viernes, 12 de abril de 2019

Las elecciones que nos asoman al franquismo


Que haya empezado oficialmente la campaña electoral de las elecciones generales, nos deja un poco fríos, teniendo en cuenta que llevamos meses de precampaña y sobreactuaciones de algunos políticos, que sólo tienen como fin reclamar nuestra atención. Tristemente, la nueva hornada de dirigentes en los partidos, sobre todo de la derecha, sin quitarle el ojo a alguno por la izquierda, están demostrando que tienen más de histriones, que de estadistas. Sólo hay que verlos y escucharlos, para darnos cuenta que el debate político que tiene que plantear soluciones a los problemas de los españoles, ha sido sustituido por el gesto, el discurso vacío de contenido, el digo diego y la baja calidad de sus reflexiones. Están ofreciendo un simplismo absoluto en el debate electoral, con grandes agujeros rellenos de banderas para tapar su falta de propuestas.
                Pero no debemos creer, que esa ausencia de ideas, responde a la incapacidad o que no las tienen. Simplemente las están ocultando, escondiendo, porque quizá si las supiéramos de verdad, sus expectativas electorales se vendrían abajo. Dada, además, su poca calidad como políticos, les resulta más fácil acomodarse en la descalificación absurda, la mentira constante y el engaño a los electores. Con el agravante de que la extrema derecha les está comiendo el terreno que ellos han abonado, y su única alternativa parece ser que es acercarse a los postulados del nuevo fascismo, para evitar la sangría de votos que auguran las encuestas.
                Resulta patético ver a Rivera y Casado pugnando por quién es más facha, alardeando de ser los más españoles de esa España de ficción que se están inventando, al igual que hizo Franco durante cuarenta años. ¿Tendrán que recurrir a la represión para poder mantenerla en el tiempo, como hizo el dictador? Ya lo han hecho en los gobiernos anteriores, con la aprobación de leyes coercitivas de la libertad de expresión y protesta, y la de reforma laboral, que han convertido a los trabajadores en seres dependientes de los intereses del poder.
                Cada día escuchamos una nueva vuelta de tuerca hacia la involución en nombre de España. Cuando no hablan de la recentralización del estado autonómico, es para liquidar los avances en igualdad de género o cuestionar la violencia machista, con argumentos tan torticeros como que los hombres también somos víctimas de la violencia de las mujeres. Otro día se les ocurre aplaudir las ideas homófobas de la Iglesia, negar que la eutanasia es un problema o desempolvar a ETA, para llenar de mierda dialéctica el debate político. Y si no, directamente, inundan de mentiras las redes sociales y los medios de comunicación, porque de lo que se trata es desprestigiar, como sea, y liquidar al enemigo político.
                Esa es la España, excluyente, homófoba, fascistoide, centralista, represora y muchas otras cosas más, que nos está ofreciendo la derecha nacional en esta campaña electoral. Tanto, que más de la mitad de los españoles no vamos a tener cabida en ella, incluida esa derecha sensata que ya empieza a escandalizarse de tanta barbaridad dicha por sus líderes.
                Cuesta tener que decir esto, pero la democracia, entendida como un lugar de convivencia, igualdad y bienestar está en peligro, por una derecha que se ha echado al monte. El país necesita cambios y eso ellos lo saben, pero en vez de ponerse manos a la obra para negociarlos con la izquierda, han preferido tirar por el camino oscuro, el de la negación de todo lo que no esté en su constelación de intereses. La involución hacia el pasado, hacia la consolidación del franquismo como el verdadero poder fáctico de este país, está en el horizonte.
                Pero se puede parar. Estamos en ese momento en el que no sirven las medias tintas ni ese acratismo patológico que tenemos en España del “todos son iguales”, o “para lo que hacen… me quedo en casa”.  Esto es justamente lo que quieren que pensemos, porque la derecha sabe que ni todos los políticos son iguales ni todas las formas de gobernar tampoco, por eso, cuanto menos vaya a votar la izquierda, más ancho será el camino para que sigan haciendo de España su gran Patio de Monipodio.

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