres ha sido orquestada desde el poder"
El escritor afincado es Castellón reflexiona en una obra coral sobre las diferencias sociales y la eliminación de la clase media que han provocado los recortes del gobierno.
NACHO MARTÍN CASTELLÓ

Hasta
la fecha la novela ha sido el fundamento de su producción literaria, con dos
obras publicadas: Larga Tormenta de Otoño y Nunca Seremos los Mismos (Unaria Ediciones),
y según nos confiesa, con otra novela corta ya terminada y una en proceso de
escritura. “No exactamente es así. Es
cierto que mi querencia principal, es hacia la novela, porque contar historias
es algo que me apasiona. Pero el ensayo no me es ajeno, ya publiqué en digital
uno sobre Antonio Machado y Campos de Castilla y, además, llevo varios años,
los últimos en Levante de Castellón, colaborando en la prensa con un artículo
semanal”.
“La necesidad de escribir La
Brecha, surge precisamente de esos artículos, que semanalmente me van haciendo
reflexionar sobre el estado actual de nuestra sociedad. Quizá también me ha
supuesto una liberación, al ver la gran injusticia que se está produciendo y la
imposibilidad de reflejarla de una forma pausada y reflexionada que encierra el
espacio, acotado en palabras, de un artículo. De ahí que, al finalizar esta
obra, de alguna manera, haya sentido un cierto alivio, a pesar de que el proceso
de escritura, en algunas ocasiones, me ha sumido en una especie de desazón y
malestar psicológico, al tener que ponerme en la piel de los personajes que
salen en la parte de ficción. He tenido la sensación, en algunos momentos, de
bajar a los infiernos de la injusticia.
La
portada de La Brecha es ya de por sí una declaración de intenciones sobre lo
que nos aguarda en su interior, mostrando con la fuerza de la imagen la ruptura
que se ha producido en la sociedad. La riqueza y el lujo arriba, la pobreza y
el hambre abajo. “No es una portada
baladí. En ella, Algón Editores ha tratado de sintetizar el problema del abismo
que se abre cada vez más entre ricos y pobres, que le da título al libro”. Sin
embargo, la brecha podría ser cualquier cosa. “No en este libro y con esta portada. La Brecha es un título que trata
de llamar la atención sobre la gran desigualdad que se está produciendo en
España, por las políticas que se han impuesto de destrucción del estado de
bienestar, y para ello se han utilizado dos fotos de Jose Luis Cuesta, el autor
de las fotografías del libro, montándolas de una manera que se visualice lo que
queremos decir.
Cuando uno
abre le libro se encuentra con unas fotografías impactantes, que ya de por si
delatan un situación real que revuelve un poco las tripas. “Jose Luis Cuesta es un fotoperiodista que lleva muchos años en la
profesión denunciando injusticias que se comenten por el mundo.
Desgraciadamente ahora no ha tenido que irse muy lejos para encontrar material
suficiente con el que plasmar la gran desigualdad existente. Ha hecho un
trabajo impecable y muy elaborado, teniendo en cuenta que en muchas de las
fotos habló previamente con los protagonistas, para conocer su historia. No ha
tratado de salir a hacer fotos y luego ajustarlas a un texto, sino captar con
la cámara una realidad que tenía un fin: mostrar la desigualdad sobre la que
reflexiona el texto.
Pero esto es
un proceso muy complicado que ha tenido que exigir mucha coordinación entre los dos, para llegar
al resultado final. “No ha sido fácil. La
idea de combinar fotos y texto sin que parecieran superpuestos ha requerido un
proceso complejo, sobre todo porque lo que nos interesaba era que quedara bien
claro lo que está sucediendo en esta España que según algunos va bien.

González
de la Cuesta hojea el libro como si fuese la primera vez que lo abre. Quizá en
su mente esté apareciendo ese complejo proceso de escritura que acaba de
revelar. No obstante, da la sensación de que algo más circula entre sus
pensamientos. “El problema que se planteó
desde el principio fue el propio medio. No queríamos hacer un ensayo espeso y
de difícil digestión. Para ello las fotografías han sido parte esencial a la
hora de aligerar peso a la lectura. Pero, además, el texto es una mera
reflexión, en la que deliberadamente se ha huido de los datos, para no aburrir
al lector, y porque nada más lejos de
nuestra intención hacer un ensayo
científico o académico. No, lo que queríamos es que el lector o la lectora se
encontrarán cómodos con su lectura, y además se sintieran provocados a la
reflexión”.
No
cabe duda que la lectura de La Brecha invoca esas intenciones. Hace que pasemos
del impacto emocional a la convulsión que nos producen unas fotos y un texto
muy provocadores. “En La Brecha lo que
queremos trasmitir es que a esta situación no se ha llegado por causas
naturales, o por razones de un destino cruel. Todo tiene un porqué, una razón
encadenada que conduce a situaciones diferentes. La desigualdad que en todos
los ámbitos sufre la sociedad española: económica, cultural, educativa,
sanitaria, social, etc. es producto de un plan perfectamente diseñado que viene
propagándose en los medios de comunicación desde hace varias décadas. Ahora
estamos descubriendo que para el capitalismo el estado de bienestar fue un paréntesis que hubo que consentir por
razones históricas: el comunismo en el este de Europa, la necesidad de
reconstruir el continente después de la Segunda Guerra Mundial… De hecho en
España y Portugal no es necesario desarrollarlo porque sus respectivas
dictaduras no lo hacen necesario.
¿Pero en el caso concreto de
España, qué es lo que ha sucedido, para llegar a esta situación? “Responder a esta pregunta requeriría mucho
más espacio que esta entrevista o el propio libro de La Brecha. Básicamente, se
puede decir que España es un país muy dependiente de su entorno político y
económico, y que el gobierno actual se ha aplicado a imponer las políticas que
desde el neocapitalismo europeo que gobierna el continente le ha exigido. Es
como si fuésemos el laboratorio de pruebas de por dónde debe ir la nueva
Europa, alejada de esa Europa social que fue la seña de identidad de la
construcción europea. Esto nos ha llevado a la destrucción del incipiente
estado de bienestar que empezábamos a disfrutar, que ha destruido a la clase
media y enviado a la exclusión y la miseria a las clases bajas, mientras la
riqueza que ya no se tiene que repartir, se acumula en pocas manos generando la
gran desigualdad existente actualmente.
Podemos
decir, entonces, que este es el resumen de La Brecha: la desigualdad entre
ricos y pobres. “Básicamente sí. Una
desigualdad orquestada desde el poder, para que la mayoría de la sociedad, a la
que se le han usurpado derechos fundamentales en una democracia, se convierta
en peón de brega de los intereses de quienes detentan ese poder. Este es el
mensaje de La Brecha. Un libro provocador por el que ha apostado Algón
Editores, siguiendo su política editorial de ofrecer una radiografía de la
sociedad que nos ha tocado vivir, y a quien estamos muy agradecidos.
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