domingo, 1 de diciembre de 2024

La DANA nos ha dejado huérfanos de libros

 


Un libro perdido es un girón en la construcción de la identidad cultural de una sociedad. Porque un libro no es sólo un almacén de palabras escritas con más o menos coherencia y belleza, que si está bien encuadernado hace su papel decorativo en una casa. Un libro es el fruto del conocimiento recogido de otros libros, de otras generaciones, de otras experiencias. Escribía Lope de Vega: “Libro cerrado, no saca letrado”. Nos hace sentir que pertenecemos a una comunidad que respira, piensa, vive, corre, come, ríe, sufre, se divierte, se emociona o busca respuestas a las mismas preguntas. Todo eso y lo que cada uno le quiera añadir es un libro. Claro que en la sociedad actual de las prisas, de la dictadura audiovisual, del materialismo que todo lo valora por el valor crematístico que puede aportar y del algoritmo que sustituye nuestra capacidad de pensar y reflexionar, los libros parecen una reliquia del pasado, de cuando no había internet ni redes sociales ni éramos tan adictos a que todo nos lo dieran masticado. Además, como decía el viejo profesor Enrique Tierno Galván: “Más libros, más libres”. Aunque hoy el concepto de libertad ya no se busque en los libros, ¡error!, sino en la barra del bar, en hacer lo que me de la gana o negar todo lo que a mi incultura, quizá por no leer libros, no le gusta.   

Sin embargo, cuando se pierde uno es como desprendernos de un pedacito de nosotros mismos. Imaginemos, entonces, la orfandad que deben sentir los cientos de miles de personas que se han quedado sin bibliotecas, sin librerías, sin la fortaleza intelectual que nos proporcionan los libros, por la DANA en Valencia. Seguro que entre la amalgama de emociones y sentimientos encontrados que deben tener, hay un hueco de tristeza por la pérdida de tantos libros.

Daños irreparables para el intelecto y el alma, pero también para los agentes que posibilitan que podamos sentarnos, plácidamente, a leer un libro: librerías, como agentes que ponen los libros a nuestro alcance; editoriales, que hacen posible que un manuscrito se convierta en un libro; escritores, que son el centro neurálgico de la literatura con sus creaciones, que pierden, también, si no hay librerías, editoriales o bibliotecas, que puedan difundir sus obras. Una asfixia que, que se agrava con la retirada de las ayudas al libro en 2024 por parte de la Generalitat Valenciana de la reconstrucción.

La zona afectada por la DANA es una pequeña parte en términos librescos, pero el efecto mariposa de la tragedia tiene un alcance que va mucho más allá del territorio devastado. Sin olvidar, que los primeros y grandes damnificados por la pérdida de libros son quienes las habitan, sean lectores o no.        

 

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