sábado, 5 de noviembre de 2022

¡¡Salvadores!!

 


¡¡Salvadores!! ¡¡Qué Dios  nos libre de ellos!! Mesiánicos convencidos, neoliberales interesados, ególatras con vocación de salvapatrias, purpurados con vocación de salvaalmas,  millonarios que solo quieren salvar su culo… y su dinero, etc., etc., etc. Es lo que pasa cuando una sociedad deja de cumplir con su obligación de mejorar la vida de la gente y da paso a todo tipo de especuladores del bien y del mal, este normalmente ajeno.

Salvadores como el Banco Central Europeo, que se revuelve cuando un gobierno decide que la banca tiene que pagar más impuestos, sobre todo cuando está ganando el dinero en exceso a costa de sus clientes. Pero claro, a quién le puede extrañar que el BCE salga en defensa de los bancos con mensajes torticeros sobre la inevitabilidad de tener que hacer lo que los consejos de administración deciden que es mejor para ellos.

Salvadores como los partidos que se arrogan la obligación de defender la patria, aun a costa de sus ciudadanos, pero que en realidad solo buscan un abono fácil para ganar elecciones. Aquellos que cuando no gobiernan prefieren que todo vaya mal y, como los bomberos pirómanos, luego ya llegarán ellos para salvar el país; su país imaginado de banderas, himnos y mentiras bien regadas de dinero público en los medios.

Salvadores como los  millonarios metidos a políticos: Berlusconi, Musk, Trump, etc., que tras un trampantojo de reformas que siempre van en la misma dirección, es decir la de proteger su dinero, convenciéndonos de que solo ellos pueden salvar nuestras carteras cuando la suyas ya estén bien repletas. O  bien, aquellos que solo les interesa salvarse así mismo de sus fechorías, cuando los tribunales ya no pueden mirar más para otro lado, haciéndonos creer que la justicia es igual para todos.

Salvadores como los mesiánicos de la política, a derecha e izquierda, que entienden las ideas como una religión monoteísta, ante la que hay que arrodillarse y agradecer, con una dosis infinita de fe,  que ellos están ahí para salvarnos de  nuestra ignorancia.

Como una maldición divina, ahora que conseguíamos liberarnos de los salvadores de almas que tan sumisos nos tenían, para mayor gloria de la buena vida clerical, nos llegan los salvadores laicos, con idénticas mentiras y mismos mensajes milenaristas de apocalipsis, que no nos tienen menos mansos que los profetas de la vida eterna.

 

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