martes, 30 de julio de 2024

¿De verdad la singularidad de Cataluña es un peligro para los españoles?

 


No voy a ocultar que siempre he pensado que Cataluña debería tener un concierto económico similar al del País Vasco. Quizá porque he creído y creo que la España de las autonomías es un empastre regional impuesto por la derecha franquista durante la Transición, que no solucionó el encaje territorial de regiones como Cataluña, enquistando el problema de la formación de un país aceptado por todos. Un problema que trajeron los Borbones, triunfadores de la Guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII, trasponiendo el centralismo férreo de la monarquía francesa a España. Lo que me lleva a pensar que como siguen los Borbones, nadie se plantea derogar los decretos de Nueva Planta impuestos por Felipe V contra la Corona de Aragón y reinstaurar, aunque con unos siglos de retraso, el modelo confederal que tenía la monarquía de los Austrias.

No sé si en la actualidad el modelo idóneo sería el confederal o el federal. Lo que sí tengo claro es que el autonómico es un fracaso que sólo sirve para alimentar el centralismo de una derecha que se espanta cada vez que un territorio solicita más competencias, en nombre de la unidad de España, con el mantra de la igualdad de los españoles.

Igualdad de los españoles que sólo sacan a pasear cuando no son ellos los que promueven la desigualdad, como el dumping fiscal que lleva años practicando la Comunidad de Madrid, por ejemplo. Una desigualdad que sólo les preocupa cuando se habla de la “sagrada unidad centralista de España”, pero que no les mueve la ropa ante la brecha que sus políticas sociales y económicas abren entre españoles.

Que el modelo autonómico hace aguas por todas sus costuras lo pone negro sobre blanco el sistema de financiación autonómica, cuasi inexistente, que condena a las autonomías a depender, financieramente hablando, de la generosidad del gobierno central de turno o de su cicatería o de su silencio. Silencio cuando son los míos los que rompen la financiación común y aspavientos cuando son los otros.

Que Cataluña tenga un concierto económico singular al modo del País Vasco, es una reparación histórica, puesto que Cataluña es un territorio singular, como viene demostrando desde hace siglos. Y no entiendo, salvo que haya intencionalidad política en ello, por qué la derecha se opone tan vehementemente. O sí lo entiendo. Desgraciadamente en España tenemos una derecha que no disimula en esconder su nacionalismo centralista exacerbado, anteponiendo el centro sobre el resto de España. Ni tampoco me creo que el resto del país se vaya a resentir por que los impuestos los recojan unos u otros, siempre que haya mecanismos de compensación solidarios entre territorios.

Aunque quizá, lo que deberíamos plantearnos como país, si queremos poner fin al problema territorial, es dar carpetazo al sistema autonómico e implantar un modelo federal y si fuese necesario confederal con algunos territorios. Claro, que entonces, la derecha nacionalista no tendría excusas para poner el país patas arriba por su patriotismo electoral. Ni podría buscar enemigos internos diabólicos, que es la manera que siempre han tenido los nacionalismos para reafirmarse.                  

 

sábado, 27 de julio de 2024

Paris 2024. Unos Juegos para las esperanza

 


Una vez más, Francia. Cuando el mundo democrático occidental se desmorona por el avance de la extrema derecha, recicladora del fascismo tal como lo hemos conocido hasta ahora, y todo tipo de teorías extravagantes, delirantes y autoritarias, que circulan por las redes sociales como por el pasillo de su casa, llega Francia y vuelve a lanzar al mundo un mensaje de esperanza y tolerancia, haciéndonos entender, unas semanas después de encontrarse al borde del abismo neofascista, que sólo es posible una sociedad libre y justa, cuando estas tres palabras mágicas: libertad, igualdad y fraternidad, forman un todo que asegura una sociedad más libre, más igualitaria, más justa, más solidaria, más tolerante, más diversa, más pacífica y, por tanto, más democrática.

Ese es el mensaje que prevalecerá en nuestras conciencias, después de las cuatro horas de espectáculo humano, deportivo y artístico, que han supuesto la inauguración de los Juegos Olímpicos París 2024. Cuatro horas de tantos estímulos emocionales y visuales, que uno siente haber asistido a una fantasía mágica, diseñada, organizada y ejecutada con tanta precisión y elegancia, que difícilmente podrá superarse. Aunque, mirándolo subjetivamente, no podría ser de otra manera en la ciudad que ha marcado el camino de la elegancia en la moda, la cultura y el arte en occidente, desde que todos los que estamos leyendo esto tenemos conciencia.

El riesgo de una ceremonia tan extraordinaria y única, ha sido un salto al vacío digno de una sociedad que ha marcado nuestra vida política y social desde hace más de dos siglos. Sólo quién fue capaz de hacer una revolución que rediseñó la vida en Europa y América, sacándola del ostracismo, la injusticia y el clasismo estamental del absolutismo, con la autoridad que le da ser el origen de todo lo que vino después y prevalece todavía, podría dar un puñetazo en la apatía de nuestra conciencia y proclamar, mediante un espectáculo bello y universal, que la libertad, la igualdad y la fraternidad, siguen siendo los únicos valores posibles para avanzar hacia el futuro. Un futuro donde todos tengamos cabida, unidos en la diversidad y la igualdad.

El mensaje es tan nítido, que los medios de extrema derecha y afines, y las redes sociales se han lanzado a desprestigiar la ceremonia y la llamada a la tolerancia que ha lanzado al mundo. No podía ser de otra manera, puesto que les ha situado frente al espejo de su intolerancia y falta de empatía hacia un mundo diverso e igualitario. “Demasiado politizada”, dicen algunos de los más suaves. Ya saben ustedes, todo lo que no sea ensalzar lo que ellos piensan, está politizado. Ya lo advirtió un jugador de la selección española de fútbol, declarando que el deporte no se debe mezclar con la política. Algo que se le olvidó enseguida mostrando su lado más ultra y descortés al saludar al presidente del gobierno.

Si al deporte se le quiere “despolitizar”, es porque quienes lo reclaman no quieren que cambie la “politización” actual, el statu quo que privilegia al deportista blanco, hombre y si me apuran cristiano. Por eso, vista la ceremonia de ayer, sólo tengo palabras de agradecimiento al COI, a la organización de los juegos y a todos y todas los que han hecho posible que el mundo vea la diversidad de la sociedad del siglo XXI, y que todos tenemos cabida en ella. Y a Francia, para que siga siendo la memoria de la libertad, la igualdad y la fraternidad frente al caos.

          

domingo, 21 de julio de 2024

No les gusta la regeneración democrática ¿Qué raro, no?


La derecha tardofranquista se rasga las vestiduras ante el plan de regeneración democrática que va a presentar el gobierno al Congreso. La democracia está en peligro -dicen- por culpa del aprendiz de dictador de Sánchez. No se han preocupado por el torrente de noticias falsas o inventadas que desde hace años circulan entre los medios afines a ella. Ni por las anarrosas, grisos, vicentesvallés, ikersjiménez, ferreras, anaspastor, indas, losantos y pseudoperiodistas que manejan presupuestos desmedidos para desinformar en televisiones, radios y medios digitales y alguno escrito, pagados por las instituciones que gobiernan (en este apartado la distinción especial es para Isabel Díaz Ayuso). Todo para ellos es normal, siempre que se ajuste a sus intereses políticos. Pero ahora, cuando se trata de poner coto a tanto despropósito informativo y tanto alumno aventajado de J. Goebbels, se echan las manos a la cabeza. ¿Porque la democracia está en peligro? No. Más bien porque se les puede acabar el chollo millonario de desinformar, mentir y denigrar, tan útil, según parece, para sus intereses electorales, en ese trinomio que forman la judicatura, los medios de comunicación y el Partido Popular/Vox, que está poniendo en solfa algunos de los principios básicos de una democracia como son el respeto, la tolerancia y la educación cívica.

Si no nos dejamos influir por el atropello informativo al que nos están sometiendo a todas horas sus medios afines, no con la intención de informar, sino, más bien, para destruir al adversario político; ni por el lawfare de una judicatura rendida a la causa ultraconservadora; ni por la mala educación apoyada en un discurso fundamentado en falsedades, que distingue a diario a muchos dirigentes del Partido Popular/Vox, veremos que lo que está sucediendo en España es un ataque frontal a la democracia, desde el burladero mediático y judicial de una derecha echada el monte.              

 


¿De verdad la singularidad de Cataluña es un peligro para los españoles?

  No voy a ocultar que siempre he pensado que Cataluña debería tener un concierto económico similar al del País Vasco. Quizá porque he creíd...