Que haya empezado oficialmente la
campaña electoral de las elecciones generales, nos deja un poco fríos, teniendo
en cuenta que llevamos meses de precampaña y sobreactuaciones de algunos
políticos, que sólo tienen como fin reclamar nuestra atención. Tristemente, la
nueva hornada de dirigentes en los partidos, sobre todo de la derecha, sin
quitarle el ojo a alguno por la izquierda, están demostrando que tienen más de
histriones, que de estadistas. Sólo hay que verlos y escucharlos, para darnos
cuenta que el debate político que tiene que plantear soluciones a los problemas
de los españoles, ha sido sustituido por el gesto, el discurso vacío de contenido,
el digo diego y la baja calidad de sus reflexiones. Están ofreciendo un
simplismo absoluto en el debate electoral, con grandes agujeros rellenos de
banderas para tapar su falta de propuestas.
Pero
no debemos creer, que esa ausencia de ideas, responde a la incapacidad o que no
las tienen. Simplemente las están ocultando, escondiendo, porque quizá si las
supiéramos de verdad, sus expectativas electorales se vendrían abajo. Dada,
además, su poca calidad como políticos, les resulta más fácil acomodarse en la
descalificación absurda, la mentira constante y el engaño a los electores. Con
el agravante de que la extrema derecha les está comiendo el terreno que ellos
han abonado, y su única alternativa parece ser que es acercarse a los
postulados del nuevo fascismo, para evitar la sangría de votos que auguran las
encuestas.
Resulta
patético ver a Rivera y Casado pugnando por quién es más facha, alardeando de
ser los más españoles de esa España de ficción que se están inventando, al
igual que hizo Franco durante cuarenta años. ¿Tendrán que recurrir a la
represión para poder mantenerla en el tiempo, como hizo el dictador? Ya lo han
hecho en los gobiernos anteriores, con la aprobación de leyes coercitivas de la
libertad de expresión y protesta, y la de reforma laboral, que han convertido a
los trabajadores en seres dependientes de los intereses del poder.
Cada
día escuchamos una nueva vuelta de tuerca hacia la involución en nombre de
España. Cuando no hablan de la recentralización del estado autonómico, es para
liquidar los avances en igualdad de género o cuestionar la violencia machista,
con argumentos tan torticeros como que los hombres también somos víctimas de la
violencia de las mujeres. Otro día se les ocurre aplaudir las ideas homófobas
de la Iglesia, negar que la eutanasia es un problema o desempolvar a ETA, para
llenar de mierda dialéctica el debate político. Y si no, directamente, inundan
de mentiras las redes sociales y los medios de comunicación, porque de lo que
se trata es desprestigiar, como sea, y liquidar al enemigo político.
Esa
es la España, excluyente, homófoba, fascistoide, centralista, represora y
muchas otras cosas más, que nos está ofreciendo la derecha nacional en esta
campaña electoral. Tanto, que más de la mitad de los españoles no vamos a tener
cabida en ella, incluida esa derecha sensata que ya empieza a escandalizarse de
tanta barbaridad dicha por sus líderes.
Cuesta
tener que decir esto, pero la democracia, entendida como un lugar de
convivencia, igualdad y bienestar está en peligro, por una derecha que se ha
echado al monte. El país necesita cambios y eso ellos lo saben, pero en vez de
ponerse manos a la obra para negociarlos con la izquierda, han preferido tirar
por el camino oscuro, el de la negación de todo lo que no esté en su
constelación de intereses. La involución hacia el pasado, hacia la
consolidación del franquismo como el verdadero poder fáctico de este país, está
en el horizonte.
Pero
se puede parar. Estamos en ese momento en el que no sirven las medias tintas ni
ese acratismo patológico que tenemos en España del “todos son iguales”, o “para
lo que hacen… me quedo en casa”. Esto es
justamente lo que quieren que pensemos, porque la derecha sabe que ni todos los
políticos son iguales ni todas las formas de gobernar tampoco, por eso, cuanto
menos vaya a votar la izquierda, más ancho será el camino para que sigan
haciendo de España su gran Patio de Monipodio.
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