Pero nada de esto sabían los amigos de Lord Byron: Mary Shelley,
su esposo Percy Shelley, y John
W. Polidori, entre otros, cuando estaban pasando unos días de principios de
verano de 1816 en la Villa Diodati, junto al lago Ginebra, y unas fuertes tormentas
les impidieron salir al aire libre, por lo que pudieron dedicar mucho tiempo a
hablar, jugar y crear literatura. Una de
esas noches, al calor de la chimenea, Lord Byron propuso un juego que consistía
en escribir un relato de terror, una vez que cada uno se retirara a sus
habitaciones. Nadie podía saber esa noche que estaban sujetos a la Teoría del
Caos, y que la explosión de un volcán, sucedida en la otra punta del mundo un
año antes, iba a tener como consecuencia
el alumbramiento de dos de las más grandes obras de la literatura universal: “Frankenstein o el moderno Prometeo”,
que Mary Shelley empezó a escribir
como un juego en la soledad de su cuarto, y “El
vampiro” de John W. Polidori,
que fue la inspiración de tantas otras novelas del género de terror.
Este es el espíritu del libro de Santiago Posteguillo: “La
noche en que Frankenstein leyó El Quijote”: contarnos algunos
acontecimientos de la intraliteratura, de aquello que se cuece fuera de nuestro
alcance como lectores. Acontecimientos y comportamientos, que sin saberlo han
tenido un efecto de alas de mariposa, dando pie a grandes obras literarias.
Pero Posteguillo, que ya ha
demostrado su buen hacer como escritor, juega con ventaja al ser profesor de
Literatura Inglesa en la Universidad Jaume I de Castellón, lo que le da un
conocimiento de lo que hay detrás de las bambalinas de la Historia (con
mayúsculas) de la Literatura, que al resto de los mortales se nos escapa,
gracias al cual podemos deleitarnos de la serie de narraciones (de chismes
literarios, podríamos calificarlos) que componen su nuevo libro, parece ser que
artículos publicados en el diario Las Provincias, que podrían ser los
chascarrillos de la literatura, el “Hola” que nos cuenta cotilleos de cómo era
ese escritor o por qué se escribió determinada obra. Quizá habría que criticar
un exceso por mantener la intriga sobre de qué escritor se está hablando,
cuando enseguida se sabe de quién se trata. Nada más en el lado negativo de la
balanza de este libro, imprescindible para curiosos y cotillas de la literatura
que, sin embargo, lejos de aparecer como una serie de relatos inconexos, tienen
una estructura bien armada en torno a la Teoría del Caos, que empieza en
Alejandría, en el siglo III a. n. e.,
con la invención del abecedario que tuvo que ingeniarse el gramático griego Zenodoto, que ha permitido que hoy se
puedan guardar con orden los libros en bibliotecas y las tabletas e-book.
A cerca del sugerente título de la obra: “La noche en que Frankenstein leyó El Quijote”,
mejor que lo descubran ustedes mismos con su lectura.
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