viernes, 15 de mayo de 2020

14º día de desconfinamiento. Pijos


14º día de desconfinamiento. Pijos. Después de dos meses de confinamiento los pijos están hartos de no poder hacer lo que les venga en gana, que es lo que siempre han hecho. Están enfadados porque no pueden gastarse el dinero que les sobra. Aburridos de beber Moët de Chandon, Vega Sicilia y Glenfiddich; las ostras, el Pata Negra y las huevas de esturión no son nada tomadas en la soledad de la casa,  sin que nadie te vea como hacer alarde de buen gourmet. En el fondo comprendo la vida tan tediosa que les están obligando a llevar, como si fueran populacho del vulgo.
No me extraña que se manifiesten en nombre de la libertad y contra un gobierno que está convirtiendo a España en Venezuela, y echen de menos el Chile de Pinochet o a su añorado Franco, que les dejaba hacer lo que quisieran siempre que le adoraran.
Y cómo están hartos y preocupados por España, salen a la calle a protestar, porque tienen que defender la libertad de sus hijos, no la de los niños del mundo: la de sus hijos, para que sean como ellos y la estirpe de pijo se perpetúe en el tiempo. Cuando ellos se manifiestan lo hacen en nombre de un valor tan superior como es su libertad y la defensa de su dinero, sobre todo ahora que está en peligro porque el gobierno socialcomunista les quiere meter un impuesto exclusivo para ellos. ¡Qué vergüenza! Al final tendrán que acabar llevándose todo a algún paraíso fiscal.
Que nadie piense que los pijos son como las feministas que se manifestaron el 8 de marzo y contagiaron a todo el país, incluidos a los habitantes de San Salvador de Cantamuda, precioso pueblo de 126 vecinos, perdido en el norte de Palencia. No, ellos están legitimados a manifestarse porque Dios, que nunca les abandona, les apoya, a ver si ya se abren de una vez las iglesias. También están con su cruzada el tándem Casado/Ayuso/Aznar. Quién puede, entonces, decirles que están incumpliendo las reglas del desconfinamiento, impuestas por un gobierno ilegítimo. A ellos, que han sustituido los aplausos de apoyo a los sanitarios por caceroladas contra el gobierno, convocadas por ese  nuevo Partido de patriotas, especialista en tirar la piedra y esconder la mano, ¿quién puede decirles que no aman a España?
Poco les falta para reclamar la República Independiente del Barrio de Salamanca o Pijolandia, aunque lo de república no lo tengo tan claro, puede que proclamen rey legítimo de su nuevo cantón al pretendiente carlista Carlos Javier de Borbón-Parma y Orange-Nassau (un rey con ese nombre les tiene que provocar un orgasmo), para rescatar los valores de una  monarquía como Dios manda: católica, apostólica y romana. Además Pijolandia sería heredera, como no, de Viriato, Numancia, el Imperio Romano, Chindasvinto, Las Navas de Tolosa, el Imperio de Ultramar y Francisco Franco. Casi nada.
No pueden aguantar más. Necesitan la libertad de juntarse con los de su especie, y volver a su vida de apariencia, de exhibir poder y lamborghinis, de dinero y golpes de pecho. En Pijolandia no estarían cerrados ni los bares ni los restaurante ni los comercios ni las casas de putas. Tampoco las iglesias, para que luego pudieran ir a expiar sus pecados y pelillos a la mar.
Pijos. Son así. Su concepción del mundo no es ni siquiera terraplanista. Se circunscribe al Barrio de Salamanca en Madrid y todos los barrios que habitan en el resto del país. No se les puede pedir más. Lo triste es que haya mucha gente que los sigue, que piensan que con los pijos gobernando viviríamos mejor; que convirtiéndonos en mucamas de sus intereses la vida es más sencilla. Ellos son pijos y no lo pueden evitar, nosotros sí podemos remediar ser unos ignorantes.
Recordad. El domingo a las ocho aplauso final de agradecimiento. A ver si lo hacemos tan grande que no se oiga otra cosa en el país.

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