viernes, 8 de junio de 2018

¿A qué huelen las nubes?


Publicado en Levante de Castellón el 8 de junio de 2018


Preguntaba en un anuncio de televisión una conocida marca de compresas. Una pregunta tonta, que no merece la pena ni contestar, por lo obvia que es la respuesta. Igual que la que se hacen hoy muchos “ciudadanos” del por qué  no se convocan elecciones. La respuesta es igual de simple: porque no hace falta; porque el país no pude estar enfrascado en procesos electorales cada vez que a un partido le interesa.

                Sin embargo, una parte de la derecha insiste machaconamente en hacernos creer que la única solución para España es la convocatoria de elecciones. Como si una moción de censura fuese un mecanismo espurio de sustitución de un presidente del gobierno, que ya no debe serlo, por todas las razones que ustedes saben. Parece que a esa España de una única dirección, no le gusta que se aplique la Constitución, por lo menos cuando a ellos no les interesa  o quizá es que no se la han leído, al igual que cuando piden la prolongación del artículo 155 en Cataluña, saltándose a la torera el acuerdo de aplicación en el Senado de este artículo constitucional, con su voto entusiasta. Aunque, me inclino más a pensar que la Ley conocerla sí la conoce, pero aplicarla, sólo cuando se les ajusta. Claro, que luego están los verdaderos damnificados de la moción, que todavía no entienden por qué se presentó y se ha aprobado, sin motivo aparente, sólo por la ambición de un señor por ser presidente, que además ha traicionado, no sabemos muy bien a quién, si a España, a los españoles, a la Constitución, a ellos mismos, a la selección española o a esa idea de que sólo la derecha tiene capacidad para gobernar por mandato divino.
                Parece, que ni los 180 diputados que han votado a favor de la moción de censura ni los doce millones de españoles que representan, tiene la categoría suficiente para desalojarlos del poder o impedir que se convoquen elecciones. Como si estuviéramos en una democracia censitaria, y los votantes de las diferentes sensibilidades políticas que no sea la suya, tuvieran un voto de menor importancia que los de la derecha nacional española. Eso es lo que no pueden soportar, que la democracia se despliegue en toda su plenitud y les arranque del poder real o demoscópico. Para ello se sacan de la manga la demagogia de que son los españoles votando los que deben solucionar esta situación. Como si no hubiéremos votado ya hace dos años y esos votos hayan servido para que un partido corrupto salga del gobierno y otro, muletilla del partido corrupto, ya no pueda aparentar ser el único que pude poner freno a la corrupción en España.
                Está claro que la Constitución ha funcionado con una precisión de reloj suizo en este caso; que la moción de censura ha concitado apoyos suficientes de aquellos que por corrupción o por mal gobierno han considerado que el ejecutivo actual debía dejar de gobernar, y lo ha  hecho de una manera legítima y ajustada a derecho. También está claro que ahora el nuevo gobierno tendrá que tejer un  mosaico de apoyos, que no van ser fáciles si quiere prolongar la legislatura hasta el final. Todo eso lo tenemos claro, incluso que la derecha va a ejercer una oposición durísima y no siempre constructiva, por diferentes intereses, pero va a ser así, y no será ilegítimo que lo hagan, siempre que se respeten unas normas de tolerancia y moralidad política mínimas, ajustadas a la democracia. Pero el gobierno se acaba de nombrar y es de buena educación política dejarle aterrizar y que tenga un periodo de cortesía para ver qué es lo que hace. Aunque la cortesía en política hace ya mucho tiempo que se perdió.

¿A qué huelen las nubes? Preguntaba en un anuncio de televisión una conocida marca de compresas. Una pregunta tonta, que no merece la pena ni contestar, por lo obvia que es la respuesta. Igual que la que se hacen hoy muchos “ciudadanos” del por qué  no se convocan elecciones. La respuesta es igual de simple: porque no hace falta; porque el país no pude estar enfrascado en procesos electorales cada vez que a un partido le interesa.
                Sin embargo, una parte de la derecha insiste machaconamente en hacernos creer que la única solución para España es la convocatoria de elecciones. Como si una moción de censura fuese un mecanismo espurio de sustitución de un presidente del gobierno, que ya no debe serlo, por todas las razones que ustedes saben. Parece que a esa España de una única dirección, no le gusta que se aplique la Constitución, por lo menos cuando a ellos no les interesa  o quizá es que no se la han leído, al igual que cuando piden la prolongación del artículo 155 en Cataluña, saltándose a la torera el acuerdo de aplicación en el Senado de este artículo constitucional, con su voto entusiasta. Aunque, me inclino más a pensar que la Ley conocerla sí la conoce, pero aplicarla, sólo cuando se les ajusta. Claro, que luego están los verdaderos damnificados de la moción, que todavía no entienden por qué se presentó y se ha aprobado, sin motivo aparente, sólo por la ambición de un señor por ser presidente, que además ha traicionado, no sabemos muy bien a quién, si a España, a los españoles, a la Constitución, a ellos mismos, a la selección española o a esa idea de que sólo la derecha tiene capacidad para gobernar por mandato divino.
                Parece, que ni los 180 diputados que han votado a favor de la moción de censura ni los doce millones de españoles que representan, tiene la categoría suficiente para desalojarlos del poder o impedir que se convoquen elecciones. Como si estuviéramos en una democracia censitaria, y los votantes de las diferentes sensibilidades políticas que no sea la suya, tuvieran un voto de menor importancia que los de la derecha nacional española. Eso es lo que no pueden soportar, que la democracia se despliegue en toda su plenitud y les arranque del poder real o demoscópico. Para ello se sacan de la manga la demagogia de que son los españoles votando los que deben solucionar esta situación. Como si no hubiéremos votado ya hace dos años y esos votos hayan servido para que un partido corrupto salga del gobierno y otro, muletilla del partido corrupto, ya no pueda aparentar ser el único que pude poner freno a la corrupción en España.
                Está claro que la Constitución ha funcionado con una precisión de reloj suizo en este caso; que la moción de censura ha concitado apoyos suficientes de aquellos que por corrupción o por mal gobierno han considerado que el ejecutivo actual debía dejar de gobernar, y lo ha  hecho de una manera legítima y ajustada a derecho. También está claro que ahora el nuevo gobierno tendrá que tejer un  mosaico de apoyos, que no van ser fáciles si quiere prolongar la legislatura hasta el final. Todo eso lo tenemos claro, incluso que la derecha va a ejercer una oposición durísima y no siempre constructiva, por diferentes intereses, pero va a ser así, y no será ilegítimo que lo hagan, siempre que se respeten unas normas de tolerancia y moralidad política mínimas, ajustadas a la democracia. Pero el gobierno se acaba de nombrar y es de buena educación política dejarle aterrizar y que tenga un periodo de cortesía para ver qué es lo que hace. Aunque la cortesía en política hace ya mucho tiempo que se perdió.

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