A nadie
se le puede ocurrir que las aventuras de un centenario puedan ser tan
divertidas. A nadie menos a Jonas Jonasson, escritor sueco que con su primera
novela nos libera del estereotipo de literatura policíaca e intriga en el que
han caído los países nórdicos en los últimos tiempos, para contarnos, mejor
dicho escribir, una novela delirante que se mofa de la sobredosis de novela
negra que inunda las librerías, al igual que lo hizo Cervantes al escribir El
Quijote, riéndose del los libros de caballerías, tan en boga en su época.
“El abuelo que saltó por la ventana y se largó”, es ciertamente
eso, una sátira del género negro que sitúa en el centro del relato a un
centenario, Allan Karlsson, que se escapa de la residencia donde vive minutos
antes de empezar la celebración de su fiesta de cumplesiglo, para vivir una
aventura con un grupo de amigos que van surgiendo por el camino no menos desequilibrados
que él, con muertos, persecuciones e investigación policial, que nos arranca
más de una sonrisa a lo largo del relato. Mucho en estos tiempos de sombras y
dificultades.
Pero hay más: una historia paralela
de la vida y milagros de Allan Karlsson, que esconde la trivialización de los grandes
personajes del siglo XX: Stalin, Truman, Churchill, Mao, Franco, De Gaulle,
entre otros, que se van cruzando con el
idiota político, por vocación, que es Karlsson, que además se encuentra en el centro
de algunos grandes acontecimientos de la
segunda mitad del siglo pasado, descubriéndonos una versión histriónica de los
hechos, pero no por ello menos posible.
Jonasson escribe pues un relato terapéutico,
fundamentado en la trivialización, cuando no la ridiculización, de
personalidades y acontecimientos del siglo XX, utilizando un personaje fascinante,
que podríamos calificar del “tonto-listo”, que acaba riéndose, también, de esas
nuevas novelas de caballería del siglo XXI que son las novelas negras o de
intriga policíaca, como usted prefiera.
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