sábado, 27 de julio de 2024

Paris 2024. Unos Juegos para las esperanza

 


Una vez más, Francia. Cuando el mundo democrático occidental se desmorona por el avance de la extrema derecha, recicladora del fascismo tal como lo hemos conocido hasta ahora, y todo tipo de teorías extravagantes, delirantes y autoritarias, que circulan por las redes sociales como por el pasillo de su casa, llega Francia y vuelve a lanzar al mundo un mensaje de esperanza y tolerancia, haciéndonos entender, unas semanas después de encontrarse al borde del abismo neofascista, que sólo es posible una sociedad libre y justa, cuando estas tres palabras mágicas: libertad, igualdad y fraternidad, forman un todo que asegura una sociedad más libre, más igualitaria, más justa, más solidaria, más tolerante, más diversa, más pacífica y, por tanto, más democrática.

Ese es el mensaje que prevalecerá en nuestras conciencias, después de las cuatro horas de espectáculo humano, deportivo y artístico, que han supuesto la inauguración de los Juegos Olímpicos París 2024. Cuatro horas de tantos estímulos emocionales y visuales, que uno siente haber asistido a una fantasía mágica, diseñada, organizada y ejecutada con tanta precisión y elegancia, que difícilmente podrá superarse. Aunque, mirándolo subjetivamente, no podría ser de otra manera en la ciudad que ha marcado el camino de la elegancia en la moda, la cultura y el arte en occidente, desde que todos los que estamos leyendo esto tenemos conciencia.

El riesgo de una ceremonia tan extraordinaria y única, ha sido un salto al vacío digno de una sociedad que ha marcado nuestra vida política y social desde hace más de dos siglos. Sólo quién fue capaz de hacer una revolución que rediseñó la vida en Europa y América, sacándola del ostracismo, la injusticia y el clasismo estamental del absolutismo, con la autoridad que le da ser el origen de todo lo que vino después y prevalece todavía, podría dar un puñetazo en la apatía de nuestra conciencia y proclamar, mediante un espectáculo bello y universal, que la libertad, la igualdad y la fraternidad, siguen siendo los únicos valores posibles para avanzar hacia el futuro. Un futuro donde todos tengamos cabida, unidos en la diversidad y la igualdad.

El mensaje es tan nítido, que los medios de extrema derecha y afines, y las redes sociales se han lanzado a desprestigiar la ceremonia y la llamada a la tolerancia que ha lanzado al mundo. No podía ser de otra manera, puesto que les ha situado frente al espejo de su intolerancia y falta de empatía hacia un mundo diverso e igualitario. “Demasiado politizada”, dicen algunos de los más suaves. Ya saben ustedes, todo lo que no sea ensalzar lo que ellos piensan, está politizado. Ya lo advirtió un jugador de la selección española de fútbol, declarando que el deporte no se debe mezclar con la política. Algo que se le olvidó enseguida mostrando su lado más ultra y descortés al saludar al presidente del gobierno.

Si al deporte se le quiere “despolitizar”, es porque quienes lo reclaman no quieren que cambie la “politización” actual, el statu quo que privilegia al deportista blanco, hombre y si me apuran cristiano. Por eso, vista la ceremonia de ayer, sólo tengo palabras de agradecimiento al COI, a la organización de los juegos y a todos y todas los que han hecho posible que el mundo vea la diversidad de la sociedad del siglo XXI, y que todos tenemos cabida en ella. Y a Francia, para que siga siendo la memoria de la libertad, la igualdad y la fraternidad frente al caos.

          

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