Imagen: Akane Estudio
Escrito por González de la Cuesta
Cuando
uno lee a M. Carmen Castillo no se emociona: ni llora, ni ríe, ni siquiera
siente miedo, es una sensación extraña que te hace estar pegado a su
literatura, sin ninguna empatía, sin embargo, al igual que nos sucede cuando
leemos a Poe o a Lovecraft, un estremecimiento de inquietud se instala en nuestro
interior, como algo que surge desde muy dentro de nosotros y no podemos
controlar. Por eso, conforme crece esa sensación sentimos como sus historias
nos va atrapando, hasta que, sin darnos cuenta, nos encontramos dentro, no como
personajes, sino como espectadores que tienen su butaca en primera fila del
escenario, y que sin ser conscientes de ello son parte del espectáculo.
Estas
sensaciones son las que uno tiene y no tiene cuando lee “Desde la penumbra”
(Unaria Ediciones), el último libro publicado por M. Carmen Castillo. Cuatro
historias en las que no hay terror, ni miedo, pero que producen una inquietante
turbación en esta conciencia postvictoriana que todavía arrastramos. Ese el
truco, el mecanismo mental que utiliza la autora para controlar, sin
aspavientos, nuestra mente de lectores, y dejarnos y regusto amargo, pero a la
vez deseosos de volver a probarlo.
Cuatro
historias bien distintas son el alma de “Desde la penumbra”, pero que tienen un
hilo conductor: entrar en lo profundo nuestra psique y agitarla sin
concesiones. Porque lo peor de todo es que no hay escenarios góticos, ni
románticos, ni espectrales, ni fantásticos. No hay nada que nos haga intuir que
entramos en el mundo turbio del miedo. Nada de eso. Son cuatro historias
sencillas, sin barroquismo. Con personajes aparentemente normales, como usted y
yo, que sin embargo se enfrenten a situaciones tan imprevistas como
paradójicas. Y ahí está el quid de este libro: la simpleza y normalidad perturbadora
con que los personajes afrontan su situación. Todo ello escrito con un
literatura muy bien cuidada y mucho oficio. Se nota que M. Carmen tiene mucho
escrito, que esperamos poder ver publicado pronto.
Y
si no me creen, lean “Desde la penumbra”. Posiblemente tengan otras sensaciones
diferentes, pero les aseguro que hay una de la que no se van a librar: el recelo
psicológico que produce este libro.
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