Publicado en Levante de Castellón el 9 de marzo de 2019
No soy feminista. Aunque en la
actualidad decir esto no es políticamente correcto, no lo soy. Y no lo digo
como una declaración solemne ni mucho menos como afirmación contraria al
feminismo. No lo soy porque creo firmemente en la igualdad desde la diferencia,
en la variedad de los discursos y, por tanto, pasar del monolítico machismo a
un monolítico feminismo, es no reconocer
las diferencias, para convertirnos en seres de una sola ideología marcando el
paso de la oca.
El
feminismo es una reivindicación necesaria y cuanto más transversal sea, mejor.
Pero no es un credo panteísta con soluciones para todos los problemas que tiene
la sociedad. Es una doctrina más en el contexto global, al igual que lo puede
ser el ecologismo o algunos de los nuevos -ismos- que han ido apareciendo en el
último siglo. En un artículo publicado en la revista Dossiers Feministes, por
Ariadna Royo Herrera, bajo el título “Al otro lado del Atlántico: las
afroamericanas y su lucha doble por la igualdad”, vemos cómo las mujeres negras
de EEUU, tuvieron que luchar contra el desprecio de las mujeres blancas
feministas durante el siglo XIX y gran parte del Siglo XX, porque estas no
querían que su lucha se viera contaminada por la incultura de la población
afroamericana. Un claro ejemplo de feminismo racista, que nada tiene que ver
con la universalidad de la igualdad.
¿Qué significa
esto? Que una puede ser feminista, pero no tiene por qué ser ecologista o
solidaria o antirracista y viceversa. Porque
el feminismo no nace de una comprensión global de la sociedad fundamentada en
la justicia social y el bienestar. Pertenece más, como idea, a un concepto de
lucha de género, ante la injusticia de la desigualdad, que puede llegar a ser excluyente, dependiendo
de la ideología, la clase social, la raza o la religión de cada mujer u hombre. Por eso caben las
interpretaciones, habiendo un feminismo
de izquierdas, otro de derechas, otro liberal, otro socialista, etc.,
dependiendo de la interpretación que
cada uno y una tenga de la sociedad. No es el
mismo feminismo el que reivindica la derecha liberal, que sólo se queda
en un requerimiento de igualdad de género (lo que no es poco), que el feminismo
de izquierdas, que plantea una sociedad, no solo de igualdad, sino también de
justicia social y distribución de la riqueza.
Creo
más en una sociedad justa y basada en los planteamientos de izquierda, que en
una sociedad donde las mujeres consigan
alcanzar la igualdad de género, pero se siga manteniendo la desigualdad social
y económica. Lo que no me quita para defender muchos de los planteamientos
feministas, no todos, para ser sincero. Las reivindicaciones del feminismo son
una necesidad perentoria para que la sociedad, compuesta por hombres y mujeres,
pueda caminar hacia la igualdad de género y en un escalón superior hacia una
sociedad más justa e igualitaria. Si no es así, nada habremos avanzado y el
mundo seguirá siendo igual de injusto que hasta ahora, pero con una diferencia,
en ese injusticia participarán de pleno derecho las mujeres. No puede haber
igualdad sin justicia social y reparto equitativo de la riqueza, que son las
fuentes de donde no bebe el machismo. Ya
que éste representa un modelo de sociedad basado en el poder desigual de unos:
los poderosos, y otros: el resto.
Sin
embargo, las mujeres y los hombres, sí tenemos un reto inmediato, perentorio,
urgente que afrontar. Estoy hablando de la seguridad de las mujeres, de esa
violencia machista que se ensaña con ellas. Una sociedad no es decente mientras
consienta esto; mientras no sea implacable con el maltrato, ya sea éste por
acción u omisión. No se puede consentir que el poder siga sin tomarse en serio
este problema, sin aplicar medidas drásticas y contundentes a corto plazo y
educativas a medio y largo plazo.
Por
todo lo anterior, el 8 de marzo es más necesario que nunca. Su ruido tiene que
ser tan grande, que el eco dure todo el año, para que no se nos olvide que los
hombres y las mujeres tenemos derecho a vivir en paz, concordia, igualdad,
equidad y deseo sin sufrimiento.
Pero
volviendo al principio: ¿Por qué no soy feminista? Porque creo que desde la
perspectiva de un hombre es muy difícil sentir la desigualdad como la sienten
las mujeres. Nosotros, en general, no
tenemos brecha salarial ni doble tarea ni sufrimos el maltrato ni andamos por
la calle con miedo a que algún descerebrado nos viole ni morimos por violencia
de género ni somos ninguneados en nuestros oficios, ni tantas otras cosas que no podemos sentir
igual que las mujeres. Los hombres lo que deberíamos hacer es solidarizarnos
con ellas, apoyarlas en la lucha contra la desigualdad de género, hacer que
sientan que no están solas en su camino hacia la igualdad y abandonar el
machismo, no sólo por estética, también por ética, el de pequeños actos que
muchas veces no somos conscientes, pero que ahondan en la brecha de la
desigualdad de género. Revelarnos contra la violencia que ejercen otros hombres
sobre las mujeres, eso sí que sería un
gran paso adelante. Sólo así, conseguiremos que la lucha de las
mujeres alcance su propósito y habremos puesto un pilar fundamental en la
construcción de una sociedad más justa.
https://www.levante-emv.com/castello/2019/03/09/feminista/1846136.html
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