La miseria intelectual del gobierno
de la Generalitat Valenciana, presidido por el ausente y escondido Carlos
Mazón, no sólo se circunscribe a los perversos efectos de la DANA, sobre todo
en víctimas y comportamiento posterior. También tiene que ver con otros
aspectos de la gobernanza valenciana, que definen muy bien cuáles son las
prioridades del presidente Mazón y su gobierno.
No
voy a hacer un listado de todo lo que se está retrocediendo en esta tierra
valenciana, desde que el Partido Popular y Vox han recuperado el palacio de la
Generalitat, por unos pactos que están poniendo a la democracia a los pies de
los caballos. Sería largo y no es el objeto de este escrito. Pero sí me
gustaría detenerme en un hecho que tiene que ver con el interés por liquidar la
memoria histórica, por lo menos, en los aspectos que a ellos no les gusta. Algo
que no es baladí, porque si nos olvidamos del pasado, lo transfiguramos y
ninguneamos, queda una página en blanco para que la derecha escriba el relato
de la historia que quiere.
Publican los medios de estos
días, que la situación de abandono que sufre la casa donde vivió durante dos
años, de 1936 a 1938, Antonio Machado: Villa Amparo en Rocafort, ha sido objeto
de una ocupación ilegal, que, según parece no es la primera. Lo que debería
llevarnos a preguntar, cómo es posible que la casa donde vivió uno de los más
grandes poetas del siglo XX, esté abandonada por la dejadez de la
administración valenciana. Aunque más que desidia, parece dejadez política, por
el negacionismo de la memoria histórica del que hace gala Carlos Mazón, su gobierno
y los partidos que lo apoyan. Aunque se trata de un negacionismo selectivo,
porque cuando han de defender símbolos de la dictadura franquista o cruces que
se levantaron para mayor gloria del bando vencedor de la Guerra Civil y
humillación de los perdedores o borrar del sistema educativo el conocimiento
histórico nuestro pasado, no les duelen
prendas.
En 2018 Villa Amparo fue
comprada por la Generalitat Valenciana con la intención de rehabilitarla, para
convertirla en la Casa de los Poetas, como espacio cultural y museístico,
dedicado a la poesía. Un proyecto que reivindicaba el paso de Antonio Machado
por Valencia y el hecho de que Villa Amparo convirtiera Rocafort, en esos años,
en un centro de peregrinaje de poetas e intelectuales: Neruda, Alberti, Max
Aub, Zambrano, entre otros. Tras un periodo de acondicionamiento, la casa se
abrió al público en 2022, con visitas guiadas los fines de semana y la
realización de eventos culturales. Estuvo en funcionamiento hasta el año 2023,
cuando el Partido Popular de Carlos Mazón ganó las elecciones y pactó con Vox
todas las regresiones sociales y culturales que le pidieron, para poder alzarse
con la presidencia de la Generalitat.
El abandono por parte del
gobierno valenciano ha provocado un deterioro físico de la casa, que se ha
acabado convirtiendo en un lugar perfecto para las ocupaciones ilegales. Pero
no sólo se ha producido un daño material, el dolo es mucho más profundo, al
vaciar de contenido la potencia cultural e histórica que Villa Amparo tiene; al
marginarla de la Red de Ciudades Machadianas, que homenajean a Antonio Machado,
reivindicando los espacios urbanos donde el poeta residió: Sevilla, Madrid,
Soria, Baeza, Segovia, Rocafort, Barcelona y Colliure.
Antonio Machado es más que un
poeta. Durante décadas ha sido y es un referente poético y ético para varias
generaciones de españoles, franceses de Colliure y localidades del sur de
Francia, y debería ser tratado con el respeto que las grandes celebridades se
merecen de un país y sus instituciones. Pero, según parece, para la derecha
política valenciana, es mejor condenar al olvido su relación con esta tierra,
no ya porque fuera un poeta de vocación y reconocimiento republicano, que
también, visto las intenciones de dilapidar la memoria histórica, sino, por su
cruzada contra todo lo que no sean tradiciones culturales obsoletas, crueles,
castizas o bendecidas por la Santa Madre Iglesia. Aunque es decir mucho para un
personaje como Carlos Mazón, que si tuviera que renegar de las tradiciones, tan
del gusto del conservadurismo español y valenciano, no tendría ningún reparo en
hacerlo, si con ello sus posaderas siguieran asentadas en el Palau de la
Generalitat.