miércoles, 13 de septiembre de 2023

No van a parar

 


No van a parar. La única política que tiene el Partido Popular desde que perdieron el poder nacional es volver a ocuparlo, cueste lo que cueste. No importa el daño que puedan hacer al país, al Estado, a los ciudadanos o a la patria que tanto cacarean; esos son daños colaterales, y son asumibles para ellos, siempre que el fin justifique los medios. Ya lo hicieron con el presidente Zapatero, al que vapulearon sin misericordia hasta la saciedad. Lo han estado haciendo con el gobierno actual, al que no han dejado de insultar y tachar de ilegítimo, como si hubiese llegado al poder a través de amañar las elecciones, lo que no es ni más ni menos que cuestionar la democracia española. Esto de poner en solfa la democracia es algo que suele hacer la extrema derecha mundial, siempre que ellos no ganan las elecciones; lo llamativo es que en España la derecha del Partido Popular, que pensábamos demócrata, se haya apuntado a este mantra fascistoide que recorre las democracias occidentales. Claro, que volviendo al principio, todo vale si es por alcanzar la Moncloa.

Vivimos en uno de los países del entorno occidental más ricos en diversidad cultural, gastronómica, climática, paisajística, lingüística, política y geográfica. La verdadera esencia de lo que somos es, precisamente, esa diversidad, que no ha sido óbice para que haya una idea común de España, que se puede traducir en mayor o menor sentimiento de pertenencia a un proyecto de país con raíces históricas comunes y un presente de país moderno y tolerante. Lo que no está tan claro es el futuro, dado el empeño de alguno en desdibujarlo si ellos no son los que lo pilotan.

Uno acaba cansándose de tanta amenaza de ruptura de España. De tanta desintegración nacional, que sólo imaginan las mentes calenturientas de la extrema derecha, a las que únicamente les sirve aquello de España como una unidad de destino en lo universal, centrípeta y defensora de una moral religiosa casposa e intransigente, que se puede resumir en “a Dios rogando y con el mazo dando”. Es tanto el abuso y apropiación de la patria, que acaba causando hartazgo. Todos rompen España menos ellos; todos somos malos españoles, menos ellos, que se creen en la potestad de dar carnets de españolidad, convirtiendo así a una gran parte de los ciudadanos del país en apátridas, sólo porque entendemos que España es otra muy diferente a la que su mente ultranacionalista concibe.

Después está el Partido Popular, a quien realmente todo este discurso de ruptura de España sólo les importa como argumento para alcanzar el poder. ¿Alguien se cree que el Partido Popular no convertiría a Puigdemont de villano a héroe nacional (con amnistía incluida), si este asegurara la investidura de Núñez Feijoo? Aznar, que ahora clama por la insurrección cuasi golpista contra el gobierno legítimo, se rindió, cuando creía que esto le iba a beneficiar, a los pies de ETA o habló catalán repentinamente cuando necesitaba a los nacionalistas para su investidura. De Rajoy solo hay que remitirse a la portada de ABC del 19 de octubre de 2017, para ver hasta qué punto llega la hipocresía del Partido Popular en este asunto de la ruptura de España.

No nos engañemos. En España la derecha es más nacionalista que democrática, y eso significa que el futuro que nos esperaría si gobernara sería de mucha bandera, mucho beneficio para el bolsillo de los ricos y Santiago y cierra España contra el infiel que no abrace sus ideas y acate sus políticas. Nada que no sepamos.  

      

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